I.
¡Bienvenidos sean los muertos!
¡Que pasen, ésta es su casa!
¡Hay tamales y mil tazas
de atolito y de recuerdos!
Por hoy, el mundo está abierto,
y brilla alegre y festivo.
Y decimos a los vivos
de toda edad y estatura,
que pasen, no tengan duda:
¡Son también muy bienvenidos!
II.
El terciopelo, morado;
el cempasúchil, naranja,
de colores las guirnaldas
igual que el papel picado.
El mundo se ha iluminado
y todo vestido de flores,
se olvida de sus dolores:
recibe a quienes se fueron
y que tanto nos quisieron,
entre alegrías y amores.
III.
Quien preside nuestro altar
fue un hombre muy altivo:
Zapata era su apellido;
Emiliano se hacía llamar.
Le fui yo a preguntar:
-General, ¿a qué se vino?
-A pasear a mis amigos,
gritar: “¡Tierra y libertad!”
y de nuevo alebrestar
a todo el que siga vivo.
IV.
¿Qué sobrevive a su muerte?
¿Dos bigotes, un sombrero
y esa mirada de acero?
¿Todo lo demás se pierde,
por más que sea bello y fuerte?
Queda viva la simiente de
la revolución pendiente,
y el grito que nos delata:
¡Viva Emiliano Zapata,
y su ejército insurgente!
V.
Para venir hasta acá
se trajo mil y un amigos:
viene Rubén Jaramillo;
también Aquiles Serdán, y
no deja de cabalgar,
y ahí, a su lado, brilla,
bien montado en una silla
a lomos de Siete Leguas,
en su galope sin tregua,
gallardo, Francisco Villa.
VI.
Zapata pide perdón
por venirse con retraso:
trae 43 muchachos,
que cargan mucha ilusión
y un enorme pizarrón.
Con él quisieron venir
a alfabetizar fifís.
Dice que dan mucha lata
los chicos de Ayotzinapa
y tardaron en salir.
VII.
Su muy larga caravana
es especialmente hermosa,
pues de diamantina rosa
está toda decorada.
Pintada con muchas ganas,
trae escrito en el costado:
“¡Denlo ya por descontado!
¡Venceremos al machismo
y echaremos a un abismo
al heteropatriarcado!”
VIII.
Del otro lado del puente
tiene Zapata un amigo,
chileno comprometido,
que hasta llegó a presidente.
Dice Zapata que Allende
le manda decir a Chile
que la lucha sigue y sigue,
no importa el toque de queda:
¡Ya se abren las alamedas
y ya pasa el hombre libre!
IX.
Ilumina el recorrido,
cargado de fantasía,
derramando algarabía,
un carro muy colorido.
El carro va presidido
por dos sapos mezcaleros,
chapulines argüenderos,
mariposas y dos changos
que van bailando un fandango
con el maestro Toledo.
X.
Nezahualcóyotl va cantando
desde su carro unos versos
del amor y el universo,
y Cuauhtémoc va tocando.
Los dos van acompañando
desde el Mictlán a esta orilla
a un hombre de maravilla,
que del náhuatl fue campeón,
gran poeta y defensor:
a don Miguel León Portilla.
XI.
La caravana la cierra
un enorme carromato,
con cien mil muertos del narco,
que regresan a la tierra.
Piden que pare la guerra,
que construyamos la paz
y que no haya nunca más
un México sin justicia,
y que sea norma la dicha
de Tijuana a Yucatán.
XII.
Zapata dice: «¡Adiós!”
con el gesto muy adusto.
Dice que está muy a gusto,
pero que su hora llegó:
su tiempo aquí terminó.
Pide que no lo olvidemos,
y que por él, bailemos.
También, que no hay que parar
de soñar ni de luchar,
y la tumba es lo de menos.