Este año Ecuador tuvo una de las elecciones más dramáticas de su historia reciente. En lugar de presenciar una elección clásica en América Latina, donde los partidos de izquierda y derecha compiten por la presidencia, también vimos una división en la izquierda. Por un lado, se encuentra Andrés Arauz del partido político Movimiento Fuerza Compromiso Social, que catapultó a Rafael Correa a la presidencia en 2007 durante el auge de la izquierda en América Latina, también conocido como la Marea Rosa. Por otro lado, aunque se quedó corto en votos para participar en la segunda vuelta, está Yaku Pérez, candidato del Pachakutik, el partido político del pueblo indígena de Ecuador. Este colapso no fue reciente ni espontáneo. Fue un hecho histórico que, en mi opinión, define muchos aspectos de la nueva izquierda en América Latina que muchas veces se opone a la llamada izquierda “tradicional, nacionalista” que lucha contra el imperialismo, el neoliberalismo en favor de la soberanía y la nacionalización de los recursos naturales. Esta otra izquierda moderna, además de luchar por las posturas anteriores, también considera algunas nociones que contradicen temas de esa otra agenda, como el ambientalismo, los derechos de la naturaleza, los derechos de los pueblos originarios, el anti-extractivismo, etc.

Con el fin de comprender y dar sentido a este conflicto y su impacto en el futuro de Ecuador a propósito de las próximas elecciones, entrevisté a Thea Riofrancos, autora de A Planet to Win: Why We Need a Green New Deal y Resource Radicals: From Petro-Nationalism to Post-Extractivism in Ecuador, en donde narra la ruptura entre las políticas del gobierno de Rafael Correa y los pueblos indígenas. Thea, nacida en Nueva York, es profesora de ciencias políticas en Providence College, en Rhode Island, y su carrera académica y su pasión por los movimientos sociales la llevaron poco a poco a especializarse en la historia y política de Latinoamérica tanto en Estados Unidos con las comunidades migrantes como en algunos países hispanos: ha documentado y participado en movimientos sociales, especialmente el ocurrido en Ecuador durante las protestas contra el extractivismo en años recientes. Además, es militante de Democratic Socialists of America, una organización socialista de gran importancia en el pensamiento y movimientos de izquierda de Estados Unidos que ha impulsado el ahora famoso Green New Deal. Aquí la primera parte de la entrevista.

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En tu libro narras la ruptura entre el gobierno progresista y el movimiento indígena en Ecuador durante la presidencia de Rafael Correa. Por un lado, Correa, después del fracaso de la iniciativa Yasuní-ITT, decide extraer petróleo con una égida nacionalista (lo que en tu libro llamas “nacionalismo radical de los recuses naturales”); por otro lado, el movimiento indígena rechaza ese proyecto y propone, por el contrario, mudar hacia un futuro post-extractivista (lo que llamas “anti-extractivismo radical de los recursos naturales”). ¿Por qué aconteció esta ruptura?

Así es, parte de lo que intenté en el libro es historiar el conflicto que has explicado. Este conflicto, como bien dices y es muy evidente, acontece cuando los gobiernos de izquierda en Latinoamérica llegan al poder durante un boom histórico de materias primas, sobre todo las materias que exportan varios países de la región, como productos agrícolas y otros de origen extractivista. Esto se debió principalmente a la rápida industrialización de China. Asimismo, los gobiernos de izquierda llegan al poder a partir de finales de la década de 1990, primero con Hugo Chávez y luego uno tras otro en la región, y también llegan cuando había problemas sociales desde hacía décadas, como la pobreza, problemas crónicos en torno a la vivienda, educación, salud, desnutrición, etc. Al mismo tiempo, los movimientos sociales venían exigiendo mejor redistribución de la riqueza, servicios sociales y acabar con la austeridad neoliberal que había gobernado la región durante mucho tiempo, especialmente impulsada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero también por las élites nacionales.

