“27 años y un adiós”: El cierre del Multiforo Alicia

Crónica

Marcela Meneses Reyes

Unos días después del cierre, quedamos de vernos a las afueras del que durante 27 años fue el Multiforo Alicia, ubicado en avenida Cuauhtémoc 91-A, colonia Roma, Ciudad de México. Allí me esperaba Nacho Pineda para irnos por un café y para platicarme de su historia personal inseparable, a su vez, de la historia de El Alicia, como es conocido y nombrado coloquialmente ese espacio político-cultural emblemático como pocos, que ha marcado la vida de esta ciudad, de su música y de quienes nos formamos personal, afectiva y políticamente a finales del siglo XX y principios del siglo XXI.

Nacho se asume anarquista desde muy joven, cuando gracias a Omar y Chantal —cabezas de Ediciones Antorcha en México— dio con los textos que marcarían su pensamiento, el cual cobraría materialidad en el proyecto que nos convocó durante 27 años: este foro autogestivo, de izquierda, autónomo, independiente, apartidista, solidario con infinidad de causas —el zapatismo, la huelga de 1999 en la UNAM, el sismo de 2017, por mencionar algunas— y generador de posibilidades contrahegemónicas de organización y acción colectiva.

Así, hizo acopio de su experiencia como productor de eventos en el Toreo de Cuatro Caminos, donde trabajó algunos años antes, para darle cauce a una inquietud compartida con algunos de sus amigos de aquel entonces: abrir un espacio cultural. El preámbulo fue el Soviet Café, en la Zona Rosa, que sólo duró unos meses. Luego buscaron otro espacio y encontraron una bodega en la colonia Roma, que para 1995 aún se mantenía medio lúgubre, medio derruida, medio popular y semiabandonada por los estragos del sismo de una década anterior. De suerte que estaba bien ubicada, a buen precio, en una zona céntrica y cercana al metro Cuauhtémoc, con algunas tienditas alrededor y la pulquería La Hija de los Apaches a unos cuantos pasos, todo lo cual lo hizo fácil de visitar para quienes, como yo, éramos jóvenes en los noventa.

El Alicia abrió sus puertas el 9 de diciembre de 1995. Fue fundado por Nacho y un grupo de amigos que pronto lo dejaron solo:

No teníamos ni equipo, estaba así, ultrapunky. Abrimos en diciembre, y entre enero y febrero ya se habían ido los compañeros, no había lana. Ellos abrieron un espacio para ganar, no para perder. A la hora de pagar las rentas no se les hacía correcto poner de su lana; y cada quien agarró cosas que eran prestadas, no eran cosas que estábamos pagando en renta, el equipo de luces y audio, se llevaron lo que quisieron.

Entonces dije: “Pues ya me voy. Tengo que pagar lo que se debe, ni modo”, incluyendo el equipo de audio que yo había rentado. Fui con el dueño:

—Te quiero entregar el lugar —le dije.
—¡Siéntate! —me llevaba muy bien con él—. ¿Por qué te quieres ir?
—Pues no hay gente, mis compañeros ya se fueron y me quedé solo. La neta yo solo no puedo.
—Ahí está en tu contrato que tienes que pagar un año. No te puedes ir a los dos meses. Te puedes ir, pero me vas a pagar el año. Quédate. Me vas a tener que pagar todo el año tarde o temprano. Quédate.
—No tengo con qué defenderme, tienes las escrituras de mi madre.
—Con esto me cobro. Tienes un año. ¡Chíngale! No te vayas, me caes bien.

Y así fue como se quedó 27 años, con un equipo de colaboradores —al principio siete, al final quince—, a quienes llama “los alicios”, con él como cabeza y motor del proyecto.

