La Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. A 15 años de las barricadas

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Hace 15 años, entre el 14 de junio y el 25 de noviembre de 2006, en Oaxaca se vivió una experiencia colectiva de construcción de autonomía y autoorganización popular. Frente al autoritarismo del gobernador priista Ulises Ruiz miles salieron a las calles, instalaron barricadas y durante varios meses se adueñaron de la ciudad. Se formó la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en la que decenas de organizaciones y miles de oaxaqueños se agruparon para exigir la renuncia del gobernador y un cambio de régimen. El movimiento despertó simpatías en buena parte del mundo, algunos no dudaron en bautizarlo como la Comuna de Oaxaca. La Comuna, como mito, invisibilizó el proceso, complejo y contradictorio, en el que miles de oaxaqueños se involucraron en un movimiento. Aquí me interesa analizar cómo fue ese proceso, quiénes participaron y cómo se organizaron. Cómo sectores subalternos abandonaron la pasividad y en medio del conflicto se autoconstituyeron como sujetos políticos. 

Las barricadas fueron el espacio en el que miles se encontraron y se identificaron por fuera de las organizaciones tradicionales. Aquí analizo cómo las barricadas fueron espacios de convivencia en el que se crearon lazos de solidaridad y se construyeron nuevas identidades. Primero hago un recuento del movimiento y sus antecedentes. Después profundizo en las barricadas y en las consecuencias del movimiento. 

Oaxaca y su larga historia de resistencias

El levantamiento de 2006 fue la expresión de una crisis más amplia en el sistema de dominación regional. Desde la década de 1970 en Oaxaca se habían desarrollado luchas populares que poco a poco habían construido un tejido organizativo muy fuerte que escapaba al control corporativo del PRI. Desde 1980 la disidencia magisterial se había apoderado de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y desde ahí había encabezado múltiples luchas. Los pueblos indígenas que siempre defendieron sus formas comunitarias llevaban años construyendo organizaciones y ganando autonomía. 

 Sin embargo, los gobernadores priistas seguían aplicando un estilo autoritario. La cooptación y la represión constituían los elementos centrales de su relación con la sociedad. El gobernador priista Ulises Ruiz Ortiz intentó reposicionar al gobierno y acabar con todo este entramado de las organizaciones sociales. En 2004 durante su campaña electoral prometió que ya no permitiría “ni marchas ni plantones” en el centro de la capital. En 2006 estas dos lógicas finalmente se encontraron, el gobernador intentó reprimir a los maestros y desalojar el plantón que, como cada año, habían instalado en el zócalo de la ciudad de Oaxaca. Un conflicto con demandas básicamente sindicales se transformó en uno político por la represión del gobernador. 

 El 14 de junio, en la madrugada, la policía ocupó el centro, las oficinas del sindicato y destrozó las casas de campaña del plantón magisterial. La respuesta fue inmediata, los vecinos, indignados por la represión se unieron a los maestros y después de varias horas de enfrentamiento lograron regresar al centro de la ciudad. La policía tuvo que salir huyendo y el movimiento se encontró dueño del centro de la ciudad. Se abrió un espacio para la autoorganización en el que miles de oaxaqueños tuvieron que articularse para movilizarse y defenderse de las agresiones del gobierno y sus grupos de choque.  

La APPO y la dificultad para organizar a la población

A partir del 14 de junio el movimiento popular se adueñó de la ciudad de Oaxaca. Se instalaron más de mil barricadas por toda la ciudad y la policía simplemente tuvo que retirarse. Durante el conflicto el movimiento tomó 13 radiodifusoras y un canal de televisión. Las movilizaciones con decenas de miles en una ciudad pequeña visibilizaron la participación masiva de la población. Ante la ausencia de la policía, la APPO tuvo que garantizar la seguridad en el primer cuadro de la ciudad y creó su propio cuerpo de topiles.[1] 

Sin embargo, el movimiento fue tan masivo y heterogéneo que no dejó de tener contradicciones. En mi investigación (Ortega, 2018) ubiqué tres grandes actores dentro del movimiento: los maestros agrupados en la Sección 22 del SNTE, las organizaciones sociales que se articularon en la APPO y las barricadas como nuevo espacio de articulación para quienes estaban desorganizados y participaban en el movimiento. 

En 2006 la Sección 22 tenía alrededor de 70 mil agremiados con presencia en todos los municipios del estado. Desde 1980 se desarrolló un movimiento democrático para acabar con las prácticas corporativas y el control que el PRI ejercía sobre el sindicato. Por eso implementó formas más participativas en los que se consulta siempre a las bases, en lo que el sociólogo Víctor Raúl Martínez Vásquez llamó una “democracia basista” (Martínez Vásquez, 2007). Sin embargo, nunca dejó de reproducir algunos vicios del sindicalismo mexicano y para 2006 ya tenía un desgaste muy importante. 

