Crisis climática, políticas energéticas y resistencias socioambientales

Presentación Dossier Crisis Climática

La crisis climática, que detona gran parte de las más profundas preocupaciones científicas, epistemológicas, sociales, políticas y ambientales de la actualidad, tiene un carácter global incuestionable. Al fin y al cabo, el planeta es, como nos enseñaron Lynn Margulis y el recién fallecido James Lovelock, un sistema interactivo donde todos sus componentes se encuentran vinculados entre sí por una compleja red que permite y sostiene la vida. En este sentido, la situación de extremada urgencia que nos plantea el último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático es una llamada a la comunidad internacional para tratar de evitar el peor escenario de aumento de temperatura, cuya consumación tendría dramáticas consecuencias para una gran cantidad de formas de vida, incluyendo la humana.  Ahora bien, ante esta situación habría que tener en cuenta, en principio, tres aspectos.

El primero, que la crisis climática no es algo que remita exclusivamente al ámbito del futuro. Muchos de los problemas ambientales vinculados al aumento de temperaturas vienen expresándose desde hace tiempo en forma de sequías, catástrofes hidrometeorológicas, acidificación de los océanos o pérdida de biodiversidad. El desastre, entonces, es ya un acontecimiento para una gran parte de la sociedad humana y de seres vivientes, no sólo algo que esté por venir. La migración climática, la falta de recursos, la propagación de enfermedades, los conflictos socioambientales y las injusticias provocadas por el deterioro ambiental son situaciones que se suman a las profundas desigualdades que se encontraban enquistadas en nuestras sociedades. La izquierda no puede ignorar esta crisis y está obligada a plantear una agenda medioambiental que analice el pasado para comprender las causas del estado actual del planeta; que proponga políticas contra las múltiples formas de opresión del presente; y que impugne las fantasías del capitalismo verde con proyectos de futuro alternativos que nos alejen del colapso.


El segundo aspecto a tener en cuenta es que la crisis no afecta ni afectará a todo el mundo por igual y de manera homogénea. Si bien podemos aceptar que estamos en una sociedad del riesgo global que nos coloca a todas en una situación de alta probabilidad de daño, no deja de ser igualmente cierto que a algunas les llegarán las consecuencias antes, con más intensidad y con menor capacidad de respuesta. Para ser justos con Ulrich Beck, quien acuñó la expresión de “la sociedad del riesgo”, deberíamos recordar que su propuesta teórica no sólo nos hizo ver que el “smog es democrático” en tanto que nos iguala ante los efectos de la contaminación, sino también que los riesgos y daños se distribuyen inequitativamente. Si trasladamos la tesis de la distribución de riesgos al problema climático actual, podríamos admitir que el aumento de temperaturas, aunque pueda generar un efecto en cascada que nos lleve al colapso civilizatorio, golpeará con mayor rudeza a las regiones y capas de sociedad política, social y económicamente más vulnerables y desfavorecidas. En este sentido, conviene tener presente que Latinoamérica y el Caribe —al quedar insertadas históricamente en la economía global bajo la lógica del extractivismo que se implantó durante el periodo colonial— son regiones con poblaciones en riesgo de sentir de manera más dramática los efectos que la crisis climática traerá consigo. Hoy, no puede ya haber ninguna posición política de izquierda que no incluya en su seno propuestas para paliar el impacto de esta crisis.

El tercer aspecto tiene que ver, ya no con el sujeto afectado por la crisis, sino con el sujeto histórico responsable de ella. El término Antropoceno, popularizado por el premio nobel de química Paul Crutzen, nos sirvió para tomar conciencia de que la especie humana se ha convertido en una fuerza geológica capaz de alterar los ritmos y dinámicas planetarias con la puesta en marcha y desarrollo de sus sistemas productivos. Por eso, aunque sea objeto de controversia para una comunidad geológica que requiere de la evaluación de tiempos mucho más largos para poder asumir la salida del Holoceno, es un concepto política y moralmente valioso que nos ha permitido visibilizar las consecuencias perniciosas del modo antropocentrado de operar en el mundo. Sin embargo, también es injusto, pues no ha sido toda la especie humana la responsable del problema ambiental. Ya sea que situemos el inicio del Antropoceno en los orígenes de la modernidad, en los inicios de la Revolución Industrial o en el siglo XX, no resulta razonable atribuir a todos los habitantes humanos del planeta daños que han sido provocados tan sólo por quienes imponen los modos de producción y consumo. Parece, entonces, que el Capitaloceno, término propuesto por Jason Moore, es una opción más justa en tanto que señala al sistema de producción capitalista como el máximo responsable de la deriva climática planetaria. Desde esta perspectiva, imaginar la continuidad del mundo pasa por imaginar la caída del sistema de acumulación de capital. Esto nos da un motivo de peso (¡otro más!), para plantear estrategias de derrumbamiento del sistema y de construcción de alternativas políticas que transformen las formas de producción y las prácticas de vida.

