Esta publicación salió originalmente en inglés en Lefteast. Se reproduce aquí con autorización del autor.

Durante el verano de 2020, manifestantes del movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) cargaron retratos de George Floyd por las calles de Nueva York, Washington DC y Los Ángeles. En estas memorables pinturas, la cara de Floyd –– representada en colores planos y brillantes en un diseño cuadrado –– domina el marco. Su mirada, ligeramente desviada del espectador, parece apuntar a un enemigo cercano; un sutil recordatorio de la impunidad de su asesino. Estas pinturas, realizadas por el artista sudafricano con base en Brooklyn, Richard Hart, comparten similitudes de diseño sorprendentes con las imágenes en los carteles ampliamente difundidos de Trayvon Martin, Michael Brown, Breonna Taylor, y otras víctimas recientes de la violencia policial y supremacista blanca en los Estados Unidos. Si bien estos diseños políticos se han vuelto familiares en el activismo contemporáneo, tienen una historia mucho más larga que remite al arte político de uno de los movimientos por la justicia racial más significativos, pero a menudo olvidados del siglo XX, llamado la Tricontinental. 

La alianza Tricontinental se forjó en 1966 cuando las luchas de liberación de 82 países se reunieron en la Conferencia Tricontinental que tuvo lugar en La Habana, Cuba. En esta conferencia, activistas de todo el mundo se unieron en un movimiento contra el capitalismo global que enfocó su crítica en la violencia y la desigualdad racial. A través de los noticieros, carteles y revistas que la Tricontinental publicaría y distribuiría a nivel mundial en inglés, español, francés y, a veces, árabe, la Tricontinental se convirtió rápidamente en la fuerza propulsora del radicalismo político internacional y el motor principal de su producción cultural en todo el mundo. A través de esta producción cultural, la Tricontinental jugó un papel fundamental en la generación de solidaridad internacional con el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos, así como con la lucha contra el apartheid. Su visión de resistencia global fue moldeada por la estrecha participación de activistas afroamericanos y afrolatinos. Aunque la Tricontinental fue más activa durante las décadas de 1960-70, y se le conoce hoy en día principalmente por sus llamativos carteles, continuó produciendo propaganda política hasta su cierre en junio de 2019. 

El arte político reciente en los Estados Unidos parte directamente de la historia de la Tricontinental. Por ejemplo, Shepard Fairey –– el artista del cartel de la esperanza (“Hope”) de la campaña presidencial de Barack Obama así como los icónicos carteles del niño afroamericano Trayvon Martin y de la Marcha de las Mujeres en Washington D.C. –– ha producido varios afiches que son copias directas de imágenes de carteles de la Tricontinental. Del mismo modo, un cartel reciente del afroamericano Michael Brown remite específicamente a los carteles creados por la Tricontinental después del asesinato de los líderes africanos Patrice Lumumba y Amílcar Cabral. La continua relevancia de estos diseños políticos es un ejemplo de las distintas formas en que los movimientos sociales contemporáneos están reviviendo subconscientemente elementos ideológicos y estéticos de la Tricontinental.

La Tricontinental: una breve historia

Del 3 al 5 de enero de 1966, 521 delegados y 270 observadores se reunieron en la Conferencia Tricontinental en el Hotel Habana Libre (llamado Havana Hilton antes de la Revolución Cubana). La conferencia fue un acontecimiento histórico sin precedentes y atrajo a líderes políticos como Salvador Allende de Chile, Luis Augusto Turcios Lima de Uruguay y Amílcar Cabral de Guinea-Bissau; así también celebridades, entre ellas, la intérprete Josephine Baker y el escritor Mario Vargas Llosa. La conferencia establecería la alianza Tricontinental, formalmente llamada la Organización de Solidaridad con los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL). 

El gobierno cubano no escatimó en gastos para los preparativos de este evento, imprimiendo programas en cada uno de los idiomas representados y planificando eventos culturales, exposiciones de arte y torneos atléticos para acompañar la agenda del congreso. La conferencia terminó con una gran asamblea para las ceremonias de clausura donde Fidel Castro ofreció el discurso final frente a retratos imponentes de revolucionarios de los tres continentes: Ho Chi Minh, Patrice Lumumba y Augusto César Sandino, y así también, de los líderes cubanos José Martí, Antonio Maceo y Camilo Cienfuegos.

Primera Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de Asia, África y América Latina.

Después de la Conferencia Tricontinental ocurrieron reuniones más pequeñas entre delegados de la OSPAAAL. Sin embargo, la alianza entera se reunió físicamente una sola vez. Su verdadero legado, en cambio, es su máquina de propaganda, como por ejemplo el Boletín Tricontinental y la Revista Tricontinental, publicados de 1966 hasta 1990 y retomados en 1995. Así también, se incluyeron carteles doblados dentro de la revista, cada uno de los cuales estaba dedicado a la solidaridad con una lucha de liberación diferente. También produjo libros, folletos, programas de radio y noticieros. Estos materiales fueron publicados en varios idiomas y distribuidos globalmente.