Por su parte, en la APPO se agruparon decenas de organizaciones populares de todo tipo. Sindicatos, organizaciones urbanas, estudiantes y pueblos indígenas por solo mencionar algunas. También organizaciones políticas como el Frente Popular Revolucionario, muy polémico por ser abiertamente estalinista, o el Comité en Defensa del Pueblo (CODEP) con presencia en varias regiones del estado y un discurso que promovía el poder popular. Expresaban el amplio tejido organizativo que mencionamos antes. El problema es que la APPO funcionaba como un frente de organizaciones en donde no se reconocía un lugar para las decenas de miles que estaban desorganizados y que se incorporaban por primera vez a un movimiento. Se reproducían además algunas prácticas verticales muy arraigadas en las organizaciones.

En la efervescencia de las movilizaciones con la incorporación de miles de ciudadanos poco a poco fue surgiendo una tensión con el frente de organizaciones agrupadas en la APPO. Muchos no formaban parte de las organizaciones o no se sentían cómodos con sus prácticas. En ese marco empezaron a establecerse nuevos núcleos de articulación. Las barricadas se convirtieron en espacios de autonomía y de autoorganización. Por su trascendencia conviene analizarlas con mayor profundidad. 

Las barricadas: autoorganización popular 

Tú te levantas para perpetuar la opresión y la esclavitud; yo me yergo como anuncio de reivindicación y de progreso. Soy deforme y contrahecha; pero, para el que sufre, tengo resplandores de aurora, y de mi ser rugoso irradia una luz que marca a los hombres el sitio del deber.

La Barricada y la trinchera, Ricardo Flores Magón

                                              

Las barricadas fueron espacios de articulación y de convivencia entre la gente que se extendieron por toda la ciudad. En un inicio se originaron simplemente como una forma de defensa. Después de la represión del 14 de junio era necesario proteger al plantón de un posible regreso de la policía. Además, durante el conflicto se presentaron las “Caravanas de la muerte”, grupos de choque, con hombres armados vestidos de civil que amedrentaban al plantón y a las radios tomadas. Por eso, de manera natural comenzaron a instalarse bloqueos que defendían a los diferentes centros del movimiento. 

Sin embargo, lejos de su función militar las barricadas pronto se convirtieron en espacios de convivencia y de articulación entre los vecinos. Por las noches estas se instalaban, los vecinos se reunían en torno a una fogata y pasaban la noche escuchando las radios ocupadas por el movimiento. Estaban pendientes de las agresiones, pero también dedicando canciones de una barricada a la otra, escuchando música y comiendo tamales, chocolate o tlayudas que eran entregadas por familias de toda la colonia. 

Las barricadas se convirtieron en espacios comunitarios para vecinos que muchas veces no se conocían antes del conflicto. En los barrios más alejados del centro se instalaron barricadas que, en términos defensivos, no eran estrictamente tan necesarias. Así, las barricadas se convirtieron en un nuevo espacio de autoorganización y de construcción de autonomía en el movimiento. Igual que en las fogatas de Cherán (Gómez Durán, 2012), algunos años después, las barricadas fueron la expresión de formas de comunidad. 

Sobre todo, las barricadas jugaron un papel identitario muy importante para quienes no tenían organización en el movimiento. Se compusieron canciones, como el Son de la Barricadas (Topacaminos, 2011) o A las barricadas en primera fila (Ché Luis, 2006). Los artistas visuales idearon una Virgen de las Barrikadas que pronto se extendió como un símbolo por toda la ciudad. Los barrikaderos defendían con orgullo su pertenencia a una barricada y su actuación en los enfrentamientos. Algunas se hicieron emblemáticas, como la del Crucero de 5 Señores, con muchos niños y jóvenes en situación de calle o la de Brenamiel en la entrada de la ciudad. Ser barrikadero se convirtió en una identidad poderosa porque expresaba la pertenencia al movimiento, directamente, sin la mediación de las organizaciones tradicionales. Una forma de pertenecer al movimiento pero también a un barrio o una colonia. Como se expresa en la canción A las barricadas en primera fila, se participaba en las barricadas de forma comunitaria:

Aquí estamos nuevamente,

Con mis paisanos,

Pongamos barricadas.

En todos los lugares

Para que no pasen los malandrines,

Hermanos.

A las barricadas en primera fila

Con todos los vecinos,

Con toda la familia.

