A los y las estudiantes del plantel San Lorenzo Tezonco de la UACM, a sus familias y a nuestras comunidades. En solidaridad, con rabia y con ternura.

Las Américas: continente de movilidades, migrantes y controles, en el contexto de la pandemia

Localizar en el presente nuestra atención en la tensión entre movilidad y control en las Américas es de suma relevancia analítica y política. Éste es un continente en movimiento cuya formación es incomprensible sin atender a las desiguales formas de movilidad humana que tradicionalmente lo han configurado. Todos los países del continente han sido o siguen siendo emisores y receptores de flujos transnacionales, mientras que otros se han convertido, además, en espacios de tránsito y de retorno voluntario y/o forzado. A este espacio geográfico le atraviesan rutas migratorias irregularizadas, usadas por millones de latinoamericanxs y caribeñxs que transitan hasta Estados Unidos, su mayor destino migratorio. Además, en la última década, hasta las Américas han llegado flujos de migrantes africanxs y asiáticxs que se quedan en nuestros países o que siguen en ruta hasta el norte. Esa movilidad migrante está protagonizada por desplazadxs internos, deportadxs, solicitantes de refugio, migrantes irregularizadxs, adultos, niñxs y adolescentes que emigran solos o en familias. Por eso, éste es un continente donde las luchas migrantes no cesan y seguirán tomando forma mientras proliferan las formas de control. 

Por un lado, el peso de Estados Unidos ha sido definitivo para delinear la geopolítica del control a la movilidad en la región. Ese es el país del continente que más ha endurecido sus políticas migratorias, el que más detiene y deporta a migrantes, sobre todo latinxs y caribeñxs, y el que ha transferido el control a terceros países en la región. Por otro lado, en la última década, los países latinoamericanos que otrora se habían atrevido a decretar políticas de avanzada, como Ecuador, se han cerrado ante la cuestión migratoria y han hecho girar sus políticas de extranjería del enfoque de derechos de los migrantes al combate a la irregularidad inmigrante y a la seguridad nacional, mientras un violento discurso xenófobo se normaliza en las sociedades receptoras. 

Al mismo tiempo y, paradójicamente, hoy en los países latinoamericanos millones de trabajadores migrantes irregularizadxs son la base de la economía agrícola, de servicios (sobre todo de entregas a domicilio) y de cuidado. Aún cuando son trabajadores esenciales para la reproducción de las sociedades en todo el continente, están incluidos en tanto irregularizadxs y despojadxs de derechos; son recordados por los Estados de origen sólo cuando cuentan en sus arcas las remesas que sostienen a las escuálidas economías dependientes o en tanto posibles votos desde extranjero. 

Esa tensión fundante entre movilidad y control vino a exacerbarse en la pandemia. A pesar de las inmovilizaciones decretadas por la crisis sanitaria por COVID19, que sirvieron de pretexto para cierres fronterizos, han persistido las movilidades sur-sur y sur-norte, de manera autónoma, colectiva, en familias nucleares, extendidas o en caravanas. Migrantes y solicitantes de asilo centroamericanos, sudamericanos, africanos, asiáticos y venezolanos, son parte del masivo éxodo de más de 5 millones de personas que, a pie, han desafiado fronteras cerradas, han regresado a sus países de origen, o han cambiado de país. 

Frente a esa movilidad incesante de migrantes empobrecidos y solicitantes de asilo, el control estatal solo ha ido en incremento. La pandemia justificó una perversa intersección entre políticas de salud y de control, configurando un estado de excepción de facto en materia migratoria que hoy está dando paso a una nueva arquitectura legal abiertamente antiinmigrante en Estados Unidos, Ecuador, Chile y Perú. En muchos países se detiene y deporta a miles de personas, y la producción de migrantes desaparecidos y muertos en los corredores migratorios que van al sur y al norte del continente no ha cesado. Frente a esa mortandad migrante, los Estados han redoblado una política de dejar morir, de dejar desaparecer, de no intervenir para preservar las vidas migrantes, evidenciado que las políticas estatales tienen efectos letales y afectan a caminantes, balseros, caravaneros y trocheros. 

