El reciente libro de Enzo Traverso, Melancolía de izquierda. Marxismo, historia, memoria, se inscribe en el tenor de las reflexiones contemporáneas en torno a la relación entre las temporalidades y lo sensible. Nos conmina a examinar las tradiciones intelectuales y políticas de izquierda en relación con su pluralidad de memorias y temporalidades en una lucha compartida por movimientos internacionales: el imaginar otro mundo desde un “principio de igualdad”. 

Al abonar en múltiples sentidos al pensamiento contemporáneo sobre los movimientos sociales, el pensador italiano se preocupa por diferenciar dos formas de apreciar las izquierdas. Una mirada topológica, concerniente al sentido común que ve en los partidos políticos situados a la izquierda del espectro institucional, y una forma ontológica, o las movilizaciones y acciones colectivas que encontraron en la igualdad un motivo para la transformación social. Al poner de relieve la pluralidad de experiencias y sensibilidades a la par de los entramados conceptuales, Melancolía de Izquierda recupera la heterogeneidad de las culturas de izquierda. Éstas, allende de ser un bloque homogéneo, constituyen una red de “ideas y sentimientos, pasiones y utopías”. Su relación con el lenguaje abierto al futuro —característica sustancial de las izquierdas— se tradujo en diversas manifestaciones culturales como parte de la simultaneidad de estratos temporales que albergan experiencias de victorias y derrotas. 

Ante las “lecciones” que las derrotas dejaban en las izquierdas, Traverso se pregunta por las consecuencias que la melancolía dejó en los programas de cambio y transformación de lo social; sentimiento producto, a su vez, de la ruptura entre la dialéctica circunscrita al juego entre el “espacio de experiencia” y el “horizonte de expectativa”. Frente a una suerte de “dialéctica negativa mutilada”, la melancolía condiciona el pensamiento y la apertura al futuro en las izquierdas. Si anteriormente en la conciencia temporal e histórica de las izquierdas el pasado formaba parte del arsenal de significados y experiencias como vía de proyección a otros mundos posibles, la ruptura de la dialéctica temporal y el desvanecimiento de las utopías en el presentismo impidieron la formulación de una “memoria estratégica”.

El vacío dejado por la carencia de proyectos a futuro fue ocupado por la primacía de la rememoración y la asociación de la revolución con un “relato del totalitarismo” en la “superposición” de imágenes, representaciones y materialidades. Estos síntomas fueron los frutos de una transición temporal (en un guiño a la Sattelzeit koselleckiana), que encumbró al lenguaje neoliberal y sus dispositivos sobre la vida cotidiana que instauraron jerarquías de significado sobre la pluralidad de temporalidades y, por supuesto, de la utopía. 

El proceso de transformación paralelo en el sistema fabril e industrial durante el siglo pasado repercutió en el modo de identificación social clásico de las izquierdas: el obrero. Uno sus resultados fue la configuración de asociaciones partidistas que carecían de una “identidad política fuerte”. La memoria de las izquierdas fue oculta en los estratos del tiempo conforme las bases sociales de la clase trabajadora se difuminaban para la “visibilidad pública”. En paralelo y bajo esquemas partidistas “atrapatodo”, señala Traverso, el naciente establishment político fue acompañado por un intenso bombardeo ideológico del conservadurismo. 

El “viraje temporal” de 1989 y la cultura de la derrota promovieron la entrada al mundo de la “memoria histórica” caracterizada como un pasado “cerrado”. Contraria a la incorporación de la memoria en las luchas sociales —Auschwitz como parte del “compromiso anticolonial” en Francia o los juicios de Núremberg con relación a Vietnam y los crímenes de guerra estadounidenses—, el ingreso de acontecimientos límite (el Gulag o el Holocausto) desplazó a las memorias de la Revolución, las luchas antifascistas y  el anticolonialismo. El pasado sufrió una reconversión hacia lugares comunes marcados por la idea del duelo resultante de la lucha entre “verdugos y víctimas”. El relato unificador del Holocausto (que funcionó como elemento aglutinante de las virtudes postuladas por la democracia liberal) y la religión cívica vinculada a éste es un ejemplo de lo anterior. La figura misma de la víctima cobraría mayor importancia en las nuevas postulaciones del pasado a partir del viraje en 1989. Lo importante del diagnóstico crítico de Traverso radica en el hecho de observar cómo los distintos conflictos, violencias y crímenes son expuestos bajo la mirada unificadora del relato que emana del viraje temporal y el ocultamiento de la perspectiva revolucionaria o utópica. 