Prendamos nuestra radio,

Alistemos nuestros cohetes,

Pa, no dejar pasar

A ese combo

El de la muerte

Y sin embargo, las barricadas no tenían representación en la APPO. En algunos momentos esta contradicción se hizo visible. Por ejemplo, cuando la APPO propuso levantar algunas barricadas como parte del proceso de negociación con el gobierno federal. Las barricadas simplemente no acataron la decisión que la APPO había tomado. Las organizaciones de la APPO llegaban a acuerdos, pero las barricadas no necesariamente se sentían representadas. Algo muy similar a las tensiones que en la actualidad se viven en Cali entre los integrantes de la Primera Línea y las organizaciones agrupadas en el Comité del Paro (Canal Capital, 2021). No es fácil superar estas tensiones y organizar a miles de personas que se incorporan, de forma masiva y en medio de los enfrentamientos. En el caso de las barricadas no se logró hasta el mes de noviembre cuando se realizó un primer Congreso y obtuvieron espacios de representación en el Consejo Estatal de la APPO. 

La experiencia se vio cortada bruscamente con la represión del gobierno. Primero, el 31 de octubre la Policía Federal Preventiva, una policía militarizada del gobierno federal, ocupó la ciudad de Oaxaca. Una por una las barricadas fueron levantadas por los policías acompañados de tanquetas y gases lacrimógenos. Todavía en esas condiciones el movimiento logró resistir por varias semanas y mantener una barricada emblemática afuera de la Ciudad Universitaria. El 2 de noviembre, cuando la PFP intentó desmantelar esa barricada miles acudieron a defenderla y después de varias horas de enfrentamientos la policía tuvo que retirarse. Sin embargo, el 25 de noviembre una movilización masiva fue reprimida brutalmente, decenas de activistas fueron subidos a un avión y enviados a una cárcel en Nayarit, a cientos de kilómetros de Oaxaca. En los siguientes días Flavio Sosa, uno de los dirigentes emblemáticos del movimiento fue detenido y llevado a una cárcel de máxima seguridad en donde estuvo preso por más de un año. 

Así, con una represión brutal y todo tipo de violaciones a los derechos humanos (Osorno, 2017) terminó una experiencia de autoorganización popular y construcción de autonomía. Las barricadas como un fermento de articulación en las colonias y en los barrios tuvieron que replegarse y esconderse por algún tiempo. Sin embargo, la lucha por la justicia y por la democratización en Oaxaca inició un nuevo ciclo.  

Justicia y transición fallida

La demanda central del movimiento era la salida del gobernador priista Ulises Ruiz porque en su figura se sintetizaba un régimen autoritario. Desde entonces la lucha por la democracia y por la justicia ha avanzado con muchas contradicciones. El gobernador logró mantenerse en el poder y terminar su periodo de gobierno hasta 2010. La represión fue la constante a lo largo de su gobierno, en 2007 una manifestación contra la Guelaguetza [2] terminó con varios heridos y con un manifestante, Emeterio Merino Cruz, golpeado y torturado por la policía estatal. Ese mismo año dos militantes del Ejército Popular Revolucionario fueron capturados y desaparecidos en la ciudad de Oaxaca. 

Sin embargo, la represión no pudo recomponer la crisis de hegemonía que ya vivía el PRI.  Su descrédito era tan grande que en las elecciones del 2010 perdió por primera vez en su historia después de 81 años en el poder. Una coalición de partidos de oposición (PAN-PRD-PT-Convergencia) logró el triunfo con Gabino Cué como candidato, un ex priista, que llevaba varios años enfrentado al grupo de Ulises Ruiz. 

El nuevo gobierno de Gabino Cué prometió un cambio de régimen y en especial una Comisión de la Verdad para esclarecer todo lo ocurrido durante el 2006. Pero, en muchos sentidos, fue una decepción. Aplicó una política igual de represiva frente al movimiento magisterial en contra de la Reforma Educativa. El 19 de junio del 2016 en Nochixtlán la policía intentó desalojar un bloqueo, el operativo fue tan brutal y desproporcionado que 8 personas perdieron la vida. (Código et al., 2016). 

Por otra parte, la Comisión de la Verdad no tuvo los apoyos necesarios, elaboró un informe con el registro de la represión del 2006, pero las otras instancias del gobierno no castigaron a los responsables. Ni el exgobernador Ulises Ruiz ni otros funcionarios encargados de la represión fueron juzgados. Aún hoy Ardelio Vargas, el jefe de la Policía Federal que reprimió al movimiento, opera libremente como funcionario en el gobierno de Puebla (Hernández, 2021). La propia Comisión de la Verdad señaló que para las víctimas el gobierno de Gabino Cué: “no brindó justicia, debido a que los perpetradores no han sido sancionados y a que las víctimas no han sido reparadas de manera integral. Ambas cosas fueron parte de las promesas del gobierno de la alternancia.” (Comisión de la Verdad, 2016). El desencanto fue tal, que en las siguientes elecciones el PRI volvió a ganar con Alejandro Murat como candidato. 