Hoy converge la crisis económica, sanitaria, ambiental, en torno al racismo sistémico y al colapso de los sistemas de protección estatal. En ese escenario crítico la llamada estatal ha sido hípernacionalista excluyendo a los “no nacionales”: no sabemos cuántos migrantes han sido contagiados o cuántos han muerto por COVID-19 en el continente. Tampoco conocemos de ningún plan de vacunación focalizado para esta población, sobre todo para los trabajadores esenciales irregularizados. Esos cuerpos racializados, ilegalizados y criminalizados, parecerían ser cuerpos que aparentemente no merecen ser defendidos, sino expuestos a la muerte por la simple razón de ser “no nacionales”.

En un terreno así de hostil, las luchas migrantes sólo se han multiplicado. Comunidades migrantes digitalizadas han permitido amasar sus conocimientos para sobrevivir desplegando prácticas de cuidado, economías, rentas, trabajos y comidas compartidas. Proliferan cocinas comunitarias, casas y trabajos compartidos, cuidado colectivo de niños e incluso la vigilancia médica compartida, junto con protestas públicas que exigen su regulación y mejores condiciones laborales o en centros de detención. El contraste es radical entre la violencia estatal y la solidaridad en ruta, tránsito y destino.

Por todas esas razones cabe analizar la movilidad y el control en las Américas.

Personas de la caravana de migrantes de 2018 juegan con sus hijos espantando palomas en Tijuana. Foto: Encarni Pindado

Conspirando desde nuestros “cuartos propios”: el equipo de Inmovilidades

La pandemia por COVID-19 ha recrudecido las opresiones estructurales que determinan las condiciones materiales de existencia de los pueblos en movimiento, al mismo tiempo que el trabajo de monitoreo y acompañamiento etnográfico se han hecho muchas veces inviables para les defensores e investigadores de esta colectiva. Y, como imaginamos desde que nos acuerpamos en esta plataforma continental para seguir sentipensando las migraciones, la imaginación teórica y etnográfica se ha topado con los límites de nuestras propias experiencias de vulnerabilidades, de las necesidades en nuestras comunidades, en nuestros hogares y en nuestras universidades para sostener una trama de cuidados cotidianos que hacen muy difícil el trabajo  de campo. No obstante, y con el paso de los meses, les defensores de este equipo han vuelto a las rutas migratorias, a los albergues; les investigadores hemos aprendido a ciberetnografiar pero también a acompañar los procesos de tránsito, instalación o deportación de formas diversas, desplegando entre todes una imaginación teórica que abrace la imaginación política de les migrantes y refugiades para sortear sus tránsitos migratorios, soportar las esperas en las ciudades cárceles donde se atoran o enfrentar las deportaciones que son castigo por desafiar las leyes que los extranjerizan y los muros que intentan detener a miles de seres humanos que buscan, con el refugio y la migración, estrategias para conseguir una vida que se pueda vivir y celebrar. 

Imaginación teórica, imaginación política, acuerpamiento, escucha activa, silencio estratégico, conspirar virtualmente, sostener nuestras preguntas, abrazar la incertidumbre, atravesar los duelos en colectivo, escribir, escribir, escribir, es lo que nos ha mantenido juntes y sentipensando en qué sentidos la crisis sanitaria y las medidas epidemiológicas han agravado la intemperie estructural, la violencia estatal y paraestatal contra les migrantes y refugiados. 

Hemos aprendido mucho durante la generación de esta colectiva, hemos imaginado estrategias de investigación/implicación para acompañar comunidades migrantes a las que, además de las pandemias, las atravesaron diversas temporadas de huracanes. Pero, sobre todo, hemos conseguido mapear, cartografiar las resistencias que los pueblos en movimiento sostienen de manera latente o manifiesta contra las múltiples formas de fronterización y gobierno necropolítico de las migraciones. 

Hemos hecho un uso estratégico de la virtualización de la vida para que las voces migrantes asuman la voz protagónica de las narrativas que cuentan sus trayectos y proyectos. Hemos des/cubierto estrategias concretas, como el Mapeo de voces migrantes, para coproducir lecturas sobre el presente convulso con los migrantes como productores de episteme

Aunque la pandemia ha debilitado nuestras presencias y vínculos encarnados, este tiempo confín nos juntó, nos tejió en red, nos convirtió en asamblea de cronistas, defensores y protagonistas de la migración que con esta columna que hoy inauguramos queremos compartir con ustedes. 

Este ejercicio de escritura servirá de telar narrativo para que se conozcan los hilos, las pistas, las intuiciones que hacen de motor de nuestra imaginación teórica y política para oponer respuestas regionales en clave glocal a las políticas de muerte con la que los Estados, los mercados y las industrias criminales de la migración intentan “gestionar” las migraciones en Nuestra América. 

