Ciudadanas inesperadas. De libros y luchas

Para las trabajadoras del hogar

Los orígenes de la conmemoración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer han sido disputados desde diversos flancos. Sin embargo, se remontan a las luchas de las socialistas a inicios del siglo XX. Si la pugna por la memoria de dicha conmemoración se da incluso entre quienes la apoyan, no deberá entonces sorprendernos que en el conjunto de la sociedad encontremos también desacuerdos sobre la historia de las mujeres y de sus luchas, y sobre el papel que su recuerdo debe jugar hoy. En esta ocasión queremos llamar la atención sobre la larga ausencia de la historia de las trabajadoras y del feminismo en el currículo escolar. Para ilustrar este silencio presentaremos algunas viñetas de las representaciones de las niñas y mujeres en dos libros de texto, uno de 1960 y otro de 2008. La falta de reconocimiento de las luchas de las mujeres podría comenzar a subsanarse con la nueva reforma educativa en México, dado su renovado énfasis en promover la igualdad de género, pero aún está por verse si —y cómo— se hará.

En 1959 se creó la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos para que las niñas y niños en México tuvieran materiales y lograran cursar la primaria sin necesidad de recargar el bolsillo familiar. Durante el siglo XX, en los libros de texto de formación cívica, el reconocimiento de la contribución de las mujeres a la nación y la ciudadanía, así como los argumentos a favor de su educación, estuvieron moldeados por discursos principalmente maternalistas. Las mujeres eran importantes como madres de los futuros ciudadanos. Cuando salían del hogar, sus roles públicos permitidos eran primordialmente de cuidado o apoyo, semejantes a los de madresposas; por ejemplo, como maestras, enfermeras o secretarias, actividades consideradas semiprofesionales y de baja remuneración. A pesar de que la idea de igualdad entre mujeres y hombres avanzó en el siglo XX, la división entre esferas privada y pública que se trasluce en los libros escolares tiene una fuerte impronta de género, con las mujeres principalmente encargadas de la primera y los hombres de la segunda.

Comentaremos a continuación el texto de Historia y civismo de tercer grado de primaria de 1960, correspondiente a la primera generación de libros de texto gratuitos, y el libro de quinto grado de primaria de la asignatura de Formación cívica y ética de 2008, en el que ya se usaba el lenguaje inclusivo para promover la igualdad de género. Si bien entre la publicación del texto de 1960 y del de 2008 ocurrieron avances significativos para las mujeres, y algunos se muestran en este último, ambos libros guardan silencio sobre las largas batallas para conseguirlos.

Ciudadanos y sufragistas

En la primera lección de civismo del libro de 1960, un padre, madre, hijo e hija llevan a un recién nacido al Registro Civil para asentar su nacimiento. Se señala que los tres menores serán ciudadanos al cumplir los 21 años y podrán votar a “los hombres” que gobernarán. Sin embargo, no hay ninguna mención en el libro al hecho de que el voto femenino en elecciones presidenciales se había ejercido por primera vez dos años antes, en 1958, después de décadas de luchas de las sufragistas.

Ya en el siglo XXI nada impide a las mujeres votar y ser votadas, como lo muestra el libro de 2008 con las niñas participando en elecciones escolares y en el parlamento infantil (pp. 70-71). Ahora bien, a pesar de que en el mismo texto se habla de “los hombres y mujeres integrantes del Congreso”, resulta que el “poder Ejecutivo de la Unión lo representa el presidente de los Estados Unidos Mexicanos”, omitiéndose la posibilidad de hablar de “la o el presidente” (p. 53). Al mismo tiempo, la nación se representa como femenina en la iconografía de la República o de la patria (p. 75 y portada), siguiendo una tradición que en México se originó en el siglo XIX, y asignando un rol simbólico o metafórico a la mujer. La cúspide del Estado, por su parte, se sigue enunciando en masculino.

La Patria, de Jorge González Camarena, óleo sobre tela, 1962. Reproducida en: Formación Cívica y Ética. Quinto grado. (2008). México: Secretaría de Educación Pública, portada.
Lección “Una familia feliz”. Disponible en: Mi libro de tercer año. Historia y Civismo. (1960). México: Secretaría de Educación Pública, p. 62.

La familia ideal y las jefas del hogar

Las ilustraciones del libro de 1960 corresponden a familias nucleares compuestas “del papá, la mamá y los hijos” (los últimos son un niño y una niña: un ideal de familia pequeña en contraposición con la realidad de la época). Además, es “el matrimonio” el que “da origen a la familia”, y “la familia es la sociedad más sencilla y natural” (p. 62).

La composición no es lo único naturalizado de este modelo: el padre afirma que es el “jefe de la familia”, omitiéndose así las familias monoparentales a cargo de la madre, cuyo número iría en aumento desde 1970; en contraste, el libro de Formación cívica y ética de 2008 reconoce parte de este fenómeno al abordar la emigración. Allí se señala que, en ausencia del varón, “la mujer del hogar asume un mayor espacio de decisión y de participación económica, y se detona una solidaridad entre hogares emigrantes de jefatura femenina” (p. 74). La presencia de abuelos/as y otros agentes en la crianza de menores no es reconocida en el libro de 1960, pero sí aparece en el de 2008.

