Cuando el mundo pensaba que la derrota (tal vez momentánea) de Donald Trump relajaría las tensiones internacionales, Joe Biden inició su mandato relanzando una versión 2.0 de la Guerra Fría susceptible de volverse caliente. La antigua versión del conflicto se caracterizó por el enfrentamiento entre dos grandes bloques, una carrera armamentista, la guerra caliente en amplias regiones del tercer mundo y un intenso intervencionismo imperialista bajo el pretexto de la lucha contra el comunismo. La nueva versión comparte algunas de las características anteriores pero agrega ciertos elementos de inestabilidad: la ausencia de mecanismos de moderación del conflicto, guerras de quinta generación, y la importancia de la guerra psicológica por ganar “mentes y corazones” (para que no se repita la “traición de la opinión pública en la retaguardia”) y las consecuentes operaciones diplomático-militares para controlar la percepción masiva. Este texto no hará una revisión conceptual sobre la nueva versión del conflicto, sin embargo, mostrará su presencia en el discurso de Joe Biden, su política exterior y específicamente en sus ataques contra Rusia (dejando pendiente el conflicto con China) con el objetivo demostrar las graves consecuencias geopolíticas de su beligerancia en la comunidad internacional, la estabilidad planetaria y la vida social del planeta.  

El 19 de enero el presidente Joe Biden firmó su primer paquete de órdenes ejecutivas mediante las cuales instruyó al Departamento del Tesoro a sancionar a los países reacios a los designios estadounidenses: China, Venezuela y Rusia fueron sus principales blancos. Las sanciones contra Rusia se proponen restablecer la supremacía norteamericana, colapsar la economía rusa, disciplinar a los “aliados” y garantizar el dominio estadounidense del abasto de petróleo en Europa. Su discurso en las cumbres de seguridad de Munich y del G7 anunciaron que “América estaba de regreso”, aunque en realidad, si se leen con cuidado sus declaraciones, puede afirmarse que lo que ha vuelto es la Guerra Fría (sin los controles y teléfonos rojos de la versión anterior). Tras la reunión del G7 quedaron claras algunas de las consecuencias geopolíticas de la nueva política exterior norteamericana: el resquebrajamiento de la comunidad internacional en un “mundo libre” y un grupo de “enemigos de la democracia”, la presión para alinear a los aliados, la persecución sin cuartel contra China, Rusia, Irán y Venezuela y el continuo incremento del gasto militar. Los roces estadounidense-rusos sacan chispas en el Báltico, Ucrania y Siria. En una guerra global librada simultáneamente en varios frentes aparentemente aislados, la lucha por el control de la opinión pública se intensifica dramáticamente. La incepción del estereotipo del “mundo libre” contra “enemigos de la democracia” pretende justificar el gasto y las acciones militares, es decir para legitimar la Nova Guerra Freda. En ese sentido vale mucho la pena revisar la opinión de algunos medios rusos y estadounidenses sobre la forma en que Biden mueve sus piezas en el tablero mundial y la “lógica” de su inicio de partida geopolítica.

"US vice-president Joe Biden official visits to the European Parliament"  by  European Parliament  is licensed under  CC BY-NC-ND 2.0
«US vice-president Joe Biden official visits to the European Parliament» by European Parliament is licensed under CC BY-NC-ND 2.0

 

Sanciones contra Rusia: controlar el petróleo para dominar el mundo 

Según Ivan Timofeef, colaborador de Russian International Affairs Council, donde coordina el programa sobre el Estado Contemporáneo, el objetivo de la primera generación de sanciones de Biden tuvo como principales blancos a empresas chinas y empresas coadyuvantes a la exportación del petróleo de Venezuela. Las penalizaciones contra Rusia intentan impedir la construcción del gaseoducto Nord Stream 2. Adicionalmente Joe Biden anunció casi al tomar posesión que vendrán nuevas sanciones contra Rusia para castigarle por el arresto de Alexei Navalny, supuestos ataques cibernéticos y su intento de influir en la opinión pública en las elecciones estadounidenses. 

