Dos balas en el paraíso. Sobre Páradais

 


Fernanda Melchor, Páradais, Random House Literatura, México, 2021.


La clase poseedora y la clase proletaria 

presentan el mismo estado de desposesión.

Karl Marx

Desde mi punto de vista, el regreso de las izquierdas en varios puntos del globo ofrece una nueva oportunidad a los relatos enfocados en la identidad y el dolor. La televisión, el cine y el arte se inclinan por una especie de naturalismo, una narrativa casi documental. Lo demuestra el debate e interés que generó Ya no estoy aquí. Muchas historias retratan la inmovilidad de clase, el origen como destino y otros infiernos incuestionables por ser considerados una herramienta para concientizar a la sociedad.

Dentro de esa inclinación, los párrafos cíclicos y ruidosos de Fernanda Melchor no han parado, la Temporada de huracanes se extiende hasta Páradais, su última novela. También es el nombre de una colonia cara donde vive Franco Andrade, el marrano, y su amigo Polo, quien recoge la basura y barre las hojas. La tensión entre los protagonistas es el gran acierto de este relato: expulsados de la escuela, sin un sentido de pertenencia, viven bajo regaños, castigos y humillaciones constantes. Ambos son chicos al margen aunque uno ocupa un estrato social más alto.

Fuera de sus casas, el gordo se la pasa hablando de la imperiosa necesidad de tener sexo con su vecina, la señora de Maroño, esposa de un hombre bajito que sale en la tele. Hurtando a sus abuelos, Franco consigue dinero para comprar alcohol. Polo, para desconectarse del mundo, paga el trago con una escucha casi terapéutica de los problemas del gordo. Polo es un recipiente que amenaza con explotar, nunca le dice a Franco que es un farsante. Esta es la bala disparada en la primera línea, la que guía la novela.

En el primero de los tres capítulos se narra un festejo, Polo trabaja para la vecina deseada: ella le da un sobre con dinero por el trabajito extra, “y llegó un punto, por ahí de las seis de la tarde, en que Polo francamente ya no pudo soportarlo: tanto ruido, tanta gente, sus propias tripas macerándose en el jugo de su rabia, y encima los berridos delirantes del cumpleañero”.(Melchor, 2021, p. 42). Con la paciencia de una artesana, la escritora construye la indignación y el resentimiento de clase que mueven al personaje.

Cada insulto en este libro persigue un fin concreto. Por eso estoy de acuerdo con la crítica, Páradais es una versión concentrada de Fernanda Melchor. Pero a mí no me resulta menos original el hecho de que ésta sea una historia que extienda o continúe Temporada de huracanes. Muchos escritores antes hicieron su carrera literaria completa sobre un clima ficcional único.

Además, tiene razón Antonio Ortuño cuando dice que Páradais “parece puro thrash metal, puro hardcore” (Osorio, 29 de enero 2021). Madre Muerte salió dos años después de que naciera Melchor, es el primer disco de Parabellum, la banda colombiana que sentó las bases del primer black metal, en Escandinavia y todo el mundo. Sus novelas son tan legendarias como ese disco.[1]

Marx ayuda a entender la frustración de los personajes en la Sagrada Familia, el libro donde critica a sus compañeros, los jóvenes hegelianos, entre los que se encuentra Mijail Bakunin. Marx y Bakunin tenían el mismo objetivo: una sociedad sin clases ni Estado, pero nunca se pusieron de acuerdo en cómo alcanzarla, cada uno le puso énfasis a una parte distinta de la dialéctica. El gusto literario de sus seguidores tampoco coincidió: a marxistas como Lukács el naturalismo de Emile Zolá le resultaba una forma de atenuar la destrucción espiritual de las personas. Mientras que los anarquistas, en sus periódicos y sindicatos por todo el mundo, idolatraban Germinal y otras novelas del autor francés por su capacidad de encarar la miseria. Franco y Polo tampoco encontraron un punto medio.

Franco desea a la inalcanzable Marián de Maroño. Está obsesionado con ella. Quiere arrebatar lo que no es suyo, lo que nadie le ofreció, lo imposible. Y necesita llenar esa falta de manera urgente. El disfrute de esa desposesión marca su misoginia. Esa impotencia masoquista, siguiendo al joven Marx, es lo que a Franco le da un sentido y una existencia, lo define. Melchor desmenuza el trasfondo de la violencia sexual con este protagonista.

Polo odia a sus patrones, su familia y su pueblo; “se siente aniquilado” por su desposesión. Hasta le pide a su primo, Milton, que se lo lleve con los narcos para dejar de ser el mozo de Páradais. Aunque podría esperarse otra cosa, el primo se niega, tiene cierto grado de sensatez y cariño. El impulso destructor de Polo, a diferencia del de Franco, busca acabar con su vida inhumana. Aunque se trate de la misma enajenación, son dos fuerzas opuestas. A Polo lo mueve la indignación, quiere huir, vivir; Franco busca ejercer su poder pero, con su amigo, se limita a aparentarlo.

En comparación con los personajes ficticios de la veracruzana, y como Lukács señala de James Joyce y otros novelistas, “la degradación y la mutilación de los individuos por el capitalismo es mucho más trágica, y la bestialidad del capitalismo es mucho más vil, salvaje y cruel que la visión que aun las mejores novelas de esta clase pueden proporcionar”( Lukács, 1966, p. 207). No siento que Fernanda Melchor exagere ni maquille demás. De hecho se limitó con el taquillero tema del narco, la posible fuga con el primo es incidental. Los personajes no la toman, sólo tenemos pequeñas estampas de esa crueldad. Melchor no le dio al público lo que esperaba: violencia exclusivamente del narco. Agradezco esa decisión, explorar ese mundo no es para estómagos como el mío.

Aunque me hizo temblar en cada página, la novela se queda corta frente a lo sucedido en Veracruz. Páradais es una novela realista, que logra narrar sin perderse en la descripción, como le preocupaba a Lukács. El destino de cada uno de los amigos es distinto, mostrando que hay fugas y pliegues en un mundo que la mayoría de las veces se muestra cerrado. El narco acabó con mucho pero no con todo. Franco y Polo explotan. Las balas dejan huecos en el lenguaje que nos permiten ver una guerra más compleja de lo que se creía.


 Nota

[1] El thrash metal y el hardcore, a diferencia del post punk, -y el new wave y otras músicas subterráneas de los 80 (y hoy)-, es precisamente una música sobria, directa, un golpe seco como el que Ortuño escucha en la novela. Sobre este tema recomiendo el documental El diablo nació en Medellín disponible en Youtube.

Referencias

F. Melchor (2021). Páradais, Random House, México.

C. Osorio (29/01/2021). “La sangre fría de Fernanda Melchor”, El País, España. 

G. Lukács (1966). Problemas del realismo, FCE, México.

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