Echando mano de la historia de larga duración y de amplias referencias con las que rastrea los lazos, trayectorias, influencias, presencias y vínculos entre los distintos movimientos de la izquierda global y las expresiones también variadas de la izquierda mexicana, Carlos Illades realiza en su libro El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México, un ejercicio reflexivo, riguroso y profusamente documentado que nos adentra en uno de los procesos más singulares de la historia política y cultural de los últimos dos siglos. Organizado en ocho capítulos se condensa en el texto, con claridad y brillante exposición, la dificultosa configuración política, social, cultural e ideológica de las izquierdas mexicanas.
Las preguntas esbozadas al inicio del libro, y que resuenan a todo lo largo del mismo, resultan cuestionamientos que no pueden menos que convocar a intentar anudar aquél pasado con nuestro presente: ¿por qué resulta importante o necesario discutir, todavía hoy, sobre la izquierda?; ¿cómo evitar, se pregunta el autor, que este esfuerzo no derive en un ejercicio de mera “especulación ociosa”?
Leído desde una clave sociológica, el desafío analítico que propone Illades lleva también inscrita la necesidad de salir de aquello que Norbert Elias denominó como el “atrincheramiento en el presente” (La civilización de los padres y otros ensayos, Bogotá: Norma Editoral, 1997) y evitar subsumir la producción de conocimiento a los caprichos de lo efímero o, peor aún, a los dictados o imposiciones de las estructuras de poder.
Así, Illades propone una historia que sale de las codificaciones lineales y que renuncia a las visiones teleológicas. Adentrarse y rastrear de esta manera acuciosa los acontecimientos que unen las continuidades, “las líneas de fuga y las diferencias”, dice él, de las izquierdas, implica poner en práctica una exposición y comprensión procesual de las distintas temporalidades y densidades sociohistóricas que las conforman.
Se podría decir que preguntarse desde el presente por el sentido de la izquierda, como proyecto político, ideológico y cultural es también un ajuste de cuentas con esa historia y sus derivas para ser capaces de imaginar su futuro. En efecto, el autor presenta y expone episodios de la izquierda global con los que conectan a los revolucionarios franceses de finales del siglo XVIII con las expresiones del socialismo romántico y del anarquismo del XIX, y con aquellas disputas intelectuales que abrieron el paso hacia el socialismo científico, a la crítica de la economía política y después al marxismo como expresiones radicales de la práctica crítica y del proyecto de superación del capitalismo. En este recorrido, es la cuestión social, la matriz discursiva y de imaginación y construcción de políticas específicas, la que puede darnos el hilo conductor a lo largo de todo este pasaje hasta el presente.
Las izquierdas tienen una larga trayectoria en el conjunto de los estudios sociales, en particular desde la historia, la sociología y la ciencia política. Esto se debe, me parece, a dos consideraciones fundamentales: una primera, más inmediata y que se puede denominar como contextual, descansa en el hecho de que, como productos de la modernidad capitalista, las luchas de las izquierdas y sus formas de organización y movilización, así como las ciencias sociales como disciplinas diferenciadas de la filosofía social y del pensamiento social en general, coinciden temporalmente en su formación. La segunda, estaría dada a partir de los énfasis textuales, es decir, de los problemas y objetos construidos por las disciplinas sociales emergentes, pero sobre todo por el pensamiento crítico y militante que, desde sus trabajos e incursiones fundacionales, identificaron como prioritarios y en torno a los cuales desplegaron una serie de recursos y herramientas teóricas y políticas que se constituyeron en la base del conocimiento de lo social y, también, de su transformación.
La preocupación, entonces, tanto de las disciplinas sociales como de las izquierdas por la cuestión social y las problemáticas paralelas que conlleva, como la formación de Estados e instituciones, la ampliación de derechos y luchas contra la desigualdad, entre otros, han sido objetos de estudio sustantivos que, sin embargo, no se han mantenido necesariamente de forma constante, ni en la complejidad de las elaboraciones teóricas ni en la cantidad de investigaciones empíricas por cuanto que está relacionado de manera estrecha con los proyectos políticos y sociales que inciden en su propia definición conceptual y configuración material. En este sentido, la propia trayectoria y los ciclos en los que la izquierda como problema ha ocupado lugares prominentes, o cayó en reflujo dentro el campo académico, son indicativos de los diversos procesos históricos, sociales y políticos que la definen y ponen en tensión.
Así, desde la última década del siglo XX se operó un giro en los estudios sobre la izquierda y sobre la política en general que podría considerase como una prolongación de la tendencia a la reclusión en el presente, al que hacía alusión antes, de gran parte de las disciplinas sociales. En efecto, cuando las contrarreformas neoliberales alcanzaron una breve, pero intensa capacidad de control hegemónico durante la década de 1990, las reflexiones sobre y desde la izquierda parecieron disolverse en una difusa gama de conceptos y términos que la desplazaron casi hasta volverla una matriz anacrónica o, en el mejor de los casos, secundaria de los análisis sociales y políticos.