Merkel da el sí a Putin y desaira a Biden

De acuerdo a la Deutsche Welle (DW), la cadena alemana que transmite la visión del Estado y la sociedad alemana en 30 idiomas, el nuevo titular del Departamento de Estado, Antony Blinken llamó a los actores involucrados en el gasoducto Nord Stream 2 a abandonarlo cuanto antes o sufrir sanciones. El gasoducto, uno de cuyos principales inversionistas es Gazprom, costará 11 mmdd, proveería a Alemania de 55 millones de metros cúbicos de gas ruso y está terminado en un 94%. DW señaló que el parlamento europeo y Polonia también se oponen al gasoducto ruso, pero  Alemania se mantiene firme. Biden quiere disciplinar a los “aliados”, demoler la economía rusa, impedir el acercamiento germano-ruso y evitar que Merkel controle el flujo de energéticos a Europa.  De acuerdo al artículo de Timofeef antes citado: Peter Beyer, coordinador alemán de las relaciones trasatlánticas, considera que el Nord Stream 2 es simplemente un tubo adicional al gasoducto Nord Stream 1, y que consecuentemente se está exagerando su significado. En contrapunto para Kleine Borcjhoff, periodista especialista en relaciones trasatlánticas, la construcción del gasoducto dañará gravemente las relaciones de germano-estadounidenses.

Rusia afectada pero resiliente

De acuerdo con Michael Anderson, publicada en Modern Diplomacy y reproducida  en la página del Consejo Ruso de Relaciones Internacionales, EUA sanciona a Rusia desde 2014 con el objetivo de obligarla a  renunciar a la reunificación de la península de Crimea y forzar su retiro de Ucrania oriental. Rusia ha reaccionado a la penalización estadounidense impulsando una creativa política de sustitución de importaciones. La Casa Blanca estableció normas que impiden a terceros países comerciar con EUA si mantienen relaciones comerciales con Rusia. Los estrategas estadounidenses consideran que por su peso económico obligará a los países a relacionarse con Rusia, pero los principales socios económicos de Rusia son China y Alemania, países no fácilmente manipulables. Las sanciones sí le han afectado a Rusia, pero no tanto como hubiera esperado EUA. En 2014 Rusia exportaba 454 mil millones de dólares (mmdd) e importaba 296 (mmdd), en 2018 exportaba 427 (mmdd) e importaba 231 (mmdd) perdió el 12% de su comercio, es mucho, pero no se compara con el efecto que provocaron las sanciones contra Venezuela, nación que perdió el 70% de su comercio exterior.

La alianza entre Alemania y Rusia es estratégica. Aunque todo parece indicar un choque entre Angela Merkel y Biden, la canciller defiende el proyecto que le permitirá redistribuir energía a Europa Occidental. Pero las sanciones sí tienen efectos: han provocado inflación y han menguado el ingreso per capita. El PIB ruso se contrajo 44% de 2014 a 2016 pasando de 2292 billones de dólares en 2013 a 2192 en 2016 y aumentó a 1.9 billones en 2019. 

El G7 en Cornwall: el imperio contraataca pero está cansado

Joe Biden dijo durante la cumbre virtual del G7 con sede en Cornwall: “América está de regreso”. En realidad, debió decir: la Guerra Fría está de regreso. Uso el G7 para anunciar el regreso del sheriff y para lanzar un frente antichino. Como atinadamente ha dicho, el discurso del presidente estadounidense sembró un mundo de competencia y conflicto: quién llega primero a Marte, quién obtiene la mejor vacuna contra el Coronavirus y la produce a mayor escala industrial, qué barco hospital atacará primero en las costas de cada país, quién producirá el auto menos contaminante, quien emitirá la mejor moneda digital (Pieranni, Simeno, 2021, “Tra ‘retorni’ e sguardo al futuro, USA e Cina sempre piu distanti”, Il Manifesto 20/02/2021). El problema es que su discurso genera dos mundos paralelos, que no se respetan, no se comprenden, están confrontados “entre sí”, anuncian una nueva carrera armamentista y siembran la peligrosa semilla de una guerra futura.  La época de la supremacía estadounidense ya pasó. China reparte vacunas en una red diplomática que se volverá indeleble. El divorcio entre las economías china y estadounidense le costaría mucho a EUA. Durante la era Trump, China avanzó inexorablemente. La Asociación Económica Regional Integral (RCEP por sus siglas en inglés) en Asia y el Tratado de Libre Comercio con Europa no serán fáciles de revertir (que tiene que ser ratificado por el Parlamento Europeo). EUA debe 20 billones de dólares, China posee 1.2 billones de unos 4 billones de esa deuda que están en manos extranjeras, afirma. (Sandri, Piergiorgio, La Vanguardia)

Durante la era Trump, Vladimir Putin y China iniciaron negociaciones bilaterales con varios países europeos. Durante la precumbre virtual del G7 Biden llamó a Europa a la disciplina. Revitalizaremos la alianza atlántica, suspenderemos el retiro de tropas estadounidenses de Alemania e invertiremos en armamento. Fortaleceremos la Alianza Indo-pacífica, dijo, y propongo invitar a la cumbre de Cornwall a Australia, India y Corea del Sur. No permitiremos abusos en Ucrania. Celebraremos un nuevo start con Rusia. Renegociaremos el acuerdo nuclear con Irán. Plantearemos la desnuclearización de la Península de Corea. 

