El COVID-19 en el horizonte del populismo. #NoTeQuedesEnLaCalle

Imagen: Citlalli Chacón.

“La hora del crimen no suena para todos los pueblos al mismo tiempo. Así se explica la duración de la historia.”

E. M. Cioran, Silogismos de la amargura

Al parecer, en el mundo no existe un buen lugar para esconderse. Es en las entrañas del fracaso de la democracia política y económica —el fracaso sobre el cual venimos discutiendo desde hace demasiado tiempo ya— que surgió esta enfermedad. El mundo político está iluminado por el mandato paradojal. No hay un solo gobierno que no haya enviado mensajes contradictorios desde que empezó la crisis del COVID-19. En Francia, el día previo a la cuarentena total decretada por el gobierno, el domingo 15 de marzo, el presidente Emmanuel Macron mandaba a los franceses a votar en las elecciones municipales. Mi madre, que hace parte de un grupo con fuertes riesgos en relación a esta enfermedad, cumplió con su deber cívico ese día —como buena ciudadana—, sin protección, respetando lo que ella, apoyándose en el discurso prevaleciente en el ambiente, para confortarse nombraba como “la sana distancia”. Un día después el presidente francés afirmaba en todos los canales de televisión que el país y los franceses estaban en guerra y pedía la participación de la población en esa lucha. Al día de hoy, en Francia se cuentan más de 8000 personas fallecidas a causa de la enfermedad, más de 1000 personas al día,  y aún falta una semana para llegar al pico de la pandemia y varias más para que empiece a disminuir.

El mandato paradojal es la clave de la economía capitalista. Corresponde al régimen de movilización de mano de obra capitalista, lo que lleva a analizar los mecanismos por los cuales el pueblo participa activamente en su propia dominación. Esto se refleja tanto en el acto de trabajo como en las ideologías intrasubjetivas, es decir, en las identidades. Más aún, podríamos decir que sin que exista la aceptación total del pueblo de su condición material y subjetiva de dominado, ningún modelo de tiranía podría existir. Nuestra civilización industrial, en su modo de producción y reproducción capitalistas, gira en torno a la explotación absoluta y de la potente participación del pueblo en esa explotación. Hoy ésta se apoya en tres tipos de contradicciones muy visibles en el caso de la actual crisis. 

Primero, en la contradicción capital/naturaleza y en la destrucción del ecosistema que trajo y trae consigo la expansión urbana y económica. La enfermedad del COVID-19 surgió en la ciudad de Wuhan, conocida como uno de los cuatros hornos industriales de China. En este sentido, varios de los análisis realizados en esta coyuntura se esforzaron por mostrar la relación entre desarrollo industrial, destrucción de la naturaleza, expansión capitalista y pandemia. 

Segundo, en la contradicción capital/información y nuevas tecnologías que pudimos observar durante la gestión y la resolución de la crisis en China. La censura a la prensa proveniente del gobierno chino y la detención de grupos de médicos por éste dieron tiempo para el desarrollo de la enfermedad y la circulación de muchas interpretaciones falsas y todavía vivas en la gestión de la crisis a nivel internacional. Un ejemplo de ello es la banalización que se hace de la enfermedad, pues aun existiendo las informaciones proporcionadas por la comunidad médica se sigue hablando de ella como de una enfermedad benigna, como si fuera una gripa o una influenza. 

Tercero, en la contradicción capital/trabajo, que provocó tanto la exposición al virus como su propagación y, por ende, la vulnerabilidad de la población ante la enfermedad.

Frente a esas contradicciones el virus sigue el camino de la coherencia. Un virus es un fenómeno estable y previsible, se conoce la dinámica que seguirá. En este sentido, resultan espectaculares el conocimiento y los avances que la comunidad científica y médica de cada país han aportado de manera solidaria en tan poco tiempo. Así, se puede predecir matemáticamente la expansión de la enfermedad, conocemos cuál será la reacción inmune de los cuerpos humanos, la manera de protegerse de él y cuáles son los grupos con mayor potencial de riesgo. Pronto, con el fomento de la fuerte inversión de las industrias farmacéuticas tendremos medicinas y en un año una vacuna, que seguramente acabará con él, dando paso a otra página de la historia.

Imagen: Citlalli Chacón.

Sin embargo, la crisis política y sanitaria sigue su expansión descontrolada — síntoma de una democracia incompetente que no sabe ni cómo dar la cara frente la humanidad más allá de sus dudosas gráficas de barras—. Yo también fabrico mis pequeñas gráficas desde que empezó la crisis. En el caso de México, no me extraña no observar lo mismo que los seguidores del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell. Por el contrario, veo que la acción política balbucea atrapada en la inconsistencia. La 4T se volvió más ortodoxa que los economistas neoliberales, negándose a abrir la posibilidad a un endeudamiento del Estado del que se podría recuperar con la tan esperada reforma fiscal. En este contexto, la estrategia libertaria de izquierda se encuentra frente a un reto. En nuestro continente el reto particular será superar una doble naturalización: la naturalización de la economía capitalista y la naturalización de la pobreza. 

Hoy está en juego el potencial de deseo de cada uno de nosotrxs respecto a su porvenir individual y colectivo. Muy lejos de la Sopa de Wuhan que nos quiso servir la comunidad filosófica internacional, la crisis del COVID-19 es un problema fundamentalmente político. No podemos esperar una respuesta adecuada de un Estado desbordado por su situación histórica y su tiempo. Respondiendo al imposible —para toda la población—, paradojal y angustiante llamado del gobierno #QuédateEnCasa, el país empezó a resguardarse a partir de sus procesos de autonomía y resistencia política. Yo propondría seguir la línea del #NoTeQuedesEnLaCalle, apelando a retornar a los cuidados universales sin que medien privilegios de clase. En México se abren varias potencialidades para abonar a ello: seguir trabajando en las economías locales, que no pasan por las manos sucias del capitalismo; participar en la organización, la protección y la valoración de las trabajadoras domésticas, presionando al gobierno para que dé continuidad a su iniciativa de integrarlas en un sistema formal; participar en este gran cambio cultural; apoyar a los estudiantes, niñas y niños mexicanos de escuelas y universidades públicas a concretar sus estudios y tener acceso a la educación en un contexto de brecha económica terrible. La lista es larga e implica un trabajo colectivo para dibujar nuevas posibilidades. #NoTeQuedesEnLaCalle es, sobre todo, la forma moderna de plantear un problema político antiguo: ¡pueblos del mundo, uníos! Por profesiones, por afinidades, por actividades, por afectos, por edades. ¡Organícense! ¡Protéjanse! ¡Protejan a los demás! #NoTeQuedesEnLaCalle. ¡Cuidémonos! Es una cuestión de tiempo. Finalmente, todo esto apenas está empezando.

 

 

 

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