Estos gobiernos de izquierda utilizan los ingresos de las exportaciones para financiar servicios sociales, infraestructura pública y formas de desarrollo económico que vieron como necesarias, pero también que fueron muy populares y demandadas por los movimientos sociales cuando resistían a los gobiernos neoliberales. La consecuencia fue que estos gobiernos intensificaron un modelo extractivista de desarrollo que habían heredado. Podríamos decir que este modelo de desarrollo fue creado durante la época colonial, 500 años antes, y en varios momentos de la historia latinoamericana, incluido el neoliberal, este modelo se ha ido intensificando con el tiempo. En realidad, solo hay una excepción histórica a esta tendencia, que es durante el período desarrollista de la industrialización comandada por el Estado y que ocurrió entre las décadas de 1930 y 1960 en algunos países. Destacan casos como los de Argentina, Brasil y México, pero la mayoría de los demás países en realidad no vivieron una industrialización muy profunda, entre estos Ecuador, que dependía de las exportaciones de productos básicos y materias primas. Los gobiernos de la Marea Rosa heredaron este modelo y lo intensificaron, porque tenían el incentivo de precios altos para las materias primas, pero también, lo que es más importante, porque llegaron al poder prometiendo que lo harían, y por eso fueron elegidos; llegaron no precisamente para intensificar el extractivismo, sino para financiar programas sociales.

Lo que esto significó para los movimientos sociales es que se vieron atrapados en una posición muy difícil. No todos los movimientos o sectores populares de América Latina se resistieron al extractivismo; muchos de ellos de hecho pensaban que, entre mayor gasto, mayor redistribución, y por ello demandaban expropiar las compañías de petróleo y gas para que las administrara el Estado y luego éste redistribuyera los ingresos. Pero en algunos casos, y cada vez con mayor frecuencia, especialmente en Ecuador, esto desencadenó en un enfrentamiento entre los movimientos sociales y el Estado por el tema del modelo extractivista de desarrollo. Y es precisamente en esta encrucijada que, de manera interesante e irónica, justo cuando un gobierno de izquierda prevalece sobre un modelo extractivista de desarrollo, que para algunos movimientos sociales realmente se aclara el verdadero problema, que es el modelo extractivista de desarrollo.

Este choque fue muy intenso y dramático en Ecuador (comparado con otros casos) porque divide a la izquierda ecuatoriana muy diferenciadamente. La razón por la que fue tan intenso se debe a una larga historia de movimientos indígenas que abarcan desde las comunidades de base y las localidades hasta una escala nacional y que tienen una forma territorializada, federada y políticamente muy efectiva de organización. Esa federación se denomina CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) y, según han dicho los académicos, especialmente a finales de los años 90 y principios de 2000, antes de que Correa llegara al poder, fue el movimiento social más poderoso de todo el hemisferio porque obligó a varios gobiernos a renunciar y pudieron paralizar o prevenir varias reformas neoliberales. Este movimiento durante mucho tiempo ha enfrentado y luchado en torno a los temas de derechos territoriales, distribución de tierras, extracción de recursos, los costos ambientales y sociales del extractivismo que asumen las comunidades indígenas, especialmente los movimientos indígenas amazónicos que se habían formado políticamente para resistir el petróleo, la tala y la apertura de la frontera agrícola.

Entonces, cuando llegó gobierno de izquierda al poder con una política de desarrollo económico equitativo que, en efecto, es importante señalar, sacó a millones de personas de la pobreza y redujo la desigualdad social y económica a través de la extracción de recursos, particularmente en el caso de Ecuador a través del petróleo y la minería a gran escala, la cual se inauguró bajo la administración de Correa, surgió un enfrentamiento con movimientos de comunidades que incluso habían votado por Correa. Algunos de esos movimientos habían apoyado fuertemente el ascenso de Correa al poder, pero cuando ven que él está muy comprometido con la extracción como única forma de financiar programas sociales equitativos, de redistribución, inversión pública, etc., se preocupan cada vez más por las consecuencias sociales y ambientales y, a un nivel más profundo, por las consecuencias para su autodeterminación territorial. Esto crea una crisis existencial porque o se tiene un proyecto minero a una gran escala o se tiene la integridad territorial de la comunidad indígena; no se pueden tener ambos en la misma parcela de tierra porque una mina es muy extensa en términos territoriales y los efectos van mucho más lejos en términos de contaminación del agua y el suelo. En suma, esto se convirtió en un conflicto político existencial.

¿Qué lecciones sacamos de esta ruptura entre un gobierno progresista y el movimiento indígena?