En el texto de 1960 la escuela es un “segundo hogar”, y quienes desempeñan el papel de la enseñanza son principalmente las mujeres, equiparando la labor docente con un rol maternal y de cuidado. Es también el lugar donde se aprende a amar y honrar a la patria, la cual del “lugar donde nacimos” y “la tierra de nuestros antepasados” se transforma en la “madre cariñosa para todos los mexicanos” (p. 106), y reproduce la idea de fraternidad habitual a los nacionalismos. Así, la naturalización de la jerarquía que subordina a las mujeres en los lazos familiares se extiende a los lazos nacionales, como ya se había hecho en una lección anterior donde la historia de México se cuenta como un relato de familia legítima con adscripciones de género y etnia fijas: “Los españoles se casaron con indias, y de estos matrimonios nacieron los mestizos” (p. 76), los varones españoles son conquistadores y las mujeres indias, conquistadas.

El ángel del hogar y el trabajo doméstico

En la lección “Una familia feliz” del libro de 1960, la madre describe su dedicación al hogar: “velo incansablemente por el bien de mi esposo y de mis hijos” y “administro cuidadosamente el dinero que papá destina a los gastos de la casa” (p. 63). Además, ella cuida de “que todo esté arreglado y que todos se sientan contentos”, lo cual sintetiza una gran variedad de labores y las invisibiliza como trabajo. Este papel de “ama de casa” armonizaba con la visión del trabajo doméstico en el ámbito social y legal. Jueces y juristas en las décadas de 1940 y 1950 excluyeron el trabajo doméstico de los derechos laborales estipulados en el artículo 123 constitucional por realizarse dentro del hogar y considerarse como privado, por supuestamente medirse en función de las necesidades de la vida familiar y no por demandas productivas, así como por estimarse que no requería habilidades especiales. Así, las palabras de la madre de la “familia feliz” actualizaban para 1960 el argumento legal que negaba derechos laborales por considerar el trabajo doméstico como una relación personal.

No obstante, para las niñas que tenían el libro en sus manos y que en un futuro se desempeñarían como empleadas en un hogar ajeno al propio, el trabajo era emocional, intelectual y físicamente demandante. Ni en el libro de 1960 ni en el de 2008 hay mención a ellas, a su batalla por ser reconocidas como trabajadoras “del hogar” en vez de “domésticas”, a su organización sindical ni a sus logros en el reconocimiento legal de su trabajo.[1]

La madrecita santa y las luchas por los derechos sexuales y reproductivos

Como ya vimos, en el libro de texto de 1960 la madresposa estaba acotada al espacio doméstico, cumpliendo con una sonrisa su papel. Se daba por sentado que su experiencia sexual y reproductiva estaba regulada por el matrimonio heterosexual. Para los años setenta, algunas de las jóvenes que crecieron con éste y libros similares forjaron movimientos feministas que romperían con estas ideas, al adoptar la consigna anglosajona de “lo personal es político” e impulsar la idea de la maternidad voluntaria y la libertad sexual, reclamando el derecho a elegir sobre su propio cuerpo.

Ahí comienza un largo camino aún inconcluso hacia el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Se ha ganado la despenalización de la interrupción del embarazo, sin restricciones hasta las 12 semanas de gestación, en la Ciudad de México (2007), Oaxaca (2019), Hidalgo (2021), Veracruz (2021), Baja California (2021), Coahuila (2021), Colima (2021), Sinaloa (2022), Guerrero (2022), Baja California Sur (2022) y Quintana Roo (2022). Empero, las restricciones legales al aborto en el resto de los estados de nuestro país colocan en diversas situaciones de clandestinidad y vulnerabilidad a las mujeres, particularmente a las de menos recursos, con consecuencias en su estatus legal y su salud al practicarse abortos clandestinos en condiciones insalubres e inseguras. A pesar de lo significativo de la aprobación de la ley en la capital del país en 2007, el libro de 2008 no la menciona.

Ciudadanas inesperadas

Como vimos, para 2008 los libros de texto se dirigen a “las niñas y los niños”, disminuye la adscripción de roles de género tradicionales y se eliminan los ejemplos más evidentes de sexismo, pero se siguen conservando características centrales de la iconografía, discurso y prácticas sexistas, como ya se ha señalado también para los libros de texto analizados en los últimos quince años en diversos países (Blumberg, 2008; Chisholm, 2018).

Por mucho tiempo los programas y materiales educativos han tendido a estar por detrás de los esfuerzos de muchas mexicanas. Mientras ellas trabajaban duro para obtener espacios de mayor igualdad, sus luchas no se consideraron dignas de mención en los libros de historia y formación cívica. Pese a esta omisión, la escuela les ha dado herramientas importantes, quizá también motivos para rebelarse, y ellas han superado con creces las enseñanzas de sus manuales, desplegando un amplio repertorio de acciones para obtener más espacios de igualdad. Al romper las inercias culturales reflejadas en los libros de su infancia, estas jóvenes y adultas resultaron ser ciudadanas inesperadas.


Notas

[1] Éstas son algunas de las organizaciones de trabajadoras del hogar: Centro de Apoyo a la Trabajadora Doméstica; Red Nacional de Trabajadoras del Hogar en México; Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar (Colmith); Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar; Centro Nacional para la Capacitación Profesional y Liderazgo de las Empleadas del Hogar, A. C.
Aquí está el documental “Día de descanso” sobre sus luchas.


Referencias

Blumberg, R. (2008). “The Invisible Obstacle to Educational Equality: Gender Bias in Textbooks”. Prospects, 38, pp. 345-361.

Chisholm, L. (2018). “Representations of Class, Race, and Gender in Textbooks”. En E. Fuchs y A. Bock (eds.), The Palgrave Handbook of Textbook Studies. New York: Palgrave Macmillan.


Imagen de cabecera: Faldas contra toletes. Fotografía de Dulce María Vázquez Domínguez, 8 de marzo de 2020.

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