Este año Ecuador tuvo una de las elecciones más dramáticas de su historia reciente. En lugar de presenciar una elección clásica en América Latina, donde los partidos de izquierda y derecha compiten por la presidencia, también vimos una división en la izquierda. Por un lado, se encuentra Andrés Arauz del partido político Movimiento Fuerza Compromiso Social, que catapultó a Rafael Correa a la presidencia en 2007 durante el auge de la izquierda en América Latina, también conocido como la Marea Rosa. Por otro lado, aunque se quedó corto en votos para participar en la segunda vuelta, está Yaku Pérez, candidato del Pachakutik, el partido político del pueblo indígena de Ecuador. Este colapso no fue reciente ni espontáneo. Fue un hecho histórico que, en mi opinión, define muchos aspectos de la nueva izquierda en América Latina que muchas veces se opone a la llamada izquierda “tradicional, nacionalista” que lucha contra el imperialismo, el neoliberalismo en favor de la soberanía y la nacionalización de los recursos naturales. Esta otra izquierda moderna, además de luchar por las posturas anteriores, también considera algunas nociones que contradicen temas de esa otra agenda, como el ambientalismo, los derechos de la naturaleza, los derechos de los pueblos originarios, el anti-extractivismo, etc.

Con el fin de comprender y dar sentido a este conflicto y su impacto en el futuro de Ecuador a propósito de las próximas elecciones, entrevisté a Thea Riofrancos, autora de A Planet to Win: Why We Need a Green New Deal y Resource Radicals: From Petro-Nationalism to Post-Extractivism in Ecuador, en donde narra la ruptura entre las políticas del gobierno de Rafael Correa y los pueblos indígenas. Thea, nacida en Nueva York, es profesora de ciencias políticas en Providence College, en Rhode Island, y su carrera académica y su pasión por los movimientos sociales la llevaron poco a poco a especializarse en la historia y política de Latinoamérica tanto en Estados Unidos con las comunidades migrantes como en algunos países hispanos: ha documentado y participado en movimientos sociales, especialmente el ocurrido en Ecuador durante las protestas contra el extractivismo en años recientes. La primera parte de la entrevista sobre esos temas la puedes leer aquí. Además, Thea es militante de Democratic Socialists of America, una organización socialista de gran importancia en el pensamiento y movimientos de izquierda de Estados Unidos que ha impulsado el ahora famoso Green New Deal. Sobre esto, va a continuación la segunda parte de la entrevista.

*

¿Crees que el sector verde de energía y transportación ha iniciado una nueva longue durée de acumulación de riqueza? Pienso en personas como Elon Musk o Bill Gates, quienes creen firmemente que la solución a la crisis climática es solo tecnológica, no política ni social.

Sí, es una muy buena pregunta, lo digo de verdad porque creo que no hay suficientes personas entendiendo esto y es precisamente lo que está sucediendo. Si lees los periódicos financieros y de negocios lo ves, todo el mundo acepta el “capitalismo verde”. Lo pongo entre comillas porque podríamos preguntarnos: ¿existe un capitalismo verdaderamente verde? Lo que quiero decir con esto es que no es un capitalismo que en realidad es ecológicamente sostenible, sino uno que está cambiando a sectores nuevos para que estos, en lugar de promover los combustibles fósiles, promuevan la energía renovable; en lugar de los automóviles tradicionales, promover los vehículos eléctricos. Esta estrategia de oferta ecológica da la idea de que al consumir aquellos productos estamos haciendo algo bueno por el medio ambiente.

Este tipo de capitalismo verde es el nuevo modelo de acumulación y también, por esa misma razón, el nuevo terreno y contexto de la lucha de clases y de la lucha de los movimientos sociales. No es que no tengamos que luchar contra ExxonMobil o contra el capitalismo fósil, sino que cada vez más luchamos contra una visión de la transición, contra la visión de los capitalistas verdes porque en este momento los inversionistas y las empresas privadas en estos sectores verdes y en sectores tecnológicos adyacentes tienen mucha influencia política; tienen cantidades cada vez mayores de recursos financieros a su disposición porque hay un cambio en el mundo financiero hacia este tipo de activos tecnológicos ambientales y de bajas emisiones de carbono. Ahí es donde va a estar el tipo de nuevo bloque hegemónico.

