El fútbol en la India: amando a Dios en tierra ajena o la importancia del cricket

Bengala, Kerala y el opio del pueblo

D10s, los ingleses y el cricket 

El 8 de diciembre del 2008, Diego Armando Maradona aterrizó en Calcuta. El motivo de su viaje: una visita a la sede central de las Misioneras de la Caridad, la orden fundada por la Madre Teresa.

Recibido en el aeropuerto por más de 100 mil personas, Maradona fue agasajado durante su visita por políticos, monjas y admiradores, algunos de los cuales no dudaron en tocar los pies de aquel que en el Mundial de 1986 anotara un gol con la mano en la victoria de Argentina ante Inglaterra, la antigua potencia colonial del subcontinente indio.

Enmarcado en el entorno de una cultura fustigada e idealizada a partes iguales por la imaginación orientalista occidental, la reunión de dos íconos de la fe como el Diego y la Madre Teresa invoca inevitablemente clichés como el de los 330 millones de Dioses de la India y la espada sangrante de Kali. Sin embargo, este texto no trata sobre religión, sino sobre futbol.

El hecho de que Maradona visitara Calcuta en lugar de cualquier otra ciudad en India no obedece a la casualidad. ¿Porqué no Delhi, la capital del país y centro de la vida pública, o Mumbai, meca de Bollywood y corazón financiero del subcontinente? La respuesta es sencilla, aunque de implicaciones interminables: el futbol en India—a pesar de que en el país se encuentra el segundo estadio de futbol con mayor capacidad del mundo [1]—ocupa un lugar secundario en el horizonte de las pasiones deportivas. El verdadero deporte nacional es el cricket.

A partir de la década de 1870, marineros británicos llevaron consigo las reglas y el gusto por el futbol a regiones lejanas donde el juego echaría raíces profundas. El Río de la Plata, en sus dos extremos, sería el primer punto de desarrollo del futbol, fuera del Reino Unido; poco después le seguirían África, el resto de América del Sur, Central y, poco a poco, la parte anglosajona de nuestro continente. En los Estados Unidos, como todo buen imperio, desarrollaron sus propios juegos que compitieron con el futbol e incluso intentaron despojarlo de su nombre. [2]

La internacionalización del cricket antecede por un siglo a la del futbol. En la década de 1790 el cricket ya era practicado en Australia, desde donde viajó hacia otras locaciones del imperio como Nueva Zelanda, Sudáfrica y el Caribe. Asociado con los ratos de ocio de las élites coloniales, el juego gradualmente se ganó un lugar entre las masas colonizadas, popularizándose a lo largo y ancho del Commonwealth durante los últimos dos siglos y dando origen a un circuito global del cual los latinoamericanos y otros pueblos, en cuya historia no figura la colonización británica, permanecemos excluidos e ignorantes. En el caso de la India, el cricket jugó un papel importante en el desarrollo de narrativas étnicas identitarias a lo largo del siglo XIX; en otras palabras, jugando cricket se comenzaron a juntar en equipos los parsis, musulmanes, hindús y demás comunidades para jugar entre sí, contribuyendo a generar rivalidades étnico-políticas que perviven a flor de piel hoy en día. Durante el siglo XX el cricket se convirtió en una verdadera pasión de masas en la India, una forma legítima de hacerle la guerra al antiguo Imperio, una excusa para humillar a Pakistán—eterno rival y alter ego del chauvinismo indio—y una industria multimillonaria.

El futbol llegó a la India poco después que al Rio de la Plata, y fue desplegado como parte de la “misión civilizatoria” del Imperio Británico. A través del juego se buscaba transmitir las virtudes de hombría y de fair play a las poblaciones nativas, concebidas como afeminadas y de dudosa fibra moral. Con el paso de las décadas, en India, como en Argentina o Brasil, los juegos de los Británicos se perfeccionaron, elevándose a alturas celestiales. Delgados, ágiles y correosos, los jugadores de cricket indios son famosos por ser los mejores lanzadores, y sus bateadores superan a cualquiera en maña, visión y puntería. Extrañamente, el futbol no se desarrolló en la misma medida; quienes afirman que esto se debe a la delgada y débil constitución física de los indios no solo caen víctimas de los estereotipos coloniales, sino que ignoran que siendo delgado y pequeño también se puede ser grande en la cancha: recordemos a Eto’o, al joven Ronaldinho—antes de crecer una considerable barriga cervecera—, a Jorge Campos y a tantos otros espigados ídolos del futbol. A pesar de haberse quedado al margen de la práctica del futbol, India no se mantuvo ajena a sus leyendas: el mejor bateador de la historia, el mítico Sachin Tendulkar, es llamado en India el Pelé del cricket.     