La impunidad ha prevalecido. Durante el conflicto 27 personas perdieron la vida y aún hoy siguen esperando justicia. Es una tarea pendiente que los gobiernos de todos los niveles no pueden eludir. Las recomendaciones de la Comisión de la Verdad son muy claras pero no ha existido voluntad política para juzgar a los responsables y desmantelar sus redes de complicidad. 

Rastros de las barricadas

A 15 años de las barricadas es tiempo de recordar esa experiencia de autoorganización popular. Las barricadas no fueron solamente espacios para la confrontación con la policía o con los cuerpos paramilitares de las Caravanas de la Muerte. Fueron, sobre todo, espacios de articulación y participación para miles de oaxaqueños. 

En medio del conflicto, con enfrentamientos y movilizaciones todos los días miles de oaxaqueños se encontraron en nuevos espacios de convivencia. Se trató de un ejercicio de autoorganización con problemas y contradicciones. No siempre se superó la cultura vertical que se criticaba en otras organizaciones. Tampoco se logró construir espacios permanentes de articulación y fueron pocas las barricadas que después derivaron en otro tipo de organizaciones barriales o comunitarias. 

Sin embargo, fue una experiencia importante en la que por algunos meses miles participaron y se rebelaron frente al gobierno. Quienes nunca habían sido escuchados se encontraron al frente de las radiodifusoras tomadas, o transmitiendo por el canal de televisión. Construir nuevas formas de participación fue seguramente lo más complicado. Las barricadas fungieron como espacios de defensa, pero también de convivencia entre los vecinos. Lo que no siempre se logró fue construir procesos de deliberación. Las tensiones entre la APPO, como estructura formal del movimiento, y las barricadas como espacio emergente de participación dejaron cuenta de estos problemas. 

Hoy, experiencias similares con rebeliones masivas se viven en otros países de América Latina. Conocer de este proceso puede aportar a entender las dificultades de la autoorganización popular. Por eso es importante no olvidar este movimiento y proseguir con investigaciones que todavía puedan recuperar testimonios, historias de vida y documentos. Aunque se ha escrito mucho sobre la APPO aún es posible profundizar en ese proceso de autoorganización popular. Tampoco hay que olvidar que las víctimas de la represión siguen esperando justicia.


Notas

[1] Los topiles son guardias comunitarios que forman parte del sistema de cargos en los usos y costumbres de muchos pueblos indígenas de Oaxaca y otras partes de México. En referencia a esa tradición la APPO organizó su propio cuerpo de topiles, con voluntarios que cuidaban las calles del centro de la ciudad de Oaxaca.

[2] La Guelaguetza es una fiesta tradicional que se realiza cada año en Oaxaca, en los últimos años se ha convertido en el principal evento turístico. La APPO cuestionaba el carácter elitista y mercantilista en el que la Guelaguetza se había convertido, y desde el 2006 organizó su propia “Guelaguetza Popular”. 


Referencias

Canal Capital Bogotá (2021). El Comité del Paro no nos representa, líder de la Primera Línea”.

Carrera Aguirre, V. (2009). De la deferencia a la rebeldía. Movilización en Oaxaca, 2006: un acercamiento a la experiencia organizativa del pueblo oaxaqueño. Tesis de Maestría en Estudios  Políticos y Sociales. México: FCPyS-UNAM.

Código-Consorcio-FUNDAR-Luna del Sur, (2016) Operativo “Oaxaca”, 19 de junio Informe de violaciones a Derechos Humanos Nochixtlán, Huitzo, Telixtlahuaca, Hacienda Blanca y Viguera, México, 2016. 

Comisión de la Verdad, (2016). Resumen Ejecutivo del Informe ¡Ya sabemos! No más impunidad en Oaxaca, disponible en Aristegui Noticias.

Gómez Durán, Thelma (2012). El pueblo que espantó al miedo.

Hernández, Gabriela. (22 de febrero 2021). Ardelio Vargas, nuevo subsecretario de Gobernación en Puebla, Proceso.

Martínez Vásquez, Víctor Raúl. (2007) Autoritarismo, movimiento popular y crisis política: Oaxaca 2006. Oaxaca: Coedición de: Oaxaca Consorcio para el diálogo, Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño A.C., EDUCA Servicios para una educación alternativa A.C. y IISUABJO. 

Ortega Erreguerena, Joel. (2018). Las barricadas: un actor emergente en el movimiento popular oaxaqueño. En: Ávila Carrilo, Enrique y Ávila Rojas, Odín (coord.) (2018) 1968-2018: 50 años de represión, despojo y resistencia, México: Ediciones Quinto Sol. 

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