A partir de ese contexto de imposición de la normalidad del discurso del liberalismo radicalizado -libre mercado, desregulación económica y privatización de bienes y servicios públicos-, es que se registra la apertura de un umbral entre épocas que implicaba, según ciertas versiones, el fin de la historia y con ello, de los conflictos estructurales y de los sujetos históricos de dichos conflictos que habían caracterizado el corto siglo XX (Anderson Fin de la historia, Barcelona: Anagrama, 2002; Hobsbawm, E. (2002). Cambiar el mundo, Barcelona: Editorial Crítica, 2002).
Acudiendo a la metáfora de la evanescencia de lo sólido en las sociedades capitalistas, este régimen de historicidad y socialidad presentista se convertía de nueva cuenta en el canon del neoliberalismo como proyecto político, desvaneciendo ahora las conquistas sociales materializadas a lo largo de los dos siglos anteriores en diversas mediaciones estatales con carácter conservador y despolitizante.
Sin embargo, los movimientos sociales y los partidos emergentes, que todavía encontraron algunos hilos de comunicación con el pasado reciente, es decir, con aquéllas formas de izquierda configurada en el ciclo de experiencias guerrilleras y lucha estudiantil, no perdieron su vigencia y fueron piezas clave en la recuperación de la producción intelectual que analizó las nuevas condiciones de dominación y de la resistencia, aportando nuevas pistas de lectura desde la temporalidad mixta de los procesos que, tanto a nivel micro como macro, parecían abrir otros horizontes de visibilidad en las disputas políticas, culturales e ideológicas.
Ante este panorama, el trabajo de Illades no puede menos que resultar valioso y estimulante. Decía al principio de este escrito que el arco de tiempo que nos propone es de casi siglo y medio, desde 1871 que se funda La Social hasta la búsqueda por la candidatura de parte del Congreso Nacional Indígena (CNI) y las fuerzas partidistas que sí tuvieron representación en las pasadas elecciones de julio de 2018. El perfil de sus protagonistas quizá no sean el dato más importante, más aun en un trabajo que está más cerca de la historia social y la historia intelectual que de la historia monumental de los personajes y sus proezas; pero también resultan sintomáticos de la heterogeneidad cultural y de los diversos proyectos que han delineado los alcances de sus apuestas políticas: Plotino Rhodakanaty, de origen griego, llegó a México apenas una década antes (en 1861) y pronto se convirtió en uno de los principales animadores del socialismo romántico en el país; en el otro extremo, María de Jesús Patricio, mujer indígena nahua que fue vocera del Concejo Indígena de Gobierno y el EZLN para seguir impulsando la alternativa autonómica. López Obrador, lo conocemos, un político forjado en la ideología del nacionalismo revolucionario que desde 2006 se convirtió en el candidato de la izquierda partidista y, ahora, en el primer presidente de la historia reciente con ese signo ideológico, pasando de un discurso confrontativo a la configuración de un abanico amplio y contradictorio de fuerzas sociales. En el medio, hubo representantes de todas las tendencias y de todos los perfiles imaginables: intelectuales, militantes, activistas, artistas de vanguardia y otros de orientación libertaria, anarquista, anticolonialista y muchos marxistas, todos los marxistas posibles que configurarían las tres líneas fundamentales de la izquierda mexicana se exponen en el libro: la socialista, la nacionalista y la socialcristiana.
Con todo este material se delinea un trabajo que, no me parece arriesgado afirmar, constituirá un umbral de reflexión y producción académica crítica que, reconociendo las múltiples etapas, procesos y recorridos históricos, busque también hacer patentes las tensiones y las posibles articulaciones de las actuales y futuras expresiones de la izquierda en la medida en que la propuesta es la de un tipo de estudio que no se acota o restringe al caprichoso sentir del “hoy” o a momentos aislados, sino que implica la recuperación de una mirada interpretativa, rigurosa y sistemática, de los fenómenos sociales en un sentido procesual, restituyendo la historicidad de los mismos frente a la mencionada tendencia al presentismo evanescente.
En este sentido, historizar el presente de las izquierdas mexicanas, y de los diversos problemas que la definen y en los cuales tiene una incidencia puntual (el Estado, la subjetivación política, la cultura y la posibilidad de construir hegemonía) nos invita a considerar posturas teóricas y metodológicas que no priorizan la referencia al pasado como momento superado, sino que visibilizan la lógica procesual de la realidad social en tanto que experiencia relacional ubicada históricamente.
Si tomáramos en préstamo la idea de E.P. Thompson sobre la formación de la clase obrera para pensar en la formación de la izquierda mexicana, podríamos advertir en el trabajo de Illades, con las claves históricas y sociales que nos ofrece que, al igual que aquélla, la izquierda “no necesariamente surgió como el sol, en un momento determinado, sino que estuvo presente en su propia formación” y, en el mismo sentido, que no está condicionada a la extinción cuando llega el ocaso, como ha sucedido ya tantas veces, sino que aprovecha la oscuridad de la noche para rearticular sus fuerzas pasadas y así seguir disputando el futuro, desde el presente.