El 9M y el paro silencioso

Las discusiones sobre qué hacer en la protesta del 8 y 9 de marzo en México han sido bastante complicadas. En un país inmerso en la violencia, en el que las cifras de feminicidio son alarmantes, no es de sorprenderse que las mujeres quieran aprovechar la coyuntura del 8 de marzo y la convocatoria mundial para visibilizar la violencia de género que se vive en el país y demandar acciones contundentes para detenerla. Hasta ahora existen dos propuestas: una marcha el domingo 8 de marzo y un paro de mujeres el lunes 9. Dos propuestas que, si bien parecen complementarias, podríamos pensar que en realidad se contrarrestan. La primera convoca a las mujeres del país a tomar las calles, la segunda a recluirse. Esta disparidad en las formas de protesta no debe dejar de atenderse, es por ello que me parece importante reflexionar más allá de los motivos de la protesta, la constitución política de ésta, principalmente de lo que se ha llamado el paro de mujeres.

Históricamente la huelga es una forma de protesta concebida en las clases obreras para luchar por los derechos de los trabajadores en las fábricas. Parar la producción ha logrado conseguir cosas imprescindibles para la vida de los sujetos como las jornadas laborales de 8 horas o los días de descanso. Además, vale la pena mencionar que hay experiencias recientes, como Islandia 1975, en las que un paro de mujeres logra cimbrar la realidad y cambiar el futuro. Sin embargo, en esta ocasión, hay varias cosas que me molestan del paro del 9M.  En primer lugar, se pretende que el paro del lunes sea un paro silencioso, supuestamente con la idea de «crear conciencia» en aquellos que nos rodean sobre qué pasaría si un día nos desaparecen. He leído en redes sociales publicaciones de mujeres que les han dicho a sus maridos o a sus hijos que ese día no harán nada para que entiendan cómo sería sus vidas si un día faltaran. ¿Es esta tortura psicológica realmente un objetivo deseable en una manifestación política? ¿Las mujeres debemos hacer conscientes a aquellos que más amamos —pensando todavía más en los hijos— de que somos importantes en sus vidas por las labores que realizamos? ¿Deben ellos temer nuestra desaparición porque entonces no habrá nadie para realizar las labores de cuidado? A mí esta forma de aleccionamiento me parece un poco espeluznante: desde el miedo es muy difícil crear una conciencia transformadora en los sujetos. Dejar de actuar por miedo es paralizante, no revolucionario. Además, en el paro de mujeres no se está invitando a dejar las labores cotidianas para acudir a una acción política, sino para mostrar que si la mujer no está «nadie más las hace». He visto múltiples mensajes que invitan a las mujeres a descansar, a leer un libro, a “dedicarse tiempo a ellas mismas”, mientras disimulan que “han desaparecido”. La idea de simular de algo tan atroz como la desaparición de una mujer me lleva a preguntarme, ¿cuál es el punto de relacionarnos entre personas si no podemos comprender la importancia de ese otro u otra que está frente a mí? ¿No es esto tan reduccionista como el dicho popular: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”? ¿Por qué debería siquiera pensar en mostrarle a mi padre o a mi hermano el horror de mi ausencia? ¿Cuál es el objetivo final de hacer esto más allá de crear un ambiente enrarecido en el que prevalecen la inseguridad y el miedo? Si revisamos el pasado encontraremos diversos momentos en los que las sociedades y las personas actúan desde el miedo y la ira, los resultados nunca son los deseados. El miedo es aleccionador, pero no revolucionario.

Por otro lado, pienso que si las mujeres hemos logrado conquistar amplios sectores del espacio público, por qué entonces recluirnos en la casa a hacer como que no existimos. Si ese día todas paramos, ¿por qué no salir a las calles a mostrar fuerza? Pienso no en una marcha, pero sí en una toma de plazas públicas. ¿No sería mejor que las miles de mujeres que «se quedarán a leer un libro» salieran a la plaza a verse unas a otras? ¿O salieran a hablar con aquellas que no están parando? ¿Por qué el paro no es un brigadeo masivo? Rehuyendo de la colectividad, el paro hasta ahora se ha centrado en lo que harán de forma privada cada una de las mujeres que pospondrán sus labores ese día. Y encima, las corporaciones se han dedicado a «dar permiso» a diestra y siniestra. Claro, un día de mujeres recluidas en su casa no parece tan subversivo. Quiero aclarar aquí que tampoco pienso que la acción directa como se ha visto hasta ahora lo sea, este no es un llamado a que salgan a quemarlo todo (por cierto, es contradictorio que a veces se llame a quemarlo todo y otras a recluirnos en el espacio privado), sino a conformar una colectividad real, visible que comunique y alce la voz. Además, un paro con permiso no es un paro. ¿Por qué no ir a los centros de trabajo y parar ahí? ¿Se imaginan una sentada masiva de mujeres en todas esas calles de grandes corporativos? Claro, pero cuando lo que se quiere combatir y cambiar son los comportamientos individuales —con miedo— y no al sistema, pensar en una verdadera desestabilización es difícil. Es por ello que no es sorprendente que hasta la derecha y la burguesía se monten en estas convocatorias. Me parece que el centrarse en la “simulación de una desaparición” está sólo viendo los resultados atroces de una problemática mucho más grande en torno a la violencia de género y la opresión histórica de la mujer. Si lo que incomoda es la irrupción de las mujeres en el espacio público, en los puestos laborales, en las universidades, en los cargos de gobierno, ¿por qué encerrarnos y condenarnos al silencio? En diversos grupos de las redes sociales las mujeres se preguntan qué hacer el día del paro, se dan consejos e incluso instan a las otras a no tomarlo como un día de asueto. Pero preguntarse qué hacer en el paro, más que el tamaño de la participación, lo que denota son las fallas en la convocatoria. ¿Qué hago el día que debo quedarme en mi casa a no hacer nada? Lo que habría que hacer es salir a las calles, hablar con otras mujeres, cerrar los centros de trabajo, compartir, comunicar: hacer política en la colectividad para poder transformar el país. A diferencia del paro silencioso, una convocatoria así tendría un sentido político, un plan de acción definido y, además, el rechazo de toda la derecha que anda montada en el día del silencio. Lo que queda claro es que llamar a parar no es suficiente, habría que llamar a parar haciendo política.

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