Comentario a Breve historia de nuestro neoliberalismo


Rafael Lemus, Breve historia de nuestro neoliberalismo. Poder y cultura en México, México, Debate, 2021.


El vocablo neoliberalismo es un lugar común en la opinión y el debate público actual. Y es que las constantes menciones del fin del neoliberalismo en las comunicaciones presidenciales se aúnan a las preocupaciones de la izquierda por el imaginario de un futuro cooptado por el realismo capitalista, la distribución afectiva de las fantasías de una buena vida y el sentido común gobernado por la razón neoliberal. 

Después de las crisis económicas (la crisis del 2008 es un claro ejemplo), de las fallas del neoliberalismo como racionalidad y gubernamentalidad, de su lógica económica predatoria, la “promesa neoliberal” persiste en la hegemonía del sentido común. Que la condición hegemónica del neoliberalismo continúe en las afectividades, las sensibilidades y el campo intelectual no es un diagnóstico reciente. Las críticas de Irmgard Emmelhainz (La tiranía del sentido común) y Wendy Brown (El pueblo sin atributos) comparten, junto a Mark Fisher (Los fantasmas de mi vida y Realismo capitalista) y Michel Foucault (El nacimiento de la biopolítica) un marco de análisis crítico respecto de los conceptos de la racionalidad neoliberal o la forma de nuestra existencia, en términos de Emmelhainz (p. 19).

Dentro de este marco de críticas se encuentran los diagnósticos sobre los problemas de la despolitización del pueblo y la comprensión de los lazos sociales en términos de relaciones empresariales. En el lenguaje neoliberal el Estado es entendido como el garante de la “naturalidad” de los mercados y, en las subjetividades, se interioriza la identidad empresarial como ideal del individuo.

Junto a esta serie de críticas podemos colocar algunos elementos del reciente libro de Rafael Lemus, Breve historia de nuestro neoliberalismo. Poder y cultura en México (Debate, 2021). De entre la historia cultural del neoliberalismo en México de Lemus me interesa rescatar algunas ideas sobre los lenguajes que articulan las producciones historiográficas, los debates sobre el imaginario neoliberal y las periodizaciones sobre su “implantación” en México.

La articulación del término neoliberalismo en las condiciones sociales, políticas, económicas e intelectuales del México en el siglo XX no puede entenderse sin su relación con otros conceptos que, apunta Lemus, resultan vacíos e inoperantes en el lenguaje público: “modernización”, “liberalización económica”, “transición a la democracia”. Aunque vacía de un significado concreto, la red de conceptos del lenguaje neoliberal reproduce la aparente naturalidad social y política del neoliberalismo que termina aceptándose como una etapa histórica en sí misma. 

El consenso del neoliberalismo y las reformas económicas liberalizadoras se alcanzó por medio de los aparatos de control que el régimen del desarrollo estatista fomentó a lo largo del siglo XX y que, a decir de Lemus, reunieron a los distintos sectores empresarial, sindical y civil en el objetivo de pactar las reformas. De ahí la necesidad de un relato legitimador de la ideología neoliberal y del proceso de liberalización paulatina del sistema económico y político mexicano que recurrió a la revisión y la selección de pasados específicos de entre el “archivo revolucionario”. La selección de pasados extrajo procesos históricos que historiográficamente se ligaban a partir de un continuo que permitía relacionar el pasado del “pétreo relato nacionalista-revolucionario” y la “imagen de una nación abierta y global, híbrida y lista para ser consumida”. (p. 16) 

La concreción del relato lineal del neoliberalismo y del lenguaje político requirió, como señala Lemus, de un campo intelectual y cultural consistente en la formación de instituciones (Conaculta, FONCA, Canal 22) y una red de revistas: Plural, Vuelta y, finalmente, Letras Libres

Más allá de las ideas sobre el ocaso de los intelectuales, Lemus afirma que la labor intelectual tuvo un nuevo papel en la “economía cultural” consistente en afirmar el lenguaje de la libertad y el mercado, la continuidad histórica entre los acontecimientos de los gobiernos pasados y los presentes, además de “evitar que otros discursos alternativos se formen, a veces alegando el fin de la historia, a veces vigilando que la discusión pública se conduzca bajo un cerrado marco de premisas democrático-liberales”. (p. 21)

En su cronología del giro neoliberal, Lemus plantea tres momentos en el proceso de “naturalización” de la forma de vida neoliberal en la sensibilidad del campo intelectual y político: a) el momento de la hegemonía y la legitimación del lenguaje neoliberal; b) el momento de la ruptura y la poshegemonía del lenguaje neoliberal posterior al movimiento zapatista en Chiapas; y, c) la introducción de un lenguaje con intenciones de desplazar los conceptos del neoliberalismo con la presidencia de AMLO en 2018.

La formación de la hegemonía neoliberal recurrió a las “narrativas de legitimación” que reactivaron periodos y episodios concretos de la historia mexicana (el liberalismo decimonónico, por ejemplo) y, al mismo tiempo, “tradujeron” al lenguaje del neoliberalismo las coyunturas de especial efervescencia política como el 68 global. Es aquí donde, según Lemus, se contextualiza el liberalismo social en el periodo salinista o las exposiciones del pasado mexicano hacia la apertura del “futuro global” en las muestras internacionales como México: Splendors of Thirty Centuries

Con la irrupción del EZLN en 1994 se plantea una segunda etapa en la cronología del consenso neoliberal. En ella, el lenguaje neoliberal y la distribución de lo sensible del homo economicus se fracturan. El ingreso del zapatismo en la esfera pública mexicana reintroduce el disenso en el debate público. Los conceptos de “democracia, justicia, sociedad civil, tierra y nación” (p. 128) se disputan de nuevo de cara a la “liberación de afectos reprimidos en el marco de la democracia liberal” (p.19) por parte de grupos y movimientos sociales que “en vez de perseguir el control del Estado o la conquista de la hegemonía, aspirar[on] a interrumpir la reproducción del orden neoliberal”. (p. 19)

La otrora promesa económica del neoliberalismo se develó como un aparato de dominio, despojo y acumulación y las narrativas que recuperaban el pasado mexicano en términos nacionalistas dejaron de llegar en favor del eficiente lenguaje de la economía y las ventajas de las reformas. Y, si bien dicha narrativa legitimadora entró en crisis por la reactivación del “radical antagonismo político” en los movimientos sociales, el lenguaje neoliberal permaneció aún en su versión gubernamental. (p. 129)

Los momentos que Lemus enuncia como cruciales en la ruptura del consenso neoliberal —la irrupción del zapatismo en la distribución de lo sensible-—, y la disputa de la herencia liberal por intelectuales como Carlos Monsiváis, revelan, en sí, contradicciones en las fronteras de la naturalización del lenguaje neoliberal. 

Si, además, comprendemos el neoliberalismo como orden del tiempo, las contradicciones y los momentos de ruptura hacen posible la apertura de un espacio de disenso en el sentido común neoliberal. Esto implica desnaturalizar la forma de vida y la plasticidad en el uso del término neoliberal para librar las disputas necesarias por los pasados —en conflicto—, los conceptos en pugna, las afectividades y, así, asumir los fantasmas de la violencia que asedian los tranquilos relatos de la transición a la democracia. 

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