Creo que es una buena pregunta porque, ante todo, te dice algo sobre los gobiernos de izquierda en el Sur Global, en cualquier país con pasado colonial que tuvo que emanciparse del dominio imperial y luego entrar en el escenario mundial con una base muy desigual en comparación con los típicos centros históricos de poder. Debo decir que esos países están atrapados en una condición muy difícil porque la economía de las colonias fue moldeada por el poder imperial. Las colonias se configuraron para proveer recursos para la economía central industrializada, es decir, para eso están configurados sus sectores económicos. Transformar esa condición extractivista, que podría abarcar cientos de años de historia, a sectores económicos no tan extractivos, implica desmantelar actividades económicas y formas complejas con las que el país se organiza geográficamente y que fueron establecidas hace mucho tiempo.

Entonces, creo que lo primero y más importante, es el desafío hacia una transición post-extractiva en el Sur Global. No es imposible. De hecho, esto me lleva al siguiente punto, que no es que sea imposible, sino que implica o requiere cambios en otras escalas. No se puede esperar que Ecuador, un solo país en el sistema mundial, que es una pequeña economía altamente dependiente de las exportaciones de petróleo y minería para los ingresos estatales, simplemente abandone esos sectores. ¿Y entonces qué?, ¿qué sucede cuando hay que pagar por las necesidades de las personas? Es una posición difícil para un solo país, pero podríamos imaginar que sería mucho más fácil si hubiera una coordinación regional: un grupo de gobiernos de izquierda comprometido con lograr una coordinación regional, tal vez incluso por una redistribución interna entre países más ricos, países menos ricos. De hecho, se podría planificar una transición regional ajena al extractivismo. No se trata de un solo país, sino también, lo que es más importante, de la región en su conjunto la que puede protegerse y hacer frente a entidades más poderosas. ¿Qué pasaría si toda la región actuara de manera solidaria y coordinada para enfrentar al FMI, enfrentar a las grandes corporaciones, al gobierno en Washington DC?

Ahora bien, este es por supuesto un gran desafío político, pero estos son los tipos de formas en que necesitamos pensar, especialmente con el cambio climático. Y me encanta que menciones la Iniciativa Yasuní-ITT, porque todos en Ecuador tienen su versión sobre por qué la iniciativa no funcionó. Mucha gente dice que Correa no negoció lo suficiente; otras personas dicen que la comunidad global nunca hubiera aceptado algo tan radical. Creo que hay mucha verdad en ambas explicaciones. Pero me gustaría señalar que la comunidad global, y especialmente el Norte Global, está en deuda ecológica con el Sur Global y por eso debería redistribuir los recursos (que realmente fueron saqueados del Sur durante cientos de años de colonialismo) con la finalidad de financiar formas de desarrollo más renovables, verdes, bajas en carbono y no extractivas, y para mantener el petróleo en el suelo. 

Creo que es un punto muy importante que, de hecho, no fue una idea tan original. De hecho, fue una iniciativa de la sociedad civil originada en la larga historia de movimientos sociales que reclamaban este tipo de acciones. Entonces, creo que, para la justicia ecológica global y la posibilidad de una transición post-extractivista en países anteriormente colonizados, se necesita una redistribución a escala global. Esto es algo por lo que los activistas del Norte Global, especialmente, deberían presionar, porque tenemos influencia sobre los gobiernos que elegimos. Es más difícil que alguien de Ecuador influya en DC, pero tal vez nosotros sí podamos.

Thea, en el contexto ecuatoriano —y el latinoamericano en general— me parece que, después de leer tu libro, para los gobiernos de la Marea Rosa ser anti-neoliberal no fue suficiente; nacionalizar los recursos no fue suficiente. Por ejemplo, la administración de Correa fue el régimen más extractivista de la historia de Ecuador a pesar de su retórica anti-neoliberal y en su campaña por la extracción de petróleo mantuvo una retórica muy anti-izquierdista que, a mi parecer, suena muy neoliberal.

Todo esto tiene que ver con Correa mismo, y no quiero reducir el asunto a una sola persona, pero los individuos importan en la política, especialmente cuando son líderes y sus propias sensibilidades, formación e ideología moldean la manera en que interactúan con otras personas de su gobierno y con lo movimientos sociales. Creo que siempre es importante tener en cuenta que Correa, a pesar de lo que dicen las fuerzas conservadoras en Ecuador y de los medios estadounidenses que lo tildan de izquierdista radical, es una persona que se identifica como “socialista del siglo XXI”. Sin embargo, su socialismo en realidad no involucraba muchas de las características clásicas del socialismo. Básicamente, no hubo expropiación de propiedad privada; las empresas estatales, con la excepción de la petrolera estatal, no tuvieron un papel importante en la economía durante su gobierno. Entonces, la economía eran empresas privadas, y él no quitó propiedades, no redistribuyó la tierra en una escala masiva o incluso en una escala menor. Hay muy poca redistribución de tierras bajo el gobierno de Correa. Con otros gobiernos de la Marea Rosa hubo mayor distribución de tierra, pero en general podemos decir que no lo suficiente.