Los sindicatos, los movimientos sociales, las comunidades, los políticos progresistas, cualquier persona de izquierda, interpretada ésta de manera muy amplia, debería preguntarse: bueno, ¿cuál es nuestra visión de la transición? ¿Es la mismo que la de Elon Musk? Probablemente no, porque Musk no cree en los sindicatos, está frustrando la sindicalización en las fábricas de Tesla, se muda a los estados que le ofrecen la mayor desregulación y el mejor trato con la mayor cantidad de incentivos fiscales y no cree en el sector público o la capacidad del gobierno para garantizar el bienestar. Básicamente, está ganando dinero con la crisis climática. Esto es exactamente lo que deberíamos estar impugnando. Espero que no sea una larga duración y que se puedan ganar algunas batallas para limitar el poder político y económico de estos poderosos capitalistas verdes y así poner en su lugar una visión diferente de una sociedad verde. Ciertamente es el comienzo de un cambio de época.

Ahora me gustaría hablar sobre la posibilidad de un Green New Deal en el Sur Global, específicamente en América Latina, donde ha surgido una idea similar, el Pacto Ecosocial del Sur que mencionaste anteriormente. ¿Cómo podemos imaginar un proyecto así después del fracaso ambiental de los gobiernos de la Marea Rosa en la década de 2010?

El Pacto Ecosocial es un gran paradigma sobre cómo hacer la transición de América Latina hacia una economía no extractivista. A algunos intelectuales de izquierda en Argentina se les ocurrió la idea, luego se extendió a los movimientos sociales y se convirtió en un gran tipo de campaña. Creo que hay dos cosas sobre el Pacto Ecosocial que son un poco diferentes al Green New Deal, pero que se complementan. Una, que no es una diferencia tan fuerte, pero que aún vale la pena mencionar, es que el Pacto Ecosocial realmente se enfoca en el concepto de cuidado, de cuidar a otros humanos, cuidar de nuestra familia, nuestros adultos mayores, nuestra comunidad, nuestros hijos, a cualquiera que necesite cuidados. Todos necesitamos cuidados para prosperar. Esta idea de cuidado también se aplica a los ecosistemas. Afortunadamente, este aspecto cada vez más común en el discurso y la formulación de políticas del Green New Deal.

Además de una transición post-extractivista, el Pacto está respondiendo a la crisis de COVID y su devastación económica en América Latina; demanda un nuevo paradigma porque muchas comunidades se están desmoronando. También tiene un punto muy interesante, que es el siguiente: para que América Latina deje de ser extractivista, necesitamos cancelar la deuda. A causa de la deuda, ya se trate de gobiernos de derecha o de izquierda, América Latina está vinculada al ciclo del extractivismo porque realmente reduce las opciones disponibles para los gobiernos. Cuando hay presión de tan altos niveles de deuda con acreedores extranjeros o instituciones financieras internacionales, lo que está tratando de hacer es simplemente generar ingresos lo más rápido posible para pagarla y además pagar las otras cosas que necesitan hacer. Sin olvidar que el FMI y el Banco Mundial aconsejan que los gobiernos desarrollen sus sectores extractivos y se integren plenamente en el mercado global de productos básicos. Así, existe una conexión entre la deuda y la extracción; de hecho, la deuda obviamente es una forma de extracción.

Nosotros, los ciudadanos del Norte Global, en los Estados Unidos con el GND, también tenemos que exigir la cancelación de esta deuda. Esa es otra forma en que la GND puede ser internacionalista y globalmente justo. No se trata solo de redistribución y mejores políticas comerciales, desarrollo menos intensivo en recursos, sino también de cancelar la deuda que estos países tienen con el FMI. Es una situación totalmente insostenible.

Thea, eres militante de una organización llamada Democratic Socialists of America. ¿Podrías explicar qué significa esto? Desde una perspectiva latinoamericana, es un poco difícil imaginar un movimiento socialista en los Estados Unidos fuera de la academia. ¿Cuáles son los objetivos de la DSA?

Sí, es difícil de imaginar. Cuando hablo con amigos y camaradas en América Latina, realmente tengo que decirles, “En serio, existe”. Y está creciendo constantemente, de hecho. Los socialdemócratas de Estados Unidos tienen una historia que se puede rastrear hasta los años 80 y es una historia interesante. Pero, lo más relevante es por qué se hizo popular, porque fue una organización pequeña durante muchos años. ¿Por qué creció de repente? Esto se debe a una serie de eventos. Primero, fue inicialmente en 2016 con la campaña de Bernie Sanders, quien se identifica como un socialdemócrata y expuso a millones de personas a la socialdemocracia; luego, la gente se enteró de que hay una organización llamada DSA y consideró adherirse a ella. Esto ocurre así a veces en la política. Por otra parte, en 2020, cuando Trump ganó las elecciones, mucha más gente se unió a DSA y, cuando Trump tomó posesión, se unió mucha más. A esto se añaden otros movimientos a la trayectoria histórica, como Black Lives Matter, Occupy Wall Street en 2011, la ola de Standing Rock contra el oleoducto Dakota Access Pipeline, las huelgas de maestros en 2018 y 2019 que fueron realmente huelgas de maestros militantes.