Boris Johnson trata de congraciarse con Biden

Según Andrew Woodwock en The Independent el Primer Ministro Británico aprovechó la cumbre para vender la imagen del regreso de Reino Unido a las iniciativas globales en la era Post-Brexit. Trump presentaba a Johnson como su clon británico. Su condescendencia con el exótico magnate que fungía como anfitrión de la Casa Blanca, se ha vuelto embarazosa en la nueva era Biden, por lo tanto Boris Johnson usó la cumbre para congraciarse con Biden: llamó a presentar una protesta de todo el mundo contra la anexión rusa de Crimea . Recibirá a los superpoderosos del 11 al 13 de junio en el resort Carbis Bay: Cornish fue el centro minero de la revolución industrial, sus mineros y sus marineros se establecieron por todo el mundo. Ahora será la cuna de la revolución industrial verde (ese intento de rejuvenecer de los viejos sectores que controlan los hidrocarburos y se están convirtiendo en “ecologistas”) y un segundo gesto de adaptación a los nuevos vientos que soplan en la relación trasatlántica. Respecto a la cruzada contra China algo saben los británicos, baste recordar que el 73% de la economía del Reino Unido se basa en el sector terciario entre los cuales sobresale el papel global de los servicios financieros de instituciones como Hong Kong and Shanghai Bank Company, HSBC, banco surgido nada menos que de las guerras del opio, el establecimiento de enclaves imperiales en territorio chino y de la colonización de Hong Kong, ex-colonia a la que se aferra hasta el borde de una eventual guerra con el gigante asiático. 

 

La defensa de la vieja Europa

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, apresuró a sus homólogos a un raudo envío de vacunas a África antes que sus gobiernos sucumban ante la ayuda brindada por China y Rusia. El titular de los Campos Elíseos es según Le Monde, “el señor vacunas”, no pierde oportunidad de aparecer en público luchando contra la pandemia: participó directamente en una entrevista con TVF1 el martes 16 de febrero por la noche, según la agencia de noticias AFP. 

Viene una guerra por la influencia de las vacunas. Los países del G7 están preocupados por la diplomacia de las vacunas desplegada por China. Cada aterrizaje de sus aviones cargados de vacunas constituirá una huella imborrable en el imaginario colectivo. Los países centrales del sistema mundo se preocupan por su imagen, pero en el terreno de los hechos acaparan las vacunas y el modelo de farmacéuticas con patente de corso (o sea con permiso real para robar). Por ejemplo, según señala Mario Hernández en el portal de Rebelión, Pfizer exigió a Argentina firmar un contrato que excluye a los tribunales argentinos de cualquier demanda, como ha señalado Mario Hernández. Los únicos tribunales en los que se podrá demandar están en Nueva York, Berlín u otra ciudad de los países centrales. Los gobiernos deben renunciar a su soberanía; si quieren vacunas están obligados a garantizar la inmunidad judicial de los laboratorios por cualquier daño colateral, respetar el secreto comercial y mantener las cifras en secreto. La OMS ha pasado varias veces la charola, en diversos foros mundiales, pero apenas tiene para cubrir al 7% de la población mundial. El 20 de febrero hubo una reunión de la OMC (integrada por 160 países) 90 países votaron por una suspensión de la ley de patentes durante la pandemia: encontraron una férrea oposición de EUA, Canadá, Francia, Japón, Reino Unido y Alemania.

 