La formación de la alianza Tricontinental surgió a partir de la expulsión de Cuba de la Organización de los Estados Americanos en 1962, cuando Cuba solicitó unirse a la Organización de Solidaridad con los Pueblos de África y Asia (Afro-Asian People’s Solidarity Organization). La alianza emergió como parte del creciente reconocimiento de que Cuba y Vietnam se enfrentaban al mismo enemigo y por lo tanto que estas luchas debían estar unidas. La Tricontinental definió a su enemigo dentro del amplio marco del «imperialismo» económico y militar, caracterizándolo como un fenómeno global y sistémico no vinculado a ninguna nación en particular, de manera que podría afectar incluso a las personas viviendo dentro de los Estados Unidos. Por ejemplo, el Boletín Tricontinental citó la perspectiva del activista afroamericano Stokely Carmichael apuntando a que «el imperialismo es un pulpo explotador cuyos tentáculos se extienden desde Mississippi y Harlem a América Latina, el Medio Oriente, Sudáfrica y Vietnam.” La Tricontinental propuso que la resistencia a este monstruo debía ser igualmente global, un concepto articulado por el Che Guevara en su “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental” de 1967 en el que describió a la comunidad revolucionaria de la Tricontinental como “nosotros, explotados del mundo.”

Desde sus inicios, este movimiento declaró explícitamente la inclusión de los afroamericanos estadounidenses en la alianza, y muchos materiales tricontinentales se enfocaron en la lucha por la libertad negra en los Estados Unidos. Por ejemplo, se realizaron declaraciones oficiales, artículos y carteles que expresaban la solidaridad de la Tricontinental con los afroamericanos, además de noticiarios, incluso el noticiero de seis minutos Now! del cineasta cubano Santiago Álvarez, al que algunos han referenciado como el primer video musical y que ahora se puede ver en YouTube. Si el imperialismo era un pulpo que cubría la tierra con sus tentáculos, entonces los afroamericanos, afirmó la Tricontinental, luchaban “dentro de las entrañas del monstruo mismo.” La Tricontinental veía el sur de Jim Crow como un microcosmos de su lucha global, utilizando metafóricamente las categorías “blanco” y “de color” de las leyes Jim Crow para significar la opresión imperial global contra todos los pueblos radicalizados y explotados, independientemente de la raza. 

El foco de atención de la Tricontinental sobre el movimiento de liberación negra en los Estados Unidos se produjo a través de un intercambio con activistas y textos afroamericanos. Las publicaciones tricontinentales contenían entrevistas, discursos, cartas y artículos de activistas afroamericanos. En 1968, el activista del radicalismo negro Stokely Carmichael (también conocido como Kwame Ture) fue invitado a convertirse en miembro del secretariado ejecutivo de la Tricontinental, y Robert F. Williams, el activista afroamericano exiliado en Cuba, estuvo presente en la primera Conferencia Tricontinental.  La ideología y la estética del tricontinentalismo también circuló entre radicales políticos fuera de Cuba, entre ellos las Panteras Negras y el grupo de puertorriqueños los Young Lords en los Estados Unidos. 

Aunque todos los materiales de la Tricontinental se produjeron en la Cuba postrevolucionaria con el respaldo financiero y el apoyo burocrático del Estado cubano, gran parte del contenido de los artículos impresos en el Boletín Tricontinental y la revista Tricontinental fue proporcionado por miembros de luchas particulares que aparecían representadas en dichos materiales. Por esta razón, los puntos de vista presentados en los materiales tricontinentales no siempre se alinearon perfectamente con las posiciones del propio gobierno cubano. Esta paradoja es clave para entender la duplicidad de la política racial del gobierno de Castro, en la que utilizó la producción cultural tricontinental para criticar la desigualdad racial en Estados Unidos y Sudáfrica mientras negaba estas desigualdades latentes en su propio país. 

Durante sus años iniciales, el gobierno de Castro tuvo grandes avances en combatir las desigualdades raciales, especialmente en el área de la segregación. Sin embargo, ya tan prematuramente como en 1962, proclamó que la discriminación racial había sido eliminada por las reformas económicas y sociales en la Cuba comunista. Aunque el gobierno de Castro apoyó la liberación negra en el extranjero a través de la Tricontinental, también suprimió la organización política negra en su país, al caracterizarla como divisiva y contrarrevolucionaria. 