Lo anterior exige preguntarnos por la posibilidad de emancipación, el pensamiento de las izquierdas en relación con la temporalidad y las vías alternas de la historia, con sus pasados y futuros: ¿Bajo que coordenadas temporales se estructuran los nuevos relatos y futuros de las izquierdas a nivel global? ¿Es posible resituar la posibilidad emancipatoria en relación con una “sacudida”, producto del desacuerdo político en nuestras estructuras de pensamiento?

Para Traverso, la reelaboración sobre la melancolía está lejos de implicar una clausura sobre las memorias. No se encastra en el “sufrimiento” provocado por la derrota del comunismo: la melancolía es ante todo crítica de los proyectos e ideas anteriores y participa de la transición histórica entre “experiencias revolucionarias”. Va más allá del duelo por “un reino perdido” y, en esta medida, recupera estratégicamente las memorias como parte de la apertura del pasado —un pasado no presentificado— para una crítica del orden neoliberal. Crítica melancólica que, en palabras de Traverso, necesita “identificarse” con generaciones y multitudes de vencidos en las luchas por otros mundos posibles.

La lectura en clave histórica de las temporalidades circulantes en nuestros espacios cotidianos es parte de la crítica sobre aquella “teodicea secular” que significó el manido fin de la historia y el optimismo de la democracia liberal. Al mostrar las jerarquías en la temporalidad, en lo sensible, en las imágenes y sus posiciones, las representaciones, los modos de ver e, incluso, en los lenguajes, podemos historizar el “viraje epocal” y la “imaginación histórica” configurados a partir de 1989.

La crítica estratégica de los pasados en las izquierdas puede orientarnos a situar en contingencia la estructura de sentimiento del realismo capitalista en la tarea de recuperar la utopía, acompañada de la noción de emancipación. Se requiere entender a la “crítica melancólica” como una forma de autoreflexión sobre las trayectorias de las izquierdas y una manera de “repensar un proyecto revolucionario en una era no revolucionaria”. (Traverso, 2018, p. 55) Así, podemos observar los modos de temporalizar los relatos sobre las memorias de las izquierdas en función de un horizonte emancipatorio y en compañía de la “reconfiguración total de las relaciones de género y las formas de la vida humana”, elementos postulados por la crítica feminista a los lenguajes socialistas (Traverso, 2018, p. 29). 

Es cierto que nuestro tiempo-presente difiere de otras temporalidades marcadas por horizontes utópicos (1789 y la revolución como escisión radical de lo antiguo; 1917 y la expectativa positiva sobre la emancipación efectiva). Aparentemente nos queda un paisaje desolado de experiencias en ruinas, sin expectativas, que conduce y limita a las imaginaciones políticas. El carácter perverso del realismo capitalista puede reducir a las utopías emancipatorias y colectivas a meras “pulsiones individualizadas de consumo inagotable de mercancías” vinculas a lenguajes orientados hacia la libertad (como no-interferencia), la responsabilidad individualista y la falta del cuidado en relación con el otro. Sin embargo, en la medida que podamos situar en contingencia los modos de racionalidad que neutralizan tanto “lo político”, como las múltiples temporalidades en las izquierdas, es posible mostrar que el estado de cosas presente no siempre ha sido así: que podemos abrir el futuro. La vida activa del historiador tiene aquí una tarea: problematizar las relaciones inestables y abiertas de los pasados con las distintas tradiciones políticas —el marxismo, el socialismo o el republicanismo— en el espacio intelectual de la izquierda. Podemos dar cuenta de una “crítica melancólica” que observe la pluralidad de las memorias de la izquierda en consonancia con el diálogo entre una “historia de la memoria” y una “memoria viva de un pasado histórico”.


Enzo Traverso, Melancolía de izquierda. Marxismo, historia, memoria, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2018.