Las multinacionales japonesas se han vuelto ecologistas

Yoshihide Shuga, Primer Ministro de Japón, es hijo de una familia productora de fresas. En la secundaria era muy callado, según un compañero suyo “ni te dabas cuenta si estaba ahí”. Fue coordinador del gabinete del Primer Ministro de 2012 a 2020 y lo sustituyó cuando renunció por motivos de salud. Representa a Abe sin Abe. Durante la pandemia promovió la autoayuda, la ayuda mutua y la ayuda pública, con fuerte acento en la primera. El miércoles 18 de febrero el presidente Joe Biden le habló por teléfono a Yoshihide Shuga. De acuerdo a Bradley K Martin y Ben Sheppard en su publicación en Asian Times, en la llamada hablaron sobre las islas Senkaku (llamadas Diaoyus, por China), ubicadas en el Mar del Este de China (Bradley K Martin y Ben Sheppard, 2021, Biden renews pledge to defend Senkakus, Asian Times 28/enero/21) y de acuerdo al comunicado emitido al terminar la llamada reafirmaron la importancia de la desnuclearización de la península de Corea. De acuerdo a Bradley y Sheppard, al interior del gobierno de Biden se discute si EUA se ha sobreexpandido en los mares del Sur y el Este de China. Según la misma fuente, Van Jackson ex-integrante del Departamento de Defensa, en la administración Obama y es actual lector de la Universidad Victoria de Willington, en Nueva Zelanda, consideró mala estrategia estadounidense provocar militarmente a China, si no la va a poder contener, va a intranquilizar a los aliados y va a enfurecer a tu principal proveedor de crédito. El 5 de noviembre, como consta en la prensa mundial, se llevaron a cabo los ejercicios nipon-estaounidenses Kee Sword con la participación de más de 46 mil soldados, del Comando Indo-Pacífico de EUA y las Fuerzas de Autodefensa de Japón. Los ejercicios se efectuaron en la prefectura de Okinawa, que abarca 150 islas. Los buques USS Ashland, HMCS Winnipeg, el portaaviones USS Ronald Reagan y el buque japonés Kaga (comandado por el general Koyi Yamazaki), realizaron ejercicios impresionantes. En la llamada también se tocó el tema de las energías renovables, el otro ariete de la política exterior de Biden para imponer su hegemonía industrial-económica. Un grupo empresarial japonés llamado “Iniciativa sobre el Clima” aprovechó la coyuntura para urgir al Primer Ministro a invertir en energías renovables para alcanzar el 40-50% de la generación total de energía en 20130. Sony, Panasonic, Nissan, Fujifilm y Toshiba se encuentran entre las firmantes y apetecen subsidios públicos para desarrollar sus tecnologías “limpias”. Afortunadamente el despropósito de colocar la energía nuclear entre las energías limpias ha encontrado una creciente oposición debido a que el pueblo japonés tiene muy presente la tragedia industrial de Fukushima, que prometía ser ultrasegura (AFP-Jiji, 2021, “Major Firms Urges Japan to Bolster 2030 renewables energy goal”, The Japan Times, 18/01/2021). 

 

Una nueva Guerra Fría con riesgos de volverse caliente

La Guerra Fría está de regreso. Joe Biden aprieta las tuercas del mundo intentando revertir la creciente pérdida de hegemonía estadounidense acelerada dramáticamente por las torpezas de Trump. Durante su campaña electoral Joe Biden prometió incrementar el gasto militar. De acuerdo a Payam Foroughi periodista del Valdai Club, Stephen Cohen, fallecido el pasado 18 de septiembre de 2020, advirtió desde hace más de diez años en numerosas publicaciones sobre el peligro del regreso de la Guerra Fría entre EUA y una Rusia postcomunista. Desde Noam Chomski hasta Antonio Gutiérrez coinciden en que la Guerra Fría ha regresado, pero según este último han desaparecido los mecanismos para atemperarla. Esta nueva Guerra Fría, afirma Foroughi, puede convertirse más fácilmente en guerra caliente en tres frentes: Ucrania, Siria y el Báltico. De acuerdo a la nota de Valdai Club, en febrero de 1990, James Baker, entonces Secretario de Estado de George H. W. Bush, pidió a Gorvachov permitir la reunificación de Alemania a cambio de un solemne compromiso de la OTAN de no ampliarse ni una pulgada hacia oriente. La promesa no se cumplió. La OTAN anexó a varios países de Europa del Este, lo cual implicó apropiarse de un valioso botín de la Guerra Fría, crear un nuevo cinturón de contención contra Rusia y sembrar la semilla de una guerra por venir. 

En Ucrania se juega actualmente una guerra entre Rusia y EUA. En 1991 tras la implosión de la URSS, George W Bush dijo: “con la ayuda de dios EUA ha ganado la Guerra Fría”. Bill Clinton, George W. Bush y Barak Obama expandieron la OTAN y cercaron las fronteras de Rusia, mejoraron sus armas nucleares y en 2002 abandonaron el Tratado de Prohibición de Misiles Antibalísticos. Según Foroughi, EUA traicionó a Rusia a pesar de que este país le brindó información de inteligencia tras los ataques del 11 de septiembre y permitió el uso de su espacio aéreo para la guerra contra Afganistán. Donald Trump abandonó en 2018 el Tratado de Misiles Intermedios. Joe Biden en sus primeros días de gobierno y a punto de vencer el plazo, firmó un nuevo tratado START para continuar el desmantelamiento de cargas nucleares rusas (con subsidio estadounidense) vigente hasta 2016, pero, simultáneamente envió superbombarderos B1 a Noruega emplazados para enfrentar las crecientes tensiones en el Ártico. La tensión en el Báltico, el talón de Aquiles de la OTAN, es notoria. En el borde sur del conflicto, las flotas rusa y estadounidense realizan muchos, intensos y peligrosos ejercicios en el Mar Negro. 