Bengala, Kerala y el opio del pueblo

 

La actual capital del estado de Bengala Occidental fue fundada por la Compañía de las Indias Orientales en la última década del siglo XVII. Calcuta fue la capital de la India Británica de 1858 hasta 1911, año en que una oleada de atentados en contra de la administración colonial obligaría a trasladar la capital a Delhi, la antigua capital del Imperio Mughal.

Situada en la esquina nororiental del subcontinente asiático, la ciudad tiene el privilegio de ser la cuna del futbol en la India y de ser el hogar de uno de los clubes mas antiguos del mundo, el Mohamedan Sporting Club que, fundado en 1891, precede al Liverpool (1892), el Barcelona (1899) o el Real Madrid (1902). La ciudad también es sede de la Asociación de Futbol de la India, asociada a la FIFA e integrada por 17 equipos. En su cosmopolita liga militan jugadores y técnicos extranjeros, como el legendario Chima, de origen nigeriano, o el ídolo brasileño José Ramírez Barreto—apodado el “Kapitán” o “El Perico Verde”.

Los bengalíes no están solos en su pasión por el futbol. Los habitantes del estado de Kerala, situado en el extremo sudoccidental opuesto de la península India, han sucumbido también a la pasión futbolera. Famosa por sus especias, Kerala es tierra de particularidades y excepciones que da fe de que la historia es en realidad accidente y no designio. La vida en Kerala ha sido enriquecida a lo largo de milenios por la llegada de comunidades apegadas a la rama Siria del Cristianismo, judíos comerciantes provenientes del este de Europa, comerciantes musulmanes del Medio Oriente e hindúes provenientes del norte de la península.

Cualquier viajero mexicano que tenga la dudosa suerte de abordar un camión de pasajeros viajando desde Bangalore hacia la costa de Kerala y mirar por la ventana las coloridas iglesias situadas al borde de las barrancas del camino sin vomitar, podría pensar que en realidad se encuentra viajando a través de la sierra oaxaqueña en dirección a Pochutla. Sin embargo, las plantaciones de té pronto lo sacaran de su ensueño. Tierra de altas temperaturas y abigarradas serranías, Kerala tiene un amor por el futbol desproporcionado en relación a la calidad de sus jugadores. En esto, también, se parece a Oaxaca. A pesar de no contar con una historia tan larga y llena de hitos y célebres personajes como en Bengala, el futbol en Kerala ha tenido un renacimiento a partir de inicios del siglo XXI, periodo en el que la inversión en el juego y el interés del público han crecido considerablemente.

Al margen del futbol, a Kerala y Bengala también las une una larga y nutrida tradición comunista. Ambos estados fueron gobernados por coaliciones de gobierno lideradas por el Partido Comunista de India durante décadas. En su visita a Calcuta, Maradona no sólo habló de futbol y de religión, también le hizo una visita de cortesía a Jyoti Basu, el legendario líder comunista, durante la cual aprovechó para enarbolar una imagen del Che Guevara, llamar “asesino” a George Bush y presumir de su amistad cercana con líderes de izquierda en América Latina como Hugo Chávez y Fidel Castro.

En el resto de los estados de India—donde se juega el cricket—los comunistas no tienen más que una presencia marginal. En el resto de los países del mundo, Maradona no sería recibido por un jefe de Estado.

Entre los curiosos, entendidos y detractores abundan teorías concernientes a la relación entre el amor por el futbol y la persistencia del comunismo en ambas regiones. La mayoría de estas teorías están construidas alrededor de argumentos simplistas que asocian el cricket con la jerarquía y la rigidez, mientras que unen al futbol con la simplicidad y la accesibilidad. Después de todo, para jugar futbol solo se necesita una pelota. No obstante, cualquiera que haya visto cómo los niños, jóvenes y adultos de la India juegan cricket con botes de plástico y trozos de madera comprobará que ahí el cricket poco tiene de aristocrático. De igual forma, pocos hoy en día aún equiparan al comunismo con la justicia social, el amor por lo plebeyo y la simplicidad.  