No podemos soslayar que El Alicia nació en un contexto muy particular, y es que apenas un año antes salió a la luz pública el Ejército Zapatista de Liberación Nacional que marcaría el discurso y la praxis política de aquellos tiempos. A propósito, Nacho recuerda:

Yo tuve un grave error y fue decir que en El Alicia no había dueño, que era de todos, que era de quien lo trabajaba, en el rollo anarco, en el rollo zapatista, saco ese error: “El Alicia es de quien lo trabaje”, pero el rollo es quién pagaba la renta, nadie la pagaba. Entonces llegaba el mes y ves cómo la pagas, ¿no? Vendí mi computadora, mi equipo de audio, mi coche; todo eso, fui vendiendo cosas. De ahí pagaba y solventaba las rentas.
[…]
Y los grupos me empezaron a decir: “Quédate, te ayudamos”, “Nos late tu onda. Se nos hace chido lo que estás manejando”. Era pura ruptura, era una época maravillosa. Entonces me decían “Quédate, nos late tu discurso”. Ellos, las mismas bandas, nos ayudaban. “Yo me quedo en la barra”. “Yo me quedo en los boletos”. “Yo me quedo acá”. Entonces empezamos a armar otra vuelta el equipo de El Alicia. Eso fue como la primera época. Ya cuando me quedo solo, cuando dices “Pues ni modo, hay que seguir trabajando”, ya no digo “El Alicia es de quien lo trabaja” ni “El Alicia es de todos”. Los que trabajan cobran un sueldo. Haya gente o no haya gente, cobramos un sueldo, veo cómo le hago. Es un trabajo y hay que pagarlo.

También en esa época se estaba gestando en la ciudad la otrora importantísima escena del ska, cuyas bandas tuvieron en El Alicia su escenario principal. Ahí hicieron sus primeros pininos grupos como el Panteón Rococó y la Sekta Core (uno de sus integrantes fundadores me contó que el piso se venció por el slam que se armó cuando presentaron su demo, y el luchador, el Vampiro Canadiense, lanzaba a los asistentes por los aires). Se convirtió en cuna y referente de escenas como el ska, el surf, el punk rock, el hardcore, el reggae, y con el apoyo mutuo entre las bandas y Nacho, este espacio “comenzó a ser cada vez más independiente. Ya no tuve que meter lana, ya tuve mis cosas. Empezamos a pagar rentas, pagar los sueldos, y así fue…”. Gracias a ello El Alicia logró hacerse de un excelente equipo de audio, así como de un estudio de grabación y un sello de discos propio.

Venta de carteles: último fin de semana de vida, 11 de marzo de 2023. Foto: Marcela Meneses.

Hagamos memoria para recordar que los noventa fueron los años del zapatismo, de los magnicidios, del primer gobierno electo del entonces Distrito Federal que colocó al candidato de izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas, en el poder, y con él llegó una buena camada de activistas, intelectuales, militantes y jóvenes organizados políticamente, ya fuera en el movimiento estudiantil de 1986 contra la imposición de cuotas en la UNAM, en el Frente Zapatista de Liberación Nacional y/o en el Consejo General de Huelga, quienes impulsaron la apertura de la ciudad a las expresiones políticas y culturales de aquellos tiempos. Los conciertos masivos en espacios públicos son un buen ejemplo de aquel viento democratizador.

Había, pues, una trayectoria política que se engarzó con una propuesta artística y cultural muy potente y al mismo tiempo muy callejera, pues en México el ska llegó de la mano del grafiti: miles de niñxs, adolescentes y jóvenes organizados en crews llenaban de pintas y colores los muros, las ventanas, los autobuses, el metro, todas las calles de la ciudad, y para ello tenían que recorrerla de norte a sur, de oriente a poniente, por lo que aprovechaban el camino a El Alicia, al que asistían a escuchar a sus grupos favoritos a cambio de entradas muy accesibles, para ir pintando, cotorreando y ocupando la ciudad. Me cuenta Nacho:

En el Toreo conocí a un grafitero gringo, Ben Frank, que era un grafitero negro de Los Ángeles. Nos caímos bien, nos hicimos cuates. Va a [El Alicia] y cuando comienza a pintar empiezan a llegar un montón de chavitos a verlo. Y se quedaban horas viendo el rollo del Ben, las válvulas, cómo tiraba; eran diez, quince chavitos viendo cómo grafiteaba el Ben. […] De pronto empiezan a salir los crews, el SF, el CHK, un montón de grafiteros y se da toda la movida grafitera y El Alicia se volvió, del metro Cuauhtémoc al Alicia, pizarrón callejero: todos iban a pintar, todos, todos.

