Aquí vamos a estar

Odio tener que hablar de O’Higgins

como el padre de la patria

porque sé que no es padre de nada

porque no sé si mi patria tiene padres

porque patria es un nombre feo.

En cambio me gusta la palabra pueblo

porque es ancha ancha y ruidosa.

Bárbara Délano

Me levanté a las 7 de la mañana. Anoche había dejado la mochila lista con tres lápices por si acaso, mi carnet de identidad, un poco de plata y una botella con agua. Mis niños estaban durmiendo, Claudio se levantó a darme un beso y decirme que me fuera bien. Me hice un termo con café y me llevé un pan. Me fui caminando para el colegio donde iba a ser apoderada, donde me iba a tocar defender los votos.

Desde que Chile se rebeló en octubre de 2019, acá en mi barrio convocamos a un cabildo que ha estado funcionando ininterrumpidamente. Primero vino el toque de queda, la persecución, los enceguecimientos. Y seguimos. Caceroleo en mano, marchas, reuniones y reuniones. Hicimos la navidad en el barrio, en la plaza. Hicimos un cabildo que reunió a todos los otros cabildos del sector, era febrero, eran vacaciones y todo el mundo venía, nadie paraba de participar porque no nos podían detener ya nunca más.

Pero vino la pandemia. Y nos asustamos, claro que sí. Porque una cosa son los pacos y este gobierno malvado y otra cosa es un maldito virus. Y nos tuvimos que quedar en las casas. Y tuvimos que hacer otras cosas, que no eran las que habíamos planeado. Tuvimos que juntar comida: Comida, porque eso es lo que empezó a escasear. Primero comida para los vecinos de los campamentos que viven más arriba y después comida también para nuestros propios vecinos que nos empezaron a pedir también, tímidamente, con la timidez que da creer que se es un perdedor. Porque el precio que se paga por vivir en un país neoliberal como Chile es que viene una pandemia y si no te salvas tú, el gobierno no te salva y te dice que el problema eres tú. Te deja morir. Entonces nos teníamos que salvar entre nosotros, porque el cabildo que era para pensar, para conversar juntos, tuvo que transformarse rápidamente en un lugar de acompañamiento, de protección. 

Y nos tuvimos que juntar por zoom. Y como siempre somos hartas mujeres, porque cuando se trata de dar apañe somos mujeres, que aunque saturadas, que aunque corriendo, sostenemos los espacios, las más de las veces. Y nos tuvimos que preguntar si el cabildo apoyaba o no —y cómo— al plebiscito que se venía corriendo, y dijimos que sí, que lo haríamos porque era una necesidad, porque necesitamos otra constitución para hacer todas las otras cosas que tenemos que hacer como organización. E hicimos nuestra propia campaña para el plebiscito que llegaba, aunque seguíamos en cuarentena, aunque el toque de queda es siempre, porque este gobierno no nos cuida, pero nos encierra. Y hicimos lo que pudimos, grabando videos, convocando a los vecinos a informarse en la virtualidad. Hasta una caravana con autos para que nadie se enferme.

Y llegó el día: 25 de octubre de 2020. Y como cabildo nos hicimos cargo de este colegio que queda aquí en nuestro barrio. Otra vez, vecinas que llegamos temprano, que nos preocupamos que todo el mundo pudiera votar, de apurar las mesas, de salir del local y conversar con la fila inmensa de gente, para que no se fuera, que esperaran, no importa si eran 45 minutos o 1 hora: paciencia que hemos esperado tanto. Creo que me debo haber sentado como 30 minutos en total entre las 7 am y las 10 de la noche. Y la vecina que nos llamó para decir que traía café, que lo fuéramos a buscar a la puerta del colegio, y la otra vecina que hizo más panes para que almorzáramos y otra que hizo un queque que estaba tan rico.

Otra vecina me trajo una bebida que me tomé al tiro. Así, como una red inmensa de personas cariñosas que se teje alrededor de una y una así anda tranquila y confiada, porque nunca nos pudieron detener. Porque han tenido toda la plata, han tenido el poder, han tenido la tele y los diarios, pero no nos han tenido a nosotras. A nosotros no nos han podido robar, nosotras estamos clavadas acá la una sobre la otra, unos sobre otros y somos una madeja enorme que se reconoce y que no va a parar. 

Y anoche salí en el auto con mis niños y con Claudio a celebrar y para no enfermarnos, no nos bajamos del auto y tocábamos las bocinas y nos mirábamos detrás de las mascarillas y llorábamos porque nos reconocíamos, porque estamos ahí y siempre estuvimos y seguiremos estando, porque lo de ayer fue una marea enorme que no se detiene.

Ahora nos vamos a juntar en la plaza, vamos a hacer un picnic y vamos a ir pensando todo lo que tenemos que hacer, porque falta mucho, muchísimo y lo vamos a hacer nosotras, anchas y ruidosas.

Concentración en la Plaza de la Dignidad al cierre de los comicios. Foto de Prensa Obrera.

 

 

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