El objetivo principal consistió en utilizar los ingresos estatales para mejorar las oportunidades de desarrollo, para asegurarse de que las personas tuvieran más ingresos, pero gastaban esos ingresos en los mercados privados, como en cualquier otro país capitalista. La formación de Correa es la de un economista progresista y (podríamos decirlo técnicamente) heterodoxo. Es un economista que criticaba el neoliberalismo y su crítica estribaba en que el neoliberalismo básicamente no permitía que el Estado tuviera un mayor papel en la coordinación económica. Él no pensaba per se que el Estado debía poseer los principales sectores de la economía o tener grandes empresas estatales; pensaba que el Estado debía tener un papel en la coordinación de la actividad económica. Pero incluso allí no fue tan radical porque lo que básicamente llevó a cabo el Estado fue la expansión de un nuevo sector extractivo. No fue, por ejemplo, como en los años 30 a 60, cuando los gobiernos de América Latina crearon sectores industriales donde no los había. Era el mismo modelo económico, pero el Estado ayudó a presionar para tener un nuevo sector extractivista además del petróleo: ahora también la minería.

Volviendo a Correa, se enfrascó muy fácilmente en una dinámica de polarización, además que le gusta discutir, le gusta debatir y, apenas se mete en un debate, es un poco terco en sus posturas. Dicho esto, lo que acabó pasando fue que los movimientos sociales perdieron rápidamente la posibilidad de diálogo; por cierto, tenían una posibilidad al principio, porque la CONAIE y otros movimientos sociales apoyaron fuertemente su ascenso al poder, la Constitución y la Asamblea Constituyente. Pero, básicamente, tan pronto como el movimiento indígena se vuelve más crítico con la minería, Correa polariza contra ellos. Ni siquiera es tan anti-izquierdista, diría yo. Se podría decir eso, y está bien, no es incorrecto, pero matizaría lo siguiente: Correa quería definir qué era el izquierdismo de una manera que, por definición, los movimientos anti-extractivos caían en lo opuesto. Ellos eran los que estaban traicionando la causa del izquierdismo, porque en su opinión (no estoy adoptando esta visión suya) estaban argumentando en contra del extractivismo y, por lo tanto, en contra de los derechos del Estado a tener los ingresos para pagar los programas sociales.

En su opinión, los movimientos anti-extractivistas eran los anti-izquierdistas porque se trataba de gobierno elegido democráticamente, que era muy popular, que seguía siendo reelegido, que estaba haciendo importantes reducciones de pobreza. Entonces, Correa ve al movimiento social que se le opone y le dice: “Ustedes son los anti-izquierdistas porque yo estoy implementando un programa de gobierno de izquierda que es popular”. A lo que le responden: “No, usted es el anti-izquierdista, porque la está traicionando, porque está violando la soberanía territorial de los pueblos indígenas, está creando consecuencias ambientales negativas, está gobernando de una manera muy centralista y no tan democrática como debería ser”. Para estos movimientos, de hecho, él estaba violando la Constitución porque ésta establece los derechos de la naturaleza, la consulta previa, todo eso.

Así, lo interesante de Ecuador es que cuando la izquierda llegó al poder, se generó todo un debate sobre qué es la izquierda, pero de manera muy dramática sobre temas como el medio ambiente, el extractivismo, los derechos indígenas, etc.

En la reciente elección presidencial, Andrés Arauz, el candidato apoyado por Correa, es todavía favorito para ganar las elecciones. Sorprendentemente, otro candidato de izquierda, Yaku Pérez, quedó en tercer lugar. Ambos candidatos, Arauz y Pérez, representan la división de la izquierda en Ecuador y yo diría que el resto de América Latina: la izquierda extractivista y nacionalista que quiere seguir extrayendo petróleo y explotando los recursos naturales para financiar programas sociales, y la izquierda post-extractivista que lucha por un futuro diferente. ¿Qué opinas de todo esto? ¿Qué está en juego si Arauz gana?