El martes 16 de marzo la comunidad de inteligencia de EUA publicó un informe donde esboza una supuesta injerencia rusa en las elecciones estadounidenses de noviembre del año pasado. La acusación es muy difusa y se limita a señalar que agentes cercanos a los servicios de inteligencia rusa fueron instruidos para apoyar la candidatura de Donald Trump mediante información con denuncias sobre los intereses personales de Joe Biden en el conflicto en Ucrania. Un día después, Joe Biden asintió a la pregunta de si consideraba un asesino a Vladimir Putin. Sus palabras tensaron mucho las relaciones con Rusia. El 16 de marzo, la embajada de Rusia en EUA señaló que las acusaciones de la comunidad de inteligencia de EUA sobre el supuesto intento de injerencia en las elecciones estadounidenses de 2020 carecen de fundamento; EUA intenta crear una imagen negativa de Rusia. El 20 de marzo el embajador ruso en Washington D.C., Anatoly Antonov, viajó a Moscú para una consulta sobre la manera en que podría recomponerse las relaciones bilaterales con EUA actualmente en un callejón sin salida. Rusia llamó a un diálogo entre los dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU como elemento central de la paz y la seguridad mundial. 

 

Un nuevo presidente con una diplomacia avejentada 

Según Katrina Vanden Heuvel, Biden acaba de obtener un presupuesto de 1.9 billones de dólares para su Plan de Rescate, tal vez acabó la era Reagan; el equipo de Biden recibió el país con varias operaciones militares en el exterior en las fronteras con Rusia y en la contención de China. EUA tiene 800 bases militares en el exterior. La guerra más antigua la libra en Afganistán, iniciada hace 20 años. Según la colaboradora de The Nation, todo parece indicar que las tropas estadounidenses permanecerán ahí después del 1 de mayo de 2021, la fecha límite impuesta por Trump. Biden ordenó un ataque contra aliados de Irán en Siria, un país soberano, invadido sin permiso del Congreso (Vanden Heuvel, Katrina, 2021, “Biden’s foreign policy team can’t handle new threats with old strategies”, The Nation, 16/03/2021). Continúa también, aunque supuestamente sujeto a revisión el Programa de Drones Asesinos (modelos Predator and Reaper). Tampoco ha debilitado las sanciones contra Venezuela pese que obviamente tienen como objetivo derribar un gobierno electo y reconocido como legítimo por Naciones Unidas para quedarse con su petróleo. 

David Bromwich se pregunta en la revista The Nation: ¿por qué los demócratas quieren el regreso de la Guerra Fría?. Los demócratas forman parte del partido de la guerra. Su construcción de una Rusia maligna ha llegado más lejos que nunca: Rusia quiere desestabilizar Europa Oriental pero además trata de destruir la democracia en EUA. La política internacional de EUA es racista. Le indigna lo ocurrido a Navalny pero apoya con armas, entrenamiento y recursos las agresiones en Gaza, Faluja y Saana. Los medios de comunicación cubren con gran disparidad la muerte de los afroamericanos asesinados por la policía o los cientos de miles de personas muertas desde 2001 en las guerras de agresión estadounidenses. 

Ante el incremento de las tensiones interimperialistas es importante conformar una sólida corriente de izquierda en la opinión pública global que conjure el peligro de que la guerra fría se vuelva caliente. La izquierda social global debe contribuir a desmantelar estereotipos xenófobos, desactivar los discursos de odio, exorcizar la guerra, frenar la carrera armamentista y evitar el resquebrajamiento de la comunidad internacional provocado por el peligroso cliché de un supuesto “mundo libre” (subordinado a EUA) que lucha contra “los enemigos de la democracia” (opuestos a los designios imperiales). 

El discurso presidencial de Joe Biden resucita la idea de un mundo libre combatiendo contra un mundo no democrático. Sus presiones contra los aliados para aislar a China, Rusia, Venezuela e Irán y cualquier otro país que desafíe los designios imperiales tienen un efecto muy concreto: fracturan el mundo en dos polos y crean una coartada intervencionista. La maquinaria de la semiósfera  hegemónica intenta justificar la naturalidad de esa postura. Por eso es muy importante abogar por un mundo multipolar y multilateralista que respete la soberanía de los países y la voluntad de los pueblos, es decir argumentar que existe un orden mundial distinto, más democrático y seguro que el de una nueva y peligrosa Guerra Fría.