En las décadas de 1960 y 1970 surgieron duras críticas de la política racial de Cuba que provenían de militantes estadounidenses negros que pasaron tiempo en Cuba y escribieron sobre sus experiencias. Por ejemplo, el programa de radio de Robert F. Williams, Radio Free Dixie, transmitido desde Cuba, fue criticado por el gobierno cubano por promover la militancia negra. Después de cuatro años en Cuba, Williams se fue a China, tras escribir una carta abierta a Castro criticando su hipocresía. Aunque activistas estadounidenses negros como Angela Davis y William Lee Brent continuaron apoyando al gobierno de Castro, Robert F. Williams, Stokely Carmichael y Eldridge Cleaver compartían historias de creciente desconfianza hacia dicho gobierno. A pesar de la desilusión con la Revolución Cubana, el tricontinentalismo se forjó a través de un intercambio entre intelectuales radicales de todo el mundo. Así, aun cuando activistas negros como Williams y Carmichael se distanciaron de Cuba eventualmente, la ideología del tricontinentalismo continuó emergiendo en sus escritos.   

Aunque la lucha afroamericana continuó figurando en los materiales tricontinentales, a medida que Cuba se fue involucrando en la Guerra Civil Angoleña, la Sudáfrica del apartheid reemplazó al sur de Jim Crow como el microcosmos del movimiento global tricontinental. A finales de los años 1970 y 1980, los materiales tricontinentales emplearon la misma división blanco/negro de Jim Crow para apuntar a una lucha entre el imperio global y todos los pueblos explotados del mundo, haciendo comparaciones entre el sur de los Estados Unidos y Sudáfrica. La Guerra Civil Angoleña, en la cual Cuba proporcionó apoyo militar al Movimiento Popular de la Liberación de Angola (MPLA) en contra de organizaciones militantes respaldadas por Estados Unidos y Sudáfrica, se convirtió en un punto máximo de solidaridad tricontinentalista. Como resultado de la victoria del MPLA, el gobierno de Castro negoció la independencia de Namibia en Sudáfrica a cambio de la retirada de las tropas cubanas estacionadas en Angola durante 1991. Esta victoria se considera en parte responsable por la caída del régimen del apartheid en Sudáfrica.

El resurgimiento del tricontinentalismo

Debido a la crisis económica de la década de 1990 en Cuba, después de la disolución de la Unión Soviética, la producción de materiales de la Tricontinental cesó entre 1990-1995, y recomenzó a partir del 1995 hasta el 2019. Aunque los materiales tricontinentales recientes no han tenido la circulación que una vez tuvieron, la retórica reciente de este movimiento se ha concentrado en temas relevantes como el anticorporativismo, el antineoliberalismo y los derechos de inmigrantes. Sin embargo, a pesar de su profunda influencia histórica sobre los movimientos de justicia en todo el mundo, la Tricontinental ha sido escasamente estudiada hasta hace poco. Esta omisión se debe a una combinación de factores tales como la desilusión con la represión cubana de libertades intelectuales, el debilitamiento severo de la izquierda en las Américas en las décadas de 1970 y 1980, y también las fronteras tanto regionales como lingüísticas que tradicionalmente han determinado los campos del estudio histórico.

No obstante, la historia de la Tricontinental está a nuestro alrededor. Algunos movimientos sociales contemporáneos están reviviendo aspectos centrales del tricontinentalismo, por ejemplo, en la estética de sus coloridos carteles políticos, así como en los rápidos montajes con «rémix de videos políticos» contemporáneos que recuerdan claramente a los noticieros tricontinentales. Su influencia también se puede encontrar en el énfasis que movimientos sociales recientes hacen en establecer solidaridades transnacionales entre grupos oprimidos, como los dieciséis Foros Sociales Mundiales que han ocurrido a partir del 2001. Además, las exposiciones recientes de carteles y revistas de la Tricontinental que han tenido lugar en Nueva York, Chicago, Londres y Madrid, demuestran un interés renovado en la historia de este movimiento.

Tales retornos a los ámbitos de la estética y la práctica son indicadores superficiales de un renacimiento ideológico más profundo del tricontinentalismo, visible en la forma en que los movimientos sociales contemporáneos, ahora más interconectados que nunca, están pensando en el poder y la comunidad política a escala global. Pero si bien estamos viendo un renacimiento del tricontinentalismo en alguna manera, su visión central de un movimiento anticapitalista global organizado en torno a una lucha contra el racismo antinegro parece haber quedado atrás. Por ejemplo, los movimientos recientes dirigidos contra la explotación capitalista global como Occupy Wall Street o el Foro Social Mundial han sido criticados por discursos de solidaridad que pasan por alto las desigualdades raciales. Alternativamente, la lucha contra la violencia hacia las poblaciones racializadas, que ha ganado una visibilidad significativa en los Estados Unidos y América Latina en los últimos años, tiende a enfocar su crítica en el gobierno estatal y la policía, dejando a un lado una consideración más amplia sobre las intersecciones entre la violencia racial y el capital global. Por esta razón, recordar la historia de la Tricontinental es importante para entender lo que nos puede enseñar hoy. Esta historia proporciona un modelo, aunque imperfecto, para un movimiento de justicia global que no cae en trivialidades multiculturales y daltonismo racial, sino que más bien pone en primer plano la lucha contra las desigualdades raciales y específicamente la lucha por la justicia para los pueblos de ascendencia africana.