Es complicado, porque la coyuntura electoral en Ecuador tuvo varias sorpresas y giros. Fue muy difícil de seguir incluso para alguien que tenga experiencia en el estudio de la política ecuatoriana. Me gustaría agregar un poco más de contexto a lo que dijiste y voy a responder la pregunta en el proceso. Entonces, en la primera vuelta de las elecciones sucedió algo sorprendente, que es que antes de que se contabilizaran todos los votos, en el conteo inicial anticipado, la autoridad electoral mostró que el puntero era Arauz, pero sin lo suficientes votos como para evitar una segunda ronda. Tenía aproximadamente un 30 por ciento. Debajo de él estaba Yaku Pérez y luego, en tercer lugar, Guillermo Lasso, un banquero de derecha que se postula por tercera vez para presidente.

Lo sorprendente de Pérez es que aparentemente quedó en segundo lugar inicialmente porque obtuvo la mayor cantidad de votos que cualquier otro candidato presidencial indígena de Pachakutik, el partido indígena, en la historia de Ecuador. Por lo general, el voto de Pachakutik es más indígena, tal vez no al 100%, pero este es generalmente el caso. Yaku Pérez, por lo que podemos deducir de las encuestas y sus mítines, se acercó a segmentos de la población que tal vez no se identifican como indígenas, pero que son ambientalistas, jóvenes, feministas o de diferentes convicciones políticas, pero les convenció su candidatura. De alguna manera, Pérez rompió con una identidad étnica en la votación.

Así, la segunda cosa interesante, que ya dijiste, es que parecía que, en la segunda vuelta, iba a ser como en mi libro, izquierda anti-extractivista contra izquierda nacionalista de recursos. Sin embargo, lo que pasó es que luego de contados los votos finales resultó que Guillermo Lasso tuvo un poco más de votos que Pérez. Ahora, lo que también resultó sorprendente, dado todo lo que hemos hablado, es que Pérez cuestionó los resultados, dijo que hubo fraude. Hubo muchos momentos complejos porque hay gente anti-Correa tanto en la derecha como en la izquierda, lo que significa que a veces hay alianzas efímeras y estratégicas inusuales, puramente instrumentales, de otros grupos que tampoco quieren que Arauz sea presidente y, de hecho, curiosamente, preferirían a Pérez, a pesar de que es un líder indígena anti-extractivista. Este tipo de alianzas inusuales continuaron sucediendo, pero todas eran efímeras y un poco transparentes. Así, la CONAIE y Pachakutik, aunque éste es el partido político de la primera, en varios episodios recientes ha estado en desacuerdo. No son un reflejo del otro. En el último mes y medio más o menos hubo momentos en los que otros líderes de la CONAIE a nivel nacional rechazaron cualquier alianza con la derecha porque estaban preocupados por esa tentación de un frente anti-Correa o anti-Arauz que colaborara con la derecha y la izquierda. COANIE es muy clara en sus posturas anti-capitalistas, antiimperialistas, es un movimiento muy militante que no quiere hacer eso, pero Pachakutik, que es impelido por diferentes incentivos porque es un partido político, tiene a veces tendencia a hacer este tipo de alianzas. 

Ahora, déjame responder el resto de tu pregunta sobre Arauz, cómo podría gobernar, e incluso podría agregar un par de cosas más sobre Pérez. Creo que una cosa importante a señalar sobre Pérez es que es un líder anti-extractivista muy fuerte, específicamente anti-minero. Es un líder indígena en varios niveles del movimiento indígena, ha servido y ocupado cargos electorales. Pero creo que, y es justo decirlo, él realmente no proviene de la parte más izquierdista del movimiento indígena. Es anti-extractivista, pero es menos claro en temas relacionados con la política económica, o cómo negociar con el FMI, o cómo debería ser la inversión pública. No tiene un programa claro para la izquierda sobre algunos de estos temas. Hubo otros candidatos que iban a ser candidatos presidenciales por Pachakutik —especialmente, por ejemplo, Leonidas Iza, un líder indígena de Cotopaxi— que son candidatos de izquierda mucho más claros y perdieron ante Yaku Pérez en la elección interna de Pachakutik. Siempre es importante entender que los movimientos no son monolíticos y que la CONAIE tiene diferentes vertientes políticas, pero la mayoría de la gente está de acuerdo de manera imparcial y objetiva en que Yaku Pérez no proviene de la parte más izquierdista de la población indígena.