Esperamos que esta ventana mensual a nuestras prácticas y palabras sirva para convocar a otres investigadores, cronistes, defensores y migrantes y refugiades a juntar sus palabras, prácticas y apuestas con nosotres.  

Un mirada distinta: lxsmigrantes y la producción de las movilidades transfronterizas

El proyecto (In)movilidades parte de una lectura diferente de las movilidades y los migrantes. Dicha perspectiva de trabajo se caracteriza por la centralidad de los múltiples contextos/escalas (nacional, regional y continental) en que acontecen las migraciones, pero también por estar enmarcada en una comprensión deliberadamente política de las movilidades transfronterizas y los sujetos, instituciones y condiciones que las conforman y las producen. En este sentido, el trabajo analítico se ha centrado en entender lo ocurrido desde: (1) lxsmigrantes (y sus prácticas, acciones, discursos, estrategias); (2) los Estados nacionales (y sus diversas políticas de la movilidad: control, contención, criminalización, irregularización, entre otras); (3) los grupos, organizaciones y colectivas de la sociedad relacionados y vinculados con las migraciones; (4) y, finalmente, pero de una importancia cardinal, las mutuas relaciones de conformación y determinación entre migrantes, Estados nacionales y grupos y organizaciones sociales. 

Derivado de esto, y reconociendo que las movilidades transfronterizas y las políticas que intentan “controlar” a lxs migrantes acontecen en diversos órdenes escalares de carácter nacional y regional, uno de los aportes del proyecto ha sido la identificación de una serie de procesos que son similares a buena parte de los países del continente, y que remiten al papel de los Estados y la forma en que gestionan/contienen las movilidades transfronterizas en la pandemia (particularmente durante el año 2020). Dentro de dichos procesos se encuentran: el cierre de fronteras (nacionales) y la hipervigilancia, las dinámicas de irregularización y desposesión de derechos (hacia lxs migrantes), la suspensión de los procedimientos de asilo, la producción de espacios de confinamiento y migración, entre otros.

No obstante, sin duda, uno de los ejes más destacados es la apuesta política/epistemológica del proyecto (In)movilidades por producir un esfuerzo sistemático y constante, desde los diversos nodxs/países que conforma el proyecto, para mostrar el protagonismo y los movimientos de lxs migrantes (sus experiencias, luchas y adversidades) dentro de las complejas, excluyentes y adversas dinámicas de movilidades transfronterizas, que acontecen en diferentes contextos de políticas de la (in)movilidad, en el drástico telón de fondo de contingencia sanitaria del COVID-19 y sus impactos (globales, continentales, regionales y nacionales). En este tenor, el diseño, realización y funcionamiento del mapeo polifónico del proyecto es un claro ejercicio de visibilización de los sujetos sociales en movimiento (en su tránsito, desplazamiento e inmovilidad en y a través de múltiples fronteras y países). Se trata de pensar desde abajo (lo local) y de manera explícita los procesos de movilidad a partir de las propias perspectivas y palabras de lxs migrantes. Y con ello —en un ejercicio de mutua colaboración basada en el respecto y la solidaridad—, recuperar y socializar las experiencias, trayectorias y luchas de los migrantes como sujetos sociales. 

Inmovilidades, ejercicio de diálogo abierto y espacio de reflexión transfronterizo

Con esta primera entrega iniciamos una reflexión crítica sobre la tensión, la movilidad y el control en las Américas. Serán textos que desde una mirada comparada den cuenta de cómo se desenvuelve esa tensión en las Américas. La autoría será colectiva y estará a cargo de manera rotativa de los miembros del proyecto transnacional digital trilingüe (In)Movilidades en las Américas y COVID-19, investigadores comprometidos ética y políticamente con la lucha migrante. En este momento donde el giro antimigrante y la xenofobia se han exacerbado, debemos radicalizar la solidaridad internacional y la lucha por justicia migrante con la población en movimiento que atraviesa las Américas y con aquellos que la defienden. Reparar en lo común nos traza una ruta reflexiva, necesariamente transnacional, sobre los efectos del régimen de control migratorio y de las luchas migrantes en las Américas. Esa ruta debería contribuir a politizar nuestro debate sobre la importancia histórica de una praxis de justicia migrante transnacional que interrumpa la reproducción de injusticias raciales, económicas, sociales y legales que trascienden los espacios nacionales, siendo comunes a múltiples realidades continentales. 

(In)Movilidades en las Américas y COVID-19