Calaveras zapatistas y jarochas

exc-5ccba43b061c5b0001ba4a05

Opiníon

Eugenio Fernández Vázquez

En el centenario luctuoso de Emiliano Zapata

I.

¡Bienvenidos sean los muertos!

¡Que pasen, ésta es su casa!

¡Hay tamales y mil tazas

de atolito y de recuerdos!

Por hoy, el mundo está abierto,

y brilla alegre y festivo.

Y decimos a los vivos

de toda edad y estatura, 

que pasen, no tengan duda: 

¡Son también muy bienvenidos!

II.

El terciopelo, morado;

el cempasúchil, naranja,

de colores las guirnaldas

igual que el papel picado.

El mundo se ha iluminado

y todo vestido de flores,

se olvida de sus dolores:

recibe a quienes se fueron

y que tanto nos quisieron,

entre alegrías y amores. 

III. 

Quien preside nuestro altar

fue un hombre muy altivo:

Zapata era su apellido;

Emiliano se hacía llamar.

Le fui yo a preguntar:

-General, ¿a qué se vino?

-A pasear a mis amigos,

gritar: “¡Tierra y libertad!”

y de nuevo alebrestar

a todo el que siga vivo.

IV.

¿Qué sobrevive a su muerte?

¿Dos bigotes, un sombrero

y esa mirada de acero?

¿Todo lo demás se pierde,

por más que sea bello y fuerte?

Queda viva la simiente de

la revolución pendiente,

y el grito que nos delata:

¡Viva Emiliano Zapata,

y su ejército insurgente!

V.

Para venir hasta acá 

se trajo mil y un amigos:

viene Rubén Jaramillo;

también Aquiles Serdán, y

no deja de cabalgar,

y ahí, a su lado, brilla,

bien montado en una silla

a lomos de Siete Leguas,

en su galope sin tregua,

gallardo, Francisco Villa.

VI. 

Zapata pide perdón 

por venirse con retraso:

trae 43 muchachos,

que cargan mucha ilusión 

y un enorme pizarrón.

Con él quisieron venir

a alfabetizar fifís.

Dice que dan mucha lata

los chicos de Ayotzinapa

y tardaron en salir.

VII.

Su muy larga caravana 

es especialmente hermosa,

pues de diamantina rosa 

está toda decorada.

Pintada con muchas ganas,

trae escrito en el costado:

“¡Denlo ya por descontado!

¡Venceremos al machismo

y echaremos a un abismo 

al heteropatriarcado!”

VIII.

Del otro lado del puente

tiene Zapata un amigo,

chileno comprometido,

que hasta llegó a presidente.

Dice Zapata que Allende

le manda decir a Chile

que la lucha sigue y sigue,

no importa el toque de queda:

¡Ya se abren las alamedas

y ya pasa el hombre libre!

IX.

Ilumina el recorrido,

cargado de fantasía, 

derramando algarabía, 

un carro muy colorido.

El carro va presidido

por dos sapos mezcaleros,

chapulines argüenderos,

mariposas y dos changos

que van bailando un fandango

con el maestro Toledo. 

X.

Nezahualcóyotl va cantando

desde su carro unos versos

del amor y el universo,

y Cuauhtémoc va tocando.

Los dos van acompañando

desde el Mictlán a esta orilla

a un hombre de maravilla,

que del náhuatl fue campeón,

gran poeta y defensor:

a don Miguel León Portilla.

XI.

La caravana la cierra 

un enorme carromato,

con cien mil muertos del narco,

que regresan a la tierra. 

Piden que pare la guerra,

que construyamos la paz

y que no haya nunca más

un México sin justicia, 

y que sea norma la dicha

de Tijuana a Yucatán.

XII.

Zapata dice: «¡Adiós!”

con el gesto muy adusto.

Dice que está muy a gusto,

pero que su hora llegó:

su tiempo aquí terminó.

Pide que no lo olvidemos,

y que por él, bailemos.

También, que no hay que parar

de soñar ni de luchar,

y la tumba es lo de menos.

Salir de la versión móvil