Ahora, en cuanto a Arauz: ¿será un Correa 2.0? Creo que esta es la verdadera pregunta que me estás haciendo y que otras personas también se hacen: ¿replicará el estilo de Correa, sus políticas, programas, etc.? No creo que vaya a replicar el estilo de Correa porque éste es muy carismático, pero también tiene una personalidad muy intensa. Correa se deja llevar por el conflicto. No negocia fácilmente. No suele dialogar. Piensa en términos de amigo o enemigo. Es muy maniqueo, todo es blanco y negro. Arauz, por su lado, no es así, él es más abierto. Es más joven, es más progresista también en muchos temas. Por ejemplo, Correa es muy conservador en algunos temas sociales. Es católico, es religioso, está en contra del aborto. A veces tiene una comprensión misógina de las mujeres y la libertad sexual. Arauz, por el contrario, es un progresista contemporáneo, tiene puntos de vista progresistas sobre temas sociales. Correa es asesor importante de Arauz, pero éste no acata todo lo que aquel le dice.

La prueba real vendrá exactamente con lo que hemos estado hablando: ¿cómo lidiará con el extractivismo? Y no lo tengo del todo claro. Por un lado, creo que está mucho más dispuesto a dialogar y de llegar a algún consenso con las comunidades indígenas y quizás también con el movimiento indígena. Por otro lado, contempla el extractivismo como parte de su programa económico. En tercer lugar, y terminaré aquí, él tiene una visión no solo extractivista sino de industrialización de Ecuador, quiere ir un poco más hacia el desarrollo económico. No estoy segura de cuán factible sea esto en el corto plazo, pero ciertamente es un poco diferente porque Correa realmente no enfatizó la industrialización, se enfocó en la extracción y la exportación.

Thea, perteneces a un grupo de intelectuales que propone un Green New Deal en Estados Unidos que consiste en reformar la economía, el sector energético y también un programa que incluye soluciones para las injusticias sociales, raciales y ambientales. Pero ¿es posible tener un GND estadounidense bajo un capitalismo global cuando la frontera de extracción del sector verde funciona tal como lo han hecho las corporaciones petroleras en el Sur Global? ¿Cómo sería un GND sin un modelo económico extractivista cuyos impactos, por cierto, son enormes en países como Ecuador?

Pienso en esto todo el tiempo y solo quiero señalar que esta cuestión es la misma que en Ecuador: ¿puede haber una transición post-extractivista en Ecuador? Pero lo están planteando desde el otro ángulo, que es ¿puede haber una transición hacia energías renovables en Estados Unidos sin imponer el extractivismo en el Sur Global? Ya vimos que estas diferentes partes del mundo están conectadas precisamente por el capitalismo global, pero hay otra forma en que podemos estar interconectados, otra que no es tan explotadora. Esta sería la meta; sin embargo, vivimos en este sistema capitalista global: ¿qué hacemos? Creo que la respuesta es sí, podemos tener un GND en los Estados Unidos sin reforzar el extractivismo brutal, rapaz, intenso y disruptivo en otros lugares. Podemos, pero solo si eso es lo que planeamos, pretendemos, queremos y exigimos. Si sólo demandamos una transición energética que sea socialmente justa dentro de Estados Unidos, si no pensamos más allá de las fronteras, entonces podemos replicar muy fácilmente relaciones comerciales desiguales o incluso cosas peores para el medio ambiente en lugares que son considerados zonas de sacrificio.

Aquí entra la cuestión de la solidaridad internacional y de cómo defendemos los derechos democráticos de otras comunidades que rechazan el extractivismo y que desean una forma propia de desarrollo que no se base sólo de abastecernos de materias primas. Todo esto no es imposible y solo daré algunos ejemplos. En primer lugar, Estados Unidos tiene la obligación de destinar mucho más dinero a la redistribución global para la mitigación climática, para la resiliencia y para pagar lo que muchos académicos y movimientos sociales llaman deuda ecológica, la cual es producida por las formas de extracción del Norte Global y requerida por el capitalismo global. Las personas que más están sufriendo la crisis climática en el mundo son las que menos contribuyeron a ella. Es una situación muy injusta y la forma de reparar esa injusticia es por medio de la distribución de recursos para que las comunidades más vulnerables al cambio climático y que además contribuyeron poco a la crisis, tengan las herramientas necesarias para que hagan la transición energética, para ser resistentes al aumento del nivel del mar y a condiciones climáticas extremas.