Si aceptamos las premisas que subyacen a la propuesta de identificar nuestro momento histórico con el Capitaloceno, queda claro que la emergencia ambiental no es más que la última gran crisis global causada por la lógica rapaz del colonialismo que desde hace siglos ha venido dando forma a las grandes transformaciones del mundo. Impulsada por la promesa de la acumulación interminable de riquezas y poder, la lógica colonial creó un sistema global explotador y destructivo que infló a Occidente de abundancia al tiempo que deforestaba, desertificaba y explotaba al resto del planeta. El siglo XX fue, para la gran mayoría del mundo, un momento de “correr” y, en palabras de Julius Nyerere, primer presidente de Tanzania, “alcanzar” al Occidente y llevar el bienestar a las masas desposeídas del globo. En todos los rincones del mundo se impuso la lógica colonial de abuso en contra del territorio y sus poblaciones más vulnerables, cobijada bajo la promesa de soberanía y de desarrollo nacional. Así, el desarrollismo fue, durante algunas décadas, un proyecto con pretensiones emancipadoras que, sin embargo, resultó incapaz de ofrecer un horizonte de justicia a largo plazo. Atrapadas por las viejas lógicas del desarrollo, las izquierdas tercermundistas han sido incapaces de articular una agenda de organización frente a la crisis del presente. Hoy, las viejas inequidades coloniales vuelven a resurgir, de manera más violenta y devastadora, obligándonos a pensar en conjunto y de manera profunda sobre las posibilidades que aún quedan por hacer frente a la emergencia climática sin perder de vista el horizonte de la justicia y la igualdad. El gran reto de la izquierda en regiones como la nuestra para los tiempos que vienen es la de dar forma a una política ambiental que sea capaz de zanjar esa distancia y sea capaz de liberarse de las viejas compulsiones coloniales que siguen expresándose en el presente.

Asumiendo la importancia y urgencia de atender a estos tres aspectos, desde la Revista Común y la Fundación Rosa Luxemburgo nos dimos a la tarea de convocar a una serie de académicas, activistas y personas vinculadas a las resistencias socioambientales de diferentes territorios de México y Centroamérica para pensar, siempre en común, sobre algunas de las múltiples facetas con que se presenta la crisis climática en la región. Nuestro objetivo era recopilar una serie de reflexiones críticas que nos ayudaran a dar respuesta a cuestiones que nos parecen fundamentales: ¿cómo puede el espacio de la izquierda vincularse con las diferentes formas de resistencia medioambiental y las políticas marcadamente desarrollistas de los dos últimos siglos en Latinoamérica?  ¿Cómo sostener una crítica a ciertas concepciones del desarrollo y comprometerse con otras que sean ambientalmente responsables? ¿Qué tipo de agendas defender y qué imaginarios rechazar si queremos conservar los principios emancipadores de la izquierda en un escenario de crisis climática? ¿Cómo reconocer los ropajes verdes con los que se viste actualmente el capitalismo para no caer en las trampas de las privatizaciones legitimadas “ecológicamente”? ¿Cuáles son las fortalezas idiosincrásicas de la región para contender con los problemas ambientales e impugnar los proyectos civilizatorios que parecen dirigirnos al colapso? ¿Qué puede aprender la izquierda de las prácticas y luchas de las muchas comunidades de la región que habitan el mundo sin haberlo convertirlo en mercancía?
Creemos que los objetivos de la convocatoria se han satisfecho con creces. Obviamente no porque demos por hecho que todas las preguntas hayan quedado resueltas, sino porque los textos que recibimos constituyen un abanico de perspectivas que dan pistas, arrojan luz y abren más vetas reflexivas que fertilizan el terreno de un diálogo que deberíamos sostener de manera constante e ininterrumpida. Porque no olvidamos que existe la imperiosa necesidad de avanzar hacia la consolidación de agendas que nos permitan lidiar con las injusticias y violencias desencadenadas con la crisis climática, pero hemos de reconocer que el debate público en torno al tema se encuentra contaminado por el gran ruido que provocan los cinismos, desconciertos, incertidumbres e ignorancias intencionalmente manufacturadas por el capital para obstaculizar el surgimiento y consolidación de alternativas políticas emancipatorias y ecológicamente centradas. En este sentido, esperamos que este dossier contribuya, con la presentación de diferentes participaciones críticas e informadas, a la estructuración de un debate entre diferentes posturas y sensibilidades de la izquierda que nos encamine hacia puntos de encuentro desde los cuales poder articular respuestas en común.

Este dossier, el sexto que preparamos desde Revista Común y el segundo que editamos en colaboración con la Fundación Rosa Luxemburgo, estará integrado por textos de análisis en torno a distintas facetas del problema ambiental, así como de testimonios de experiencias comunitarias en curso a lidiar con los estragos y efectos de la crisis climática. Respecto a los textos de carácter analítico, hemos puesto énfasis en la política energética, pues es causa fundamental del problema (por el uso de combustibles fósiles y la emisión subsecuente de gases de efecto invernadero), pero también propuesta de solución (por los proyectos y discursos centrados en el uso de energías alternativas y renovables). En cuanto a la presencia de textos referidos a diferentes prácticas comunitarias, nos parecía fundamental mostrar experiencias de resistencia socioambiental que muestran vías de solución basadas en diferentes modos de habitar y hacer mundo.

Les invitamos a pensar con nosotras y darle seguimiento a los textos que iremos publicando cada martes y jueves durante las próximas semanas.

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