Futbol, nación y fracaso

El año de 1911 representa para el folklore futbolero bengalí lo que para los comunistas el 1917 y para los aficionados al Puebla FC la temporada 1989-1990. Ese año el mítico equipo Mohun Bagan A.C. de Calcuta derrotó, a pesar de que sus integrantes jugaron descalzos, al equipo del Regimiento de East Yorkshire en la final de torneo de la Federación India de Futbol, convirtiéndose así en el primer equipo de “nativos” en ganar el torneo. El triunfo del Mohun Bagan A.C. no solo es un hito fundamental de la historia del deporte en un país con escasas—por no decir nulas—cumbres deportivas ajenas al cricket [3],  sino que también es visto como un momento clave en el desarrollo del nacionalismo anticolonial indio y una victoria frente a la arrogancia del Imperio Británico. No existe registro visual de aquel partido, pero en la mente de este autor ese momento aparece teñido de la misma gloriosa coloración que la ficticia victoria del equipo de los internos de un campo de concentración liderados por Pelé y defendidos en la portería por Sylvester Stallone frente a los soldados del ejercito Nazi en el film Escape a la Victoria.

A partir de ese momento, los aficionados al futbol en India tendrían escasas y modestas alegrías.

Se habla del periodo entre 1951 y 1962 como la “época de oro del futbol” en India. En 1950, la selección nacional calificó al Mundial de Brasil debido a que el resto de los equipos de su zona declinaron participar en las eliminatorias. Sin embargo, y a pesar de la importancia del evento, la federación india de futbol declinó la invitación a asistir a la justa. Durante años se argumentó que la razón detrás de esa misteriosa decisión era el rechazo de los Indios a una ley de la FIFA establecida en 1948 que prohibía a los jugadores jugar descalzos un partido oficial. Por escandaloso que nos parezca en México que un país se niegue a asistir al Mundial, hemos de recordar que India se independizó en 1947, y que para 1950 es probable que hubiera asuntos más urgentes—como la promulgación de la nueva Constitución, o la ordenación territorial de los Estados—que merecían una atención inmediata. Sea como fuere, a partir de ese momento, India no ha vuelto a estar ni cerca de calificar a un mundial.

En la década siguiente, no obstante, la selección nacional ganaría el primer lugar de los Juegos Asiáticos en 1951 y 1962, y llegarían a las semifinales en las Olimpiadas de Melbourne. Ese mismo año, el legendario delantero cristiano Neville D´Souza se convertiría en el primer jugador asiático en anotar un hat-trick en la justa olímpica.

En los últimos años, India ha oscilado entre el lugar 140 y 179 del ranking oficial de la FIFA (de un total de 207 países miembros). Los  mayores triunfos de la selección nacional son un par de medallas de oro ganadas en los Juegos del Sur de Asia (SAF Games), torneo que se disputa entre India, Pakistán, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka, Bhuthan, Afganistán y las Malvinas cada dos años desde 1984.

Sin duda lo mejor que le ha pasado al futbol Indio en los últimos tiempos ha sido la visita de Maradona.

Son muchas las razones que contribuirían a explicar esta historia de fracasos y modestas alegrías. Por un lado, la estructura federalista de la India obliga a que los equipos nacionales tengan representantes de todos los estados, reduciendo considerablemente el nivel de juego de la selección y fomentando la unidad nacional en un país de diferencias, minorías y contrastes. Por otro, en India no existe una cultura futbolera “nacional”, como sucede en Latinoamérica, Europea o África, lo que hace muy difícil que haya un apoyo importante para este deporte. Sin embargo, en lo que respecta a India, como en lo que respecta al futbol, hay que desconfiar de las explicaciones simplistas.  

Apreciado desde un país en el que nos hemos convencido de nuestra valía futbolística a fuerza de ganarnos cada cuatro años un lugar en el Mundial venciendo a los débiles equipos de la zona de CONCACAF, el panorama futbolero de la India aparece desolador. Pero, no nos engañemos: poca diferencia ha habido entre ganarle a Sri Lanka o a Martinica, entre derrotar a Las Maldivas o a Guatemala. El problema es que en Asia los equipos menores siguen siendo menores, mientras que en la CONCACAF el supuesto gigante se hace cada vez más pequeño frente al crecimiento de sus antiguos clientes caribeños y centroamericanos. Quién sabe, tal vez vaya siendo hora de hacernos a la idea de un Mundial sin México. Entonces solo habrá dos opciones: o tragarnos nuestro orgullo y apoyar a Argentina o a Brasil—como hacen, sin perder la alegría, los futboleros en las calles de Calcuta—o aprender a jugar cricket.


[1] El más grande no está en Brasil, sino en Corea del Norte.

[2] Con la invención del llamado “futbol americano”, los estadounidenses de una sola pedrada se apropiaron del nombre del juego y del continente.

[3] En total, India solo ha ganado 26 medallas olímpicas, de las cuales 11 han sido en hockey sobre césped, 4 en tiro y 4 en lucha grecorromana.

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