En segundo lugar, los acuerdos comerciales. Estos son extremadamente desiguales porque protegen, incluso más allá de los gobiernos del Norte Global, a las corporaciones multinacionales y les otorgan mayor soberanía que la que tienen los gobiernos del Sur Global sobre sus propias economías. Necesitamos invertir totalmente los acuerdos comerciales para que, en lugar de proteger a las corporaciones, incentiven la regulación ambiental, los derechos laborales y los derechos de los indígenas. Incluso pueden ser un vehículo para esa redistribución y para garantizar que todos los gobiernos tengan acceso a recursos primordiales para luchar contra el cambio climático.

En tercer lugar, y esto es lo más difícil porque llega a la raíz del problema, es pensar y exigir tanto como sea posible que tengamos una transición a energías renovables; por ejemplo, reducir o eliminar las emisiones de carbono del transporte, la vivienda y de nuestro sector energético para que utilicen menos recursos y este es, de hecho, uno de los problemas con las tecnologías verdes, como las baterías de litio (que investigo ahora en mi proyecto actual), las turbinas, los paneles solares o vehículos eléctricos. Consumen muchos minerales para producirse, entre ellos algunos que hemos mencionado implícitamente, como el cobre, que es un mineral que se extrae Ecuador y es muy necesario para las energías renovables. Cuando se electrifica la transportación, por ejemplo, se necesita cableado de cobre en los automóviles. Por ejemplo, en lugar de querer que cada persona tenga su propio vehículo eléctrico, podríamos tener una transición energética centrada más en el tránsito colectivo, o en caminar, o andar en bicicleta, tener ciudades sin automóviles o partes enteras de la ciudad sin automóviles. Así usaríamos mucho menos cobre, litio, cobalto y níquel porque no creamos tantos bienes de consumo que simplemente se usan de manera individualista. También podemos construir cosas para que estén más próximas y no nos desplacemos tan lejos hacia nuestro lugar de trabajo. Podemos rediseñar la sociedad para que no sea tan extractivista y hay una manera de hacerlo con la tecnología, con las políticas, con la planificación urbana, etc.

La ruptura entre el gobierno de Correa y los pueblos originarios de Ecuador dio origen a una de las filosofías más importantes contra la crisis climática: el buen vivir. ¿Cómo conciliar la GND con los principios del buen vivir?

Creo que honestamente deberíamos discutir esto más frecuentemente y lo que quiero decir con esto es que los movimientos a favor del Green New Deal, por la transición energética en los Estados Unidos, Europa o Canadá, aunque muy desiguales internamente, deberían aprender mucho del Sur Global y particularmente de los movimientos, conceptos, ideas y paradigmas latinoamericanos. No porque los gobiernos de izquierda latinoamericanos hayan implementado plena y exitosamente esas ideas y conceptos, ya hablamos de sus fracturas internas precisamente porque no estaban impulsando lo que pedían los movimientos sociales. Pero independientemente de esto, dentro de esos gobiernos y movimientos que tuvieron desacuerdos, sí surgieron ideas totalmente innovadoras, de formas de pensar sobre cómo los seres humanos y la naturaleza deberían relacionarse, qué significa vivir dentro de un planeta que tiene límites y que de alguna manera es muy generoso, y por ello deberíamos disfrutar de las bondades de la naturaleza de otra manera.

Creo que es realmente en América Latina donde movimientos indígenas y ambientalistas radicales han ideado nuevas formas de pensar sobre estos temas. De hecho, existe esta nueva idea del Pacto Ecosocial que plantea preguntas sobre las relaciones entre los seres humanos, la naturaleza, el gobierno y la economía. Estas ideas fueron articuladas y acuñadas y, en algunos casos, como en Bolivia o Ecuador, están en sus constituciones, pero lo que realmente significa implementarlos todavía es controvertido y se está pensando en ello. Se podría pensar en un Green New Deal en este sentido, pero eso significa que los activistas estadounidenses tienen que pensar en sí mismos en términos globales, en relación con otras comunidades y aprender de ellas, como parte de un hemisferio compartido. No tenemos esa visión ahora en los Estados Unidos, una verdadera orientación internacional entre los movimientos; pero, con suerte, tendremos más en el futuro.