Nosotros teníamos un acuerdo con los vecinos: “Grafiti que te aparezca en tu fachada, grafiti que te borramos”, para que no hubiera problemas. Todos los días era barrer, por todos los eventos, en la mañana y en la noche. Era el trato con los vecinos: “Te barremos y te pintamos todo lo que los chavos hagan”. Nos fuimos integrando con los vecinos. La Roma, una colonia fresa en el 96 y 95, pues era, la verdad, bien conservadora, no es lo de ahora. Era una colonia donde salían las procesiones en Semana Santa, […] era una colonia muy conservadora. Entonces, para que los vecinos nos integraran fue un proceso. Los entiendo. Imagínate, en el 96, que te llegaran cien punks a tomar a la calle… los vecinos se espantaban. Los vecinos nos alucinaban. Rayando media calle, pelos de colores, tatuajes, piercing, ropa diferente, pues se sacaban un montón de onda.

Contrario es lo que ocurre actualmente, pues los vecinos le piden a Nacho que no se vaya. El trabajo permanente de convencimiento y respeto a los habitantes de la colonia ha hecho de El Alicia un referente obligado de la zona, además de que funcionó como regulador de las prácticas de convivencia y pacificación, pues limpiaban la calle, había cierta seguridad y vigilancia policiaca, y el flujo constante del público le daba vitalidad y visibilidad a la avenida.

Lo cierto es que a lo largo de estos 27 años muchas cosas han cambiado. “Al principio El Alicia fue muy salvaje. Todavía en el 95, 96, la banda estaba bien salvaje. Querían todo gratis, el portazo, no pagaban entradas. ‘¿Por qué hay que pagar?’: No entendían que hay que pagar renta, que hay que pagarles a las bandas; todavía nos tocó el lado salvaje, mucho. Ahorita ya está bien fresa y lo agradecemos, o sea, a la gente le cayó otro chip donde ya entendió, la gente ya se forma, ya no toman tanto en la calle, ya no se orinan, ya no rayan. Ya es como más educada. No sé si para bien o para mal, pero ya son más educados o están más integrados, no sé”.

También cambiaron los medios de difusión. Cuando aún eran análogos, era común encontrar en el Tianguis del Chopo, en Ciudad Universitaria o en los conciertos masivos a Nacho, a “los alicios” y a los integrantes de las bandas repartiendo volantes mano en mano de los eventos próximos. Para ello, había que fotocopiarlos previamente y dedicarle mucho tiempo a la creación de un público asiduo. Ahora todo se hace a través de las redes sociales y con el apoyo de los más importantes diseñadores gráficos del momento para la elaboración de los carteles.

De igual forma cambió la difusión de la música. Los inicios de El Alicia confluyeron con la apertura de la radio y la disposición de algunos locutores para conocer las nuevas propuestas e irlas incorporando a su programación. Y así como se gestaron distintas escenas en El Alicia, también conocimos otros sonidos de México y el mundo. Inolvidables los conciertos de Fermín Muguruza, Amparanoia, Ska P, Vantroi, Boom Boom Kid, Sargento García, Pastilla, Acid Mothers Temple, Nani Guru y el Japanese New Music Festival, por ejemplo, como insuperables mis lamentos por haberme perdido a Manu Chao y a Lumumba. Igual se hacían presentaciones de libros, conversatorios, foros de debate, todos de acceso gratuito. “El espacio se prestaba a algunos colectivos que no tenían un espacio físico, o sea, banda de la Biblioteca Social Reconstruir, banda anarca, banda estudiantil, banda popular; gente de cooperativas de trabajadores nos pedían el espacio, se les trabajaba y lo que se ganaba era para los colectivos, era para ellos. Unos dos eventos al mes se los otorgábamos a los colectivos que nos pedían el espacio. A veces era imposible, a veces la gente te pedía de inmediato y ya no había espacio”. Esto muestra claramente que la ganancia económica nunca fue prioridad para El Alicia, sino el proyecto político y cultural que representaba en sí mismo.

Presentación de libro, 9 de noviembre de 2022. Foto: Marcela Meneses.