A esto hay que añadir cosas como la desigualdad que es cada vez mayor en Estados Unidos, la insostenible deuda estudiantil, la seguridad social, la crisis de vivienda y la profunda intersección entre raza e injusticia económica, como hemos visto muy claramente en la pandemia. Con este panorama en el país en estos últimos años, la organización ha crecido de diez mil miembros a 90 mil miembros. Es una organización muy grande. Tiene capítulos en todos los estados del país. Hemos respaldado a cuatro miembros del Congreso y, en todos los casos, también son miembros de DSA; entre ellos, Alexandria Ocasio-Cortez, Jamal Bowman, Cory Bush y Rasheeda Talib.

No somos sectarios, hay diversidad. Hay algunos miembros que son casi anarquistas, otros que son comunistas, otros que son más socialistas de planificación estatal. Hay otros que están más interesados en las cooperativas de trabajadores. No es que no haya coherencia. Creo que hay algunos principios y valores compartidos, como la idea de un camino democrático hacia el socialismo, o hacia una sociedad igualitaria. Elegimos nuestro liderazgo a través de un proceso democrático, desde el nivel de capítulo hasta el nivel nacional.

Como militante de DSA, ¿cómo ves la victoria de Joe Biden? ¿Qué significa para la izquierda en Estados Unidos y qué significa para el GND? ¿Cuáles son los próximos pasos de la izquierda estadounidense después de la derrota de Bernie Sanders?

Bueno, pues tenemos a Biden ahora, quien en cierto modo prometió un regreso a la normalidad centrista. Creo que una cosa que es importante remarcar es que la izquierda no está en el poder en ningún sentido en Estados Unidos. Sin embargo, estamos menos marginados del poder, menos distantes de él, menos excluidos. También menos reprimidos, como pasó en la década de 1970 con los movimientos del Black Power, o en la década de 1950 cuando el Estado persiguió a los comunistas y socialistas en el movimiento obrero durante la era McCarthy. Ha habido momentos en los que era peligroso ser de izquierda, o radical, o anticapitalista.

Todavía hay mucha violencia estatal, vivimos en uno de los países con más violencia policial y la mayor población carcelaria. Hay mucha violencia estatal, pero hay un ambiente menos represivo para organizarse socialmente. Creo que deberíamos darnos cuenta de que tenemos un poco más de espacio para maniobrar de esa manera. Además, también tenemos un demócrata en la Casa Blanca y el Congreso bajo control demócrata; aunque es un control muy débil, es mejor que tener el control republicano, porque Biden básicamente no podría hacer nada; por ejemplo, el estímulo de 1.9 billones de dólares que acaba de aprobarse nunca habría ocurrido sin el control demócrata del Congreso.

Si nos fijamos en los detalles de ese estímulo, faltaron muchas demandas importantes de la izquierda, como el salario mínimo de 15 dólares la hora. Bernie como presidente habría presionado para mantenerlo. Pero algunas de las cosas en esa legislación son cosas por las que la izquierda ha luchado: formas de apoyo estatal directo a los ingresos, ayuda para diferentes grupos marginados, vacunas, etc. No veo el proyecto de ley como una victoria. No obstante, tiene fuerte influencia de las demandas de los movimientos sociales. Entonces, creo que lo importante de la izquierda en este momento es no desanimarnos del todo cuando no ganamos todo lo que queremos, porque es muy fácil desanimarse. A veces, desanimarse es la salida más fácil, es más fácil creer que nada es posible. Creo que estamos en un momento en el que una mayor parte de la población está preparada para una política de izquierda. 

Hay cosas que solían ser totalmente radicales, como por ejemplo Medicare For All, o la moratoria de desalojos para inquilinos, la idea del Green New Deal en sí. Todas estas cosas que eran muy marginales o radicales y, ahora al menos, los centristas tienen que responder a ellas. Y en algunos casos, partes de esas demandas políticas se convierten en proyectos de ley o en versiones diluidas. Lo importante que debe hacer la izquierda ahora en el momento posterior a Bernie es aprovechar las oportunidades donde sea que podamos encontrarlas para hacer demandas nacionales muy audaces. Al mismo tiempo que hacemos trabajo local, no debemos dejar al Congreso solo, debemos estar constantemente exigiendo cosas en el Congreso y meter presión. Además, tenemos que seguir organizando a la clase obrera, educar políticamente a la gente, ayudarla a desarrollar su capacidad y agencia políticas, incorporarlas al proceso político. Esto no sucede por sí solo. Muchas personas están ocupadas, abrumadas por su vida cotidiana, nunca han estado involucradas en política. La izquierda tiene que llegar a estas personas donde sea que estén.