Si bien desde 1997 la Ciudad de México ha sido gobernada por la “izquierda” partidista —entre comillas porque es un tema sujeto a discusión, aunque éste no es el lugar para darla—, ésta nunca consideró la importancia de apoyar a los espacios culturales independientes como El Alicia. El sueño de Nacho y “los alicios” era que el gobierno les cediera un espacio para continuar y ampliar las actividades, pero esto no sólo nunca ocurrió, sino que las presiones para su cooptación y cierre fueron una constante. Así lo muestran las tres clausuras que les hicieron y el no reconocimiento de su particularidad en la recién implementada Ley de Espacios Culturales Independientes de la Ciudad de México del 2020, elaborada por una red de colectivos y espacios culturales independientes, y que, luego de entregada al actual gobierno, fue implementada en detrimento de los mismos actores que la idearon articulados en la RECIA (Red de Espacios Culturales Independientes Alternativos).

La ley en lugar de apoyarnos, la ley que se aprobó hace tres años, apoya a ciertos grupos culturales con iniciativa económica; es bajar fondos. […] Nosotros manejamos un artículo: “Que los inmuebles abandonados sean dados a la comunidad cultural”. Hay un montón de lugares en comodato, hay un montonal, pero para sus gentes que ellos quieren. Nosotros hicimos la ley; a la que estaba, la presidenta de la comisión de cultura, se la dimos; le hizo unas modificaciones, […] puso un artículo: “Los lugares no pueden vender alimentos ni bebidas alcohólicas, ni una cerveza, y todos los que los vendan se quedan como restaurantes”. Dije: “¿Cómo quieres que nos mantengamos?”. ¿Qué hace un lugar que tiene que dar cerveza a los músicos o a su público? Yo no quiero tener a la gente tomando en la calle. Que beban chelas adentro. O los mismos músicos te piden cervezas, no van a tomar agua o refresco. Los músicos te piden chelas, entiéndelo. Y ayuda un poquito a pagar algunos gastos, la chela. Pues no, los lugares que vendan se quedan como restaurantes. Dije: “¿Para quién es la ley?”.

Sin duda, lidiar con las autoridades, las rentas, la gestión, administración, organización del espacio, con las agendas, las bandas, entre mil y un detalles cotidianos que enfrentaron durante 27 años —sin contar los dos años de pandemia por COVID-19 que lo mantuvieron cerrado—, desgasta a cualquiera, y ésta no es la excepción. Nacho ya quería cerrar El Alicia desde hace un par de años. “¿Por qué? ¡Ya me cansé!”, responde a todos los que le hemos preguntado; pero no quería irse vencido por la pandemia, pues a pesar de estar parados tuvo que pagar la renta del lugar y los sueldos de “los alicios”, lo que implicó vender sus cosas, recurrir a sus ahorros, a préstamos, a una campaña de apoyo entre el público, a la venta de mercancía, discos y memorabilia, y gracias a ello una vez más resistió. Por eso fue hasta 2022 que, una vez reabierto, comenzó a anunciar el fin de una era, el adiós de El Alicia.

El cierre de cortinas se pospuso hasta los primeros meses de 2023 con una última serie de conciertos memorables —siempre recordaré el de San Pascualito Rey— y una última venta de carteles, discos y memorabilia. Abrazos, fotos, lágrimas y mariachis acompañaron el adiós el domingo, 12 de marzo de 2023 (aunque luego abrieron sólo una vez más para hacer posible la boda de 10 parejas que pidieron casarse en el recinto).

Los que mueren a los 27 son inmortales, todxs lo sabemos, pero ninguno de “los alicios” ha muerto y Nacho sigue aquí. En el horizonte está una posible reforma a la dichosa ley, la cual les permitiría funcionar en mejores condiciones, de acuerdo con la particularidad de su función. También está la posibilidad de convertirse en cooperativa, lo que implica distribuir responsabilidades entre todo el equipo. Igual es posible que cambien de ubicación. Quién sabe qué les depare el destino, pero lo que es un hecho indiscutible es que la música, las calles y muchos de los habitantes de esta ciudad no seríamos los mismos sin El Alicia, por lo que me atrevo a afirmar que “Esto no es un adiós”, que volveremos a abrazarnos.

San Pascualito Rey, 20 de enero de 2023. Foto